Efectos Secundarios

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Todos los profesionales de la salud, al tratar a sus pacientes, tanto en consulta, a domicilio o en el quirófano, deben tener un conocimiento amplio y profundo de los mismos para que, a la hora de fijar sus diagnósticos y evaluar los consecuentes tratamientos personalizados, éstos se ciñan escrupulosamente a la receptividad de dichos beneficiarios para evitar posibles intolerancias.

Bien a través de pruebas objetivas, como los análisis, o a través de pruebas subjetivas, como las propias entrevistas personales, los profesionales sanitarios extraemos la información necesaria para contextualizar y conocer los datos precisos a fin de minimizar y, en la medida de lo posible, evitar errores postreros.

Cuando prescribimos cualquier medicamento debemos considerar los llamados “efectos secundarios”, que son aquellos no esperados. Ocasionalmente la aparición de estos puede ser tardía y tras larga ingesta, de ahí que no sean evaluables de inicio, pero también hay efectos indeseables producidos por una infra o sobredosificación debidos a una mala prescripción.

Cuando estos efectos son positivos todo el mundo lo celebra con general alegría. Malo es cuando son negativos y producen efectos adversos

Aunque hay una parte de azar y otra de incumplimiento de los protocolos, debemos valorarlos a la hora de perfilar un informe, pues las secuelas pueden ser adversas, de ahí la importancia de registrar toda incidencia en bases de datos compartidas. Pero siempre tomando como principio inspirador la seguridad de las personas para evitar males mayores.

Resulta curioso cómo se procede en otras disciplinas como la política, la economía, etc., donde hay evidencias palmarias de resoluciones alocadas, distraídas e irresponsables que no estiman los efectos secundarios de ciertas medidas que a la postre desatan una reacción en cadena sobre el organismo receptor, en este caso, ya sea la sociedad en general o los clientes de una empresa en particular.

No dudo que la primera proposición no esté ponderada y su aplicación cause una respuesta positiva. Pero toda medida genera efectos colaterales que siempre deben apreciarse, por lo que puedan arrastrar. Cuando estos efectos son positivos todo el mundo lo celebra con general alegría. Malo es cuando son negativos y producen efectos adversos, perjudiciales, nocivos y debemos alertar de su presencia. Se impone el “primun non nocere”.

Recién hablamos de la inteligencia artificial, de los algoritmos, del intento de anticipar a través del cálculo matemático situaciones que pudieran reproducirse para optimizar la toma de decisiones. Concluimos que el factor humano es condicionante, pues las máquinas nunca pensarán, al menos por ahora, y los sentimientos son más volubles y vulnerables que los megas o teras de un ordenador.

Si malo es que un médico falle en su diagnóstico con el tratamiento prescrito o con bisturí sobre la mesa de operaciones, al estar en juego una vida humana, peor es que no aprenda de sus fallos. Pero si valoramos la población afectada por una medida política errónea veremos que la incidencia se presentará en escala muy superior. Que una vida no corra riesgo no indica que no se produzcan efectos en el bolsillo de la ciudadanía o simplemente amplio malestar y cabreo.

El momento en que más asistimos a estos cataclismos suele coincidir con los procesos electorales, donde se refleja todo lo que se ha hecho durante el periodo anterior y lo que se ha dicho, que queda escrito. Tras la noche electoral viene el momento de la gobernanza, bien en solitario o en coalición, y es ahí cuando rememoramos todo lo que se ha dicho y proyectamos hacia el futuro lo que puede suceder.

De nuevo, al usarse con cálculo tales previsiones, los efectos colaterales pueden resultar fatales...y “donde dije digo, ahora digo Diego”, cambiando por completo el sentido del mensaje anterior y la voluntad del ejecutante. Serían tolerables los efectos colaterales cuando el fin perseguido se lograse con un esfuerzo proporcionado y coste razonable y en ausencia de mejores opciones.

Bien es cierto que el paciente puede denunciar al médico y también puede cambiar de facultativo. En el caso del votante medio puede abstenerse, revalidar su apoyo o cambiar por completo y respaldar a otra fuerza, pero él y solo él será el responsable final a la hora del recuento.

Y será a él a quien haya que pedirle cuentas y responsabilidades, porque las fuerzas políticas estarán muy ocupadas tirándose los trastos unos a otros como suele suceder, sin asumir ningún tipo de penalización. Cuando el recuerdo prevalece sobre la anestesia es momento de dar valor a los efectos adversos y no camuflarlos en relatos manipulados, pues una sociedad movilizada sin conciencia puede perder el rumbo correcto.

Los contenidos de ConSalud están elaborados por periodistas especializados en salud y avalados por un comité de expertos de primer nivel. No obstante, recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.
Lo más leído