El Ébola y la verdadera peste

CS
Asistimos estos días a una de las más vergonzantes pruebas de cómo hacer truculencia y sensacionalismo de un asunto tan relevante como el contagio del virus del Ébola en España. Un tema tan delicado como el que nos ocupa ha quedado retratado con un ejercicio de manipulación y desinformación lamentable. La parafernalia y el amarillismo parecen ser lo único que rodea a una desgracia humanitaria de graves dimensiones. En una situación como la actual, deben regir las posturas sosegadas y responsables, alejadas de cualquier manifestación que genere otros daños y alarma social. Pues bien, muy al contrario lo que ha ocurrido ha sido precisamente esto último.

En el caso de los medios de comunicación, las deformaciones de la realidad, las mentiras, las tergiversaciones y un sinfín de despropósitos dejan entrever que lo realmente importante es más el show que la información veraz y el propio problema en sí. Desde el primer minuto hemos asistido a una puesta en escena propia de una agresiva campaña mediática. A las imágenes del traslado de los misioneros repatriados, narrado en directo y mostrando a enfermos aislados y rodeados por profesionales ataviados con trajes de especial protección, se les dio más publicidad que a una película de Spielberg. Han llegado incluso a anunciar la muerte de la auxiliar de enfermería, viéndose obligados a rectificar una hora después. ¡Hasta donde vamos a llegar!

Y qué decir de la clase política. Un asunto de esta naturaleza, que se presta a dejar a un lado ideologías y conductas partidistas que tienen como único sustento la demagogia más electoralista, sirve paradójicamente para sacar su versión más ruin y mezquina. Es, sin duda, una oportunidad perdida para hacer gala de la altura de miras que se supone y que deberíamos exigir a los representantes de los ciudadanos.

Capítulo aparte merecen los carroñeros que huelen la desgracia de lejos y aprovechan la algarada pública para lanzar consignas políticas y defender bastardos intereses puramente personales. Con su postura, no hacen sino incrementar la alarma social y fomentar el pánico entre la población, en un contexto que requiere serenidad y reflexión para que la actuación de los verdaderos sanitarios sea la más eficiente posible. Especial mención para los profesionales expertos en algarabías callejeras metidos a sindicalistas y a políticos, que bien harían en colgar sus batas y marcharse de esta noble profesión.

No puedo dejar de mencionar a los "animalistas"
que, desde el respeto y cariño que, por descontado merecen los animales, mantienen conductas impropias siquiera del más elemental y simple raciocinio de las propias mascotas, en este caso la del perro que fue sacrificado.

¿Quién ha actuado con cordura en esta crisis sanitaria? Por triste que sea decirlo, los únicos que han mantenido una postura coherente, al margen de los profesionales anónimos en el desempeño de su labor sacrificada, callada y efectiva, han sido los propios afectados por el virus.

No sería justo terminar sin dejar de depositar toda la esperanza de reconducción en el buen hacer del nombrado comité de expertos, a buen seguro de la oportunidad de su labor y la garantía de su idoneidad.

Miguel Carrero
Previsión Sanitaria Nacional (PSN)


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