Estrés electoral

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Pocos trastornos resultan tan estresantes para cualquiera como una mudanza o la reforma completa de la casa, por cuanto tiene que encerrar su vida entera en cajas y ponerlas a buen recaudo, bien para el transporte o para evitar daños mayores.

Considerando la famosa Escala para la Valoración del Estrés de los psiquiatras Thomas Holmes y Richard Rahe, “la salida de la zona de confort personal resulta determinante en la mayoría de los casos”, si bien cada persona muestra una tolerancia bastante voluble.

Al final, tras la reforma o mudanza, muchos recuerdos y apegos permanecerán en su embalaje. Sea como fuere, hay una invasión de la privacidad apenas protegida por viejas sábanas para ocultar lo que somos o creemos ser.

Ponemos todo patas arriba, removemos Roma con Santiago y, en algunos casos, hasta abandonamos la propia vivienda para no resultar trasladados o derrumbados en medio de la vorágine. Cierto que luego, la mayor parte de las veces, el resultado suele ser satisfactorio, pero ¡ay del calvario intermedio!

"Tras una serie de meses, años, bienios, lustros o décadas, llega el momento crítico de elegir a quienes administrarán la cosa pública o de 'botarles' fuera de nuestro universo"

Nadie puede negar que casi siempre aparecen daños colaterales a primeros, a segundos, o a terceros... casi inevitables y que no siempre el dinero puede resarcir. En resumen, si en escala sólo hablamos de chapuzas personales y ajustes domésticos, los daños se asumen con mejor tolerancia.

Sucede igual cuando se cambia de trabajo, por cuanto adquirimos ciertas rutinas y pericias que, tal vez, hay que modificar al variar el cometido o el emplazamiento y, quién sabe, si a veces la ciudad, el país, el continente e incluso hasta la lengua… ¡Vamos, un auténtico pandemónium! 

Estrés electoral

Algo parecido le pasa a todo el mundo cada vez que llega un proceso electoral. Tras una serie de meses, años, bienios, lustros o décadas, llega el momento crítico de elegir a quienes administrarán la cosa pública o de “botarles” fuera de nuestro universo. 

Todo comienza con la presentación de candidatos, comparecencias públicas, ruedas de prensa, entrevistas en los medios, alcanzando su céniten los debates, donde las dagas voladoras centellean como en la casa de Zhang Yimouy las sirlas vuelan antes de clavarse por la espalda de los enemigos...Promesas y reproches en un cansino y añejo publirreportaje sin fin.

Como ven, no tengo una perspectiva muy halagüeña de estas etapas que recuerdan a los instantes de publicidad, tras los cuales volverá la actuación y enredo de personajes

Como ven, no tengo una perspectiva muy halagüeña de estas etapas que recuerdan a los instantes de publicidad, tras los cuales volverá la actuación y enredo de personajes. Quizá se pueda recuperar el sentido de la trama y todo vuelva a la normalidad, o tal vez sea el principio de un nuevo caos, o puede que reine la calma, la paz y el sosiego...

Pero por el camino habrá quedado la estela de agravios y material para las hemerotecas, con el público votante, testigo de excepción, al que manipularán conforme a sus habilidades y objetivos.

Nos marearán con sus verdades y asordarán con las omisiones e incumplimientos de rivales, nos atronarán con sus circunloquios… exactamente igual que los gremios cuando hacemos una reforma o una mudanza, solo que entonces lo que muda no son los trastos de casa, sino los del país. Que todo cambie para que todo siga igual o que nada cambie para seguir con la farsa anestesiante.

Es probable que lo peor sea el cruce de acusaciones en forma de promesas, muchas de las cuales nunca veremos convertidas en realidad. Me viene a la mente aquel célebre aforismo del viejo profesor, Enrique Tierno, que decía que “las promesas electorales están para no cumplirse”. No acierto a adjudicar aquel otro según el cual “las promesas entre caballeros son deudas, entre trúhanes son cebos” pero, como cíclidos en pecera, van de un lado para otro.

Y así permaneceremos hasta la próxima ocasión, en que retornará la misma cantinela. Ya conocen el refrán, “el uno por el otro y la casa sin barrer”. Decía Groucho Marx “estos son mis principios y si no le gustan tengo otros”. Si fuera tan fácil como cambiar de canal, caeríamos en la hiperactividad. Mejor prescindir de lo inútil y no crearse necesidades superfluas ¡Ay, qué estrés, y aún no ha llegado lo peor!

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