Fama y prestigio

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Si hace unos meses, desde esta misma tribuna, alertábamos sobre el peligro de los “antivacunas”, de los apóstoles de la homeopatía, desde ciertas plataformas mediáticas, con la consiguiente repercusión que tenían sus equívocos mensajes, creo que toca volver a la carga, pero, en esta ocasión, sobre el escaso fundamento y ausencia de evidencia contrastada que subyacen tras algunas recomendaciones nutricionales.

Hay dos periodos del año en que suelen brotar como el bambú consejos para recuperar la línea. Uno es ahora, después de las Navidades y de todos los excesos gastronómicos, y otro cuando se aproxima el verano y muchos pretenden lucir un tipo extraordinario, no por razones de salud, sino por ostentación física ante propios y extraños.

En ambos momentos, la recomendación profesional sería la misma: dejarse aconsejar por verdaderos profesionales de la nutrición, de la dieta, de la endocrinología, pues su conocimiento y experiencia les avala para orientar a pacientes que muestran cierto sobrepeso y, por la razón que sea, quieren eliminar esos kilos de más que les adornan después de periodos de relajamiento.

Una implicación más determinada de las autoridades sanitarias podría disminuir la publicidad engañosa

Sin embargo, muchos se dejan arrastrar por las recomendaciones de famosos que encuentran una veta de negocio mostrando sus cuerpos esculturales, vendiendo sus consejos como propios y como si de los expertos anteriormente citados se tratara. Nada más lejos de la realidad. Han prestado su imagen y, como bustos parlantes, repiten un eslogan publicitario.

Puede que estos prototipos humanos hayan esculpido sus cuerpos en gimnasios, pero incluso entonces, también se debería de buscar el consejo de expertos en educación física y no en bellas figuras cuyo único mérito es ser reconocidos y afamados por su labor en la pantalla grande, la pequeña o simplemente en el papel couchè. Y eso sin olvidar los arreglos que ciertos editores digitales de imagen permiten y que pueden confundir al espectador poco avezado pero urgido de emular a su ídolo.

Leer a colegas del mundo de la salud reclamando su autoridad y rechazando el intrusismo de estos aficionados oportunistas que editan libros de autoayuda o vídeos formativos, etc., resulta lastimoso. Una implicación más determinada de las autoridades sanitarias podría disminuir la publicidad engañosa, dificultando el mercadeo de información poco contrastada con repercusión en la salud de los consumidores.

Todos conocemos personas cercanas que han realizado tal o cual dieta y que, a título particular, pueden darte una ligera orientación, consejo o recomendación, pero más allá de la curiosidad conviene dirigirse preferentemente a profesionales, que no a amateurs, por muy buena voluntad que tengan, y con más motivo rehuir de quienes buscan hacer beneficio sin tener la preparación necesaria.

Las sugerencias, las propuestas que se hallan por escrito, pueden ser amenas, entretenidas, didácticas y difusoras si la fuente es autorizada. Pero, al igual que pasa con otras ramas de la salud, deben ser tomadas con cautela. Cada caso, cada paciente, debe analizarse en su justo contexto y no de manera genérica, como si de una cadena de montaje se tratara. En éstas, toda modificación, por leve que sea, afecta por igual a todo el proceso.

Los humanos tenemos un código genético propio, una identidad que nos hace singulares respecto a los otros 7.550 millones de habitantes. Por eso todo tratamiento debe personalizarse. Pensemos que una misma prenda de vestir puede venderse por igual a mil personas, pero no por ello les sentará igual.

Recuerdo más de una noche en vela, preparando trabajos o simplemente de guardia, ver comerciales en televisión donde se propalaban dietas milagro, con rocambolescos productos de dudoso origen y elevado precio, como la panacea para rebajar peso sin avisar de los riesgos potenciales de la ingesta de estos productos, insisto, muchos de dudoso origen cuando no directamente procedentes de alguna marmita mágica afincada al otro lado del globo.

Mi humilde consejo es que se pongan en manos de profesionales y se alejen de dietas milagro que, ni existen, ni convienen

A lo largo de mi carrera profesional he tenido que tratar a pacientes que han ingerido anárquicamente y sin criterio alguno esteroides u otras sustancias que les han deformado el cuerpo creyendo que serían pastillas milagrosas. Muchos arrastran durante largo tiempo las secuelas, de manera irremediable e incluso los hay que se han quedado por el camino.

Mi humilde consejo es que se pongan en manos de los profesionales y se alejen de dietas milagro, que ni existen, ni convienen. Coman con moderación y sensatez, prescindan de bebidas espirituosas y hagan un poco de ejercicio que siempre ayuda, beneficia y conviene, pero sin excesos, porque repito, todos los excesos se pagan.

Los contenidos de ConSalud están elaborados por periodistas especializados en salud y avalados por un comité de expertos de primer nivel. No obstante, recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.
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