Escalofrío

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Según el DRAE un escalofrío es una sensación de frío, por lo común repentina, violenta y acompañada de contracciones musculares, que a veces precede a un ataque de fiebre. Pero para lo que nos ocupará en adelante me quedaré con su segunda acepción: Sensación semejante producida por una emoción intensa, especialmente de terror. Que se nos pongan los pelos de punta es función del llamado músculo horripilador. Ahí queda eso.

Y eso es lo que acabo de sentir tras leer la espantosa noticia de un nuevo caso de violencia de género, esta vez en Palencia: “estrangula a su mujer y luego se arroja a la vía del tren, dejando huérfanos a dos críos de 2 y 7 años”. Al parecer, según la prensa, era un caso reincidente, pero entonces fue sobreseído por la Justicia.

No sé a ustedes, pero a mí estas noticias me sobrecogen hasta el estrépito. Si la quincena anterior hablábamos implícitamente del déficit de salud mental que tenía esta sociedad, cada vez que surge un nuevo caso de violencia contra las mujeres se renueva mi creencia en un problema social y educativo llevado a sus últimas consecuencias. No entraré en casos foráneos y colectivos para análisis de la antropología, como los recientes de Irán o Afganistán.

"Mi labor consiste en tratar de sanar, aliviar o paliar, por eso no alcanzo a comprender qué lleva a una persona a terminar con la vida de un ser cercano, semejante y luego, como autoflagelo, con la suya propia, como si así se cerrara un círculo maldito"

Mi labor consiste en tratar de sanar, aliviar o paliar, por eso no alcanzo a comprender qué lleva a una persona a terminar con la vida de un ser cercano, semejante y luego, como autoflagelo, con la suya propia, como si así se cerrara un círculo maldito, sin reparar en las consecuencias ni el estigma moral para quienes les sobreviven: ¡Qué manera tan salvaje de cercenar el destino de dos criaturas! Han cosificado a la víctima, a sí mismos y han condenado a sus hijos al estigma, la indefensión y la indigencia.

El mito de “la maté porque era mía” habla de un falso sentido de propiedad sobre una persona, nada más erróneo y visceral, pero también habla de ira, de furia, de rabia despresurizada ante una reacción, habla de crueldad, de violencia y agresividad, que solo la familia y la escuela pueden tratar de inclinar, por vía de la educación; o bien la reclusión podría reinsertar por vía de la redención de penas.

También me han producido ciertas sacudidas emocionales las reacciones de tantos lectores a mi anterior columna, relativa a la autolisis, contándome en privado casos más o menos cercanos que trastornan a quienes los viven en segunda o tercera persona y sobrecogen a quienes lo escuchan de los anteriores. Deja un poso en el alma (estrés postraumático) que es difícil, por no decir imposible borrar. Tampoco entonces puedes entender los motivos, solo aceptar con resignación el fatal desenlace.

"Ojalá sólo tuviéramos que enterrar el odio, la xenofobia, la misoginia, la homofobia, la violencia, los celos, la supremacía, el rencor… y añadan cuantos defectos nos llevan a la barbarie"

Pero no son menores que las que producen las defunciones de aquellos que lucharon denodadamente contra esa condenada enfermedad que se encierra debajo de las seis letras, cáncer, que uno debe pronunciar a los pacientes, que constriñen el ánimo y pese a lo cual hay que forjarse una coraza para combatirlo hasta sus últimas consecuencias, unas para bien y otras para menos bien.

Desde hace dos años y medio llevamos combatiendo la pandemia más terrible que ha sufrido nuestra modernidad. Las víctimas superan los 6,4 millones en todo el planeta, con más de 580 millones de contagios, los estragos económicos se cuentan en billones de euros en pérdidas, todo cuanto se diga ha de medirse en cifras macro, incluidas las lágrimas derramadas y los corazones rotos de dolor e impotencia.

La Guerra en Ucrania, que amenaza con dejarnos helados este invierno, en todos los sentidos, está socavando los cimientos de la vieja Europa, cuestionando los protocolos diplomáticos, las antiguas ententes y los modernos pactos o alianzas. Hay quien habla del germen de una III Guerra Mundial si se acaban implicando otros actores no menos poderosos y con un poder de destrucción casi universal. El teatro de operaciones es global, y las armas abarcan las no convencionales propias del ciberespacio y de las redes sociales.

Desde hace más de 900 días cada día que voy a trabajar me pregunto si en verdad voy a sanar, aliviar o paliar o solo acompañar y a deshacer los entuertos que el destino vaya generando, reportando nuevos miembros a la cruda batalla para prolongarla sine die. Por desgracia, algunas de las noticias antes relatadas se incorporan a la cotidianeidad y hasta parecen pasar desapercibidas. Por suerte, son más los que viven para contarlo y hacerlo con una sonrisa.

Ya ven que no todo es escalofrío en la vida. Ojalá sólo tuviéramos que enterrar el odio, la xenofobia, la misoginia, la homofobia, la violencia, los celos, la supremacía, el rencor… y añadan cuantos defectos nos llevan a la barbarie. Aunque la confrontación sirve para equilibrar las fuerzas y controlar a los rivales, hay motivos suficientes para vivir y dejar vivir.

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