Lo normal, cuando un estudiante comienza la carrera de Medicina, es que tenga muy claros los pasos a seguir: seis cursos académicos, aproximadamente un año para estudiar el MIR y otros cuatro o cinco de residente (dependiendo de la especialidad). Sin embargo, como todo en esta vida, siempre hay excepciones. P.S., que prefiere que no se sepa su nombre, también tuvo claro desde un primer momento qué es lo que quería hacer, aunque en su caso suponía recorrer un camino muy distinto: especializarse fuera de España.
“Es algo que yo tenía pensado desde el año uno, porque los exámenes tipo test nunca se me han dado bien, y jugarme el futuro en uno que además dura cuatro horas y media… preferí buscar otra opción”, recuerda la joven médica a ConSalud.es. Así, en un primer momento se llegó a plantear cursar algún máster o doctorado en España, pero al final, como la gente que elige plaza de residente de una determinada especialidad, tomó una decisión que le cambiaría la vida para siempre: irse a vivir a Finlandia con su novio, al que había conocido cuando estuvo allí de Erasmus, y especializarse en el país escandinavo.
Ella acaba de aplicar para obtener plaza de Reumatología, mientras termina su rotatorio de dos años en Medicina Interna. Y es que en Finlandia, explica, el modelo de especialización es muy distinto al español: no hay, como tal, periodo de residencia de una determinada especialidad, sino que el aspirante debe pasar por varias rotaciones en distintos servicios dentro del itinerario formativo de la especialidad que va a querer ejercer después. En su caso, primero consiguió un contrato para estar nueve meses trabajando en un centro de salud, donde tuvo muchas responsabilidades.
"En Finlandia, los médicos de Atención Primaria pueden hacer muchas más cosas sin tener que derivar al hospital, como quitar lunares o tomar biopsias de piel por si hay algún cáncer”
“Me dieron mis propios pacientes, y ya desde el primer día estuve poniendo inyecciones de cortisona, haciendo protoscopias… mientras, mis compañeros de España de primer año me decían que allí, como mucho, les dejaban auscultar o atender a un par de pacientes de su médico adjunto. Igual es mi sensación y otros no la comparten, pero yo sentía que después de seis años de carrera no había aprendido a hacer casi nada”, señala la residente. “En Finlandia, además, los médicos de Atención Primaria pueden hacer muchas más cosas sin tener que derivar al hospital, como quitar lunares o tomar biopsias de piel por si hay algún cáncer”, destaca.
Ahora está en Medicina Interna, y, si consigue la plaza, tendrá que pasar dos años más por Reumatología para terminar de convertirse en especialista de manera oficial. “Puedes aplicar a cualquier hospital del país que oferte plazas, que va a tener en cuenta todas las rotaciones que has hecho hasta ahora. Presentas tu currículum, una carta de motivación en finlandés o en sueco y pasas por una entrevista personal”, detalla la española.
Es, a fin de cuentas, un sistema mucho más independiente y flexible, que es el principal punto que ella le ve a favor. “Sí que es verdad que aquí eres tú el que te tienes que buscar las rotaciones, mientras que en España es algo que te dan hecho al entrar en la residencia. Al final, depende de lo que quiera cada uno”, matiza la futura especialista.
CONDICIONES MUY BUENAS, PERO UNA BARRERA LÓGICA IMPORTANTE
Además de todo esto, subraya la joven, en Finlandia todos los médicos tienen la sensación de que su trabajo se valora. “Está bien remunerado, las horas extra siempre te las pagan o las puedes utilizar para días libres, y la gente respeta muchísimo tu horario: nadie te va a pedir que hagas horas extra, si las haces es porque tú quieres. En mi rotación por el centro de salud, yo tenía seis pacientes al día y cuatro o seis llamadas de teléfono. Además, todas las semanas nos preparan algún tipo de formación. Por ejemplo, en esta última nos han explicado cómo se procesan las muestras de laboratorio en el hospital”, expone la entrevistada.
"Me pagaban 1.700 euros al mes solo por seguir a otros médicos"
La principal barrera, claro está, es el idioma, puesto que piden un nivel muy alto de finlandés. Ella, más allá de contar con la ventaja de tener una pareja nativa, se apuntó a clases desde España cuando estaba en el último año de carrera, y, una vez allí, antes de comenzar las rotaciones, tuvo un primer trabajo de ‘shadowing’ en un hospital finlandés. “Yo no hacía nada, simplemente seguía a otros médicos, y por eso me pagaban como 1.700 euros al mes. Después, ya me vi capaz de trabajar en finlandés”, recuerda. También, añade, hay otra manera, que es a través de las famosas agencias de reclutación.
La joven médica ahora viva sola en un piso en la ciudad de Turku -a dos horas de la capital, Helsinki-, algo impensable para la mayoría de los residentes de España, y además está ahorrando dinero: “Vivo bien, viajo, no tengo que andar pensando en hacer cuentas siempre…”. Aún así, ve esta estancia como algo temporal, y piensa volver a España en algún momento después de terminar la especialidad de Reumatología para volver a estar cerca de su familia. El clima tampoco ayuda…: “Es un cambio brusco, aquí los inviernos son muy fríos, hemos llegado a estar a -32 grados”, sentencia P.S.