La anestesia del tiempo

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

«Estamos en el tiempo de la anestesia, estamos en el tiempo en que las cosas hacen poco ruido. La bomba no mata con el ruido sino con la radiación alfa que es (en sí) silenciosa, o con los rayos de deutones, o con los rayos gamma o con los rayos cósmicos, todos los cuales son más silenciosos que un garrotazo... Es un tiempo de silencio». Fragmento de la novela del médico y escritor español Luis Martín-SantosTiempo de Silencio”.

Todo un clásico de las letras nacionales, pese a ser la única obra que publicó en vida, pero reflejo palmario de una época y que les invito a leer porque, pese a ser editada en 1962, siguen vigentes muchos de sus argumentos que, aquí y ahora, me han dado pie a esta reflexión.

El tiempo es una unidad de medida en lo universal, ni se compra ni se vende, nos guía a través de la vida, y la importancia de comprender y aprovechar su valor no debe subestimarse. La vida se mide en tiempo, valiosa herramienta para tasar el éxito, el fracaso, el amor, la tristeza, el progreso y la regresión.

"El tiempo es una unidad de medida en lo universal, ni se compra ni se vende, nos guía a través de la vida, y la importancia de comprender y aprovechar su valor no debe subestimarse"

Nos permite planificar y prever lo que vendrá, alienta a tomar decisiones conscientes y da la oportunidad de conectar pasado y futuro. El tiempo ayuda a evaluar el impacto de nuestras acciones, permite reflexionar sobre el significado de nuestras experiencias y recuerda la importancia de aprovechar cada momento.

Pero también es un recurso limitado. Las horas, los días y las semanas pasan rápidamente. Las opciones se reducen conforme avanza y los resultados se ven afectados por decisiones pasadas. Es por eso que es tan importante elegir con mesura y precaución qué hacemos con nuestro tiempo.

Cuando entendemos su verdadero valor, empezamos a actuar de forma más adecuada y, por así decirlo, acompasada. Somos conscientes de que cada momento cuenta, que toda elección tiene consecuencias y puede pasarnos factura. Sabemos que hay que laborar duro para aprovechar ese que el destino nos otorga y tener cuidado para no desperdiciarlo con cosas superfluas, habiendo otras mucho más importantes.

Cada cual tiene una cantidad de tiempo para vivir. No podemos añadir ni quitar un segundo, salvo que voluntariamente lo ignoremos y una vida cargada de significados y vivencias se torne en simple duración biológica, y aun así esa decisión u omisión formaría parte de nuestro destino.

La importancia de comprender la unidad de medida que nos guía a través de la vida es innegable. La vida es un viaje, y el tiempo es el vehículo que nos lleva a nuestro destino.

Puede ser tan precioso como un diamante o como el oro si sabemos sacarle todo el jugo, siempre que lo usemos sabiamente. Pero también podemos derrocharlo con estulticia, como apostadores sin talento ni precisión, contemplando cómo se desparrama entre nuestros dedos… como fina arena de playa.

"No esperemos a carecer de él para que nos entre la prisa por apurarlo"

A veces pensamos que somos propietarios del tiempo, de nuestro tiempo de trabajo, del tiempo de atención que recibimos de los profesionales, del tiempo que las autoridades asignan a cada uno de nuestros trabajos, y realmente el tiempo nos contiene a todos, es como la atmósfera, un medio en el que estamos inmersos y que necesitamos para vivir y del que solo podemos optimizar su uso imprescindible.

A nuestro alcance podría estar vivir cada momento intensamente, como si fuera el último, como si no hubiera prórroga, como un ultimátum, sin ahogarnos en nuestro propio aliento. En síntesis, darle contenido y convivencia a ese tiempo. No esperemos a carecer de él para que nos entre la prisa por apurarlo:«carpe diem carpe noctem, carpe omnia».

Hay diferentes motivos para vivir, muchos momentos para sentir, pensar, elegir, comunicar, y compartir con mucha gente. Intentemos por todos los medios encontrarlos.

No malgastemos el tiempo que nos quede evocando los malos tragos, disfrutemos los que nos resten y, cuando lo hayamos agotado, que nuestro último aliento sirva para dar las gracias y vindicar que mereció la pena nuestra vida. Ah, y si acompañan a otros seres en el otoño de sus vidas…recuérdenles, ya sin anestesia, los mejores momentosque hayan vivido.

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