Abandonar la nave

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

¿Creían que el cambio del año iba a ser suficiente acicate para variar de tema? El monotema del tétrico año pasado parece haberse enquistado con la suficiente fuerza en nuestro disco duro ¡como para marcharse sin decir adiós!

Dicen que no hay despedidas largas, sino gente pesada que no termina de irse nunca. Pues con la pandemia parece pasar lo mismo, no así con algunas personas que pretenden irse antes de tiempo sin importarles arrastrar a otros por su desidia infantil.

No bastaron los protocolos, las mascarillas, las distancias sociales, los cierres perimetrales, los confinamientos, los geles hidroalcohólicos, etc., que el bicho persevera de manera contumaz, inasequible al desaliento y las vacunas merecen tiempo para demostrar su oportunidad y efectividad.

Cuando todo empezó se especulaba que aquella ola primigenia sería cuestión de semanas, luego de meses, más tarde se hablaba de su estacionalidad y precipitación con la llegada de los rigores estivales, pero ni por esas, siguió su curso, sin hacerle ascos a nuevos sectores de edad, nuevas regiones de implantación, nuevas vías de contagio, etc., hasta conformar una segunda ola igualmente constante y lesiva.

"En medio de este pandemónium no hay la calma ni el sosiego necesarios para evaluar con frialdad todo el proceso, sino mirarlo con preocupación y desasosiego, porque muchos nos sentimos impotentes ante un suceso que no podemos atajar y menos controlar"

Diversos tratamientos se pusieron en práctica con relativo éxito, pero ello no evitó que los hubiera variopintos, otros rocambolescos, los menos ridículos y algunos hasta grotescos, pero todo el mundo apostó por la panacea de la vacuna o vacunas como colofón a un año de investigación exprés, a partir de la cual se acabaría la pesadilla.

Los laboratorios más poderosos del planeta, las mentes más preclaras, los científicos más avanzados, los países más ricos del orbe, se pusieron a la tarea para acortar los plazos y lanzar algún tipo de vacuna como el remedio definitivo contra la plaga del s.XXI, aun cuando los tiempos medios invertidos en la elaboración de otras vacunas han superado los tres o cuatro años y algunos hasta más… pero aquí el tiempo corre en nuestra contra.

Sin embargo, la virulencia de su golpeo no se ha minimizado, quizá por la testarudez de las autoridades por no cerrar por completo la actividad, quizá por la estulticia de algunos afectados que han ignorado las medidas precautorias y puesto en peligro a sus semejantes, quizá por un azar muy antojadizo que ha mutado el virus original hasta hacer inútiles tratamientos relacionales e inmunológicos hasta dar origen a una temida tercera ola, quién sabe si la previa al apocalipsis…

Ya dije en alguna ocasión desde esta misma tribuna que, pasados los años, se estudiará este fenómeno que nos acucia ahora y se hará con la perspectiva necesaria para su análisis exhaustivo, pero en medio de este pandemónium no hay la calma ni el sosiego necesarios para evaluar con frialdad todo el proceso, sino mirarlo con preocupación y desasosiego, porque muchos nos sentimos impotentes ante un suceso que no podemos atajar y menos controlar.

"Esos elementos nos han golpeado a muchos ahora, pero también lo han hecho malos estrategas y pésimas gestiones, que antes o después deberán ser juzgadas y sancionadas"

Fruto de ello son las alteraciones psicológicas que está dejando entre muchos colegas sanitarios que podrían derivar en un síndrome a no tardar mucho y cuyas consecuencias a día del corriente son impredecibles, ni en tiempo ni en magnitud. Es como pertrecharse para la batalla contra un rival desconocido empleando las armas tradicionales y que de pronto un dragón alado escupa fuego y haga inútiles todos tus esfuerzos sin haber mostrado resistencia.

«Yo no mandé a mis barcos a luchar contra los elementos», se lamentaría Felipe II, cuando lanzó su Armada, a la que llamaron la Invencible, contra la Pérfida Albión, y un fuerte temporal, unido a una desgraciada estrategia, truncó los destinos de muchos valientes compatriotas que creyeron en la victoria, pero volvieron derrotados.

Esos elementos nos han golpeado a muchos ahora, pero también lo han hecho malos estrategas y pésimas gestiones, que antes o después deberán ser juzgadas y sancionadas. Pero abandonar el barco en medio de la travesía, como el infortunado capitán Francesco Schettino, no es propio de nobles marinos. No, no lo es. El mismo Ulises se ató a un mástil para no claudicar.

La tripulación no verá con buenos ojos que nadie salte en el fragor de la batalla para emprender nuevos desafíos. Espere a llegar a puerto y luego zarpe donde le lleven los vientos, pero no antes, o el cruel destino le pasará por la qu-illa.

Los contenidos de ConSalud están elaborados por periodistas especializados en salud y avalados por un comité de expertos de primer nivel. No obstante, recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.
Lo más leído