¿Final del túnel o reentrada?

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Las ciencias avanzan que es una barbaridad, que decían en la zarzuela de “La verbena de la Paloma”, y cuando servidor era infante no existían ni los sesudos mapas, ni se actualizaban con tanta celeridad, ni había obras de modernización por doquier y por supuesto no había la tecnología de geolocalización espacial (gps) que hoy día todos llevamos encima, vía móvil u ordenador de abordo en los vehículos más actuales.

Con mi querido hermano nos extraviamos en Gredos malinterpretando la carretera de un mapa que parecía expedita y simple, pero resultó sinuosa y complicada a más no poder. En el pecado llevó la penitencia: el pobre terminó evacuando por vía oral (creo que no se puede decir más fino ni más elegante).

Por fortuna estos gadgets alimentan nuestra curiosidad y responden incluso a nuestra voz, llegando a contrariarte cuando no coligen tus instrucciones, haciéndonos olvidar a veces que no son ese familiar querido al que puedes vociferar y culpar de “la inmensa pena de nuestro extravío”, que diría Diego el Cigala, porque son máquinas sin capacidad de decisión propia.

Algunos parecen hartos de cumplir las normas y creen que se ha acabado el peligro y que el rigor no va con ellos

En verdad tienen capacidad de iteración pero si parte de un error, lo que repite ya no sería aprendizaje, sino de secuencias más frecuentes ¡Prueben a enunciar garcías por gracias y verán lo que sucede cuando menos lo deseen!

También recuerdo en el pasado y olvidable verano, errando de nuevo el tiro con idéntico pasajero, cómo nos sumergimos en un marasmo de curvas infinitas en Alcalá de los Gazules (Cádiz) al confundir una instrucción compleja del aparato al que solo le faltó saltar por los aires y no por un golpe de gracia (¡no es el nombre de mi acompañante, no!), sino por calcular y recalcular con algoritmos cómo salir de un auténtico laberinto donde ya me hubiera gustado ver a los titanes de la Fórmula 1 o cuanto menos de la Odisea.

Bromas aparte, sirva este prólogo para descafeinar la situación crítica que se puede cernir de nuevo sobre nuestras cabezas si repetimos errores pasados creyendo que ya acaba el túnel de la incertidumbre y la oscuridad.

Los hay que piensan que se abren los cielos de las certezas y la salubridad total y absoluta porque ya ha pasado un año, parte de la población está vacunada en todo o en parte, y sobre todo porque algunos parecen hartos de cumplir las normas y creen que se ha acabado el peligro y que el rigor no va con ellos. Y, como por ensalmo, el mero deseo creará realidades.

Hace un año nuestra vecina y hermana Italia nos anticipó por estas mismas fechas cómo se cernían los negros nubarrones sobre nuestro horizonte, pero las autoridades nacionales e internacionales no parecieron saber interpretar los signos, las señales, los indicios, las cifras…y “empezamos a caer como moscas”.

No creo que al otro lado del Mare Nostrum carezcan de la tecnología de geoposicionamiento porque, salieron del primer túnel pero desde el pasado lunes 15 han reentrado en otro por el avivamiento de las cifras de contagio, en parte por la aparición de nuevas cepas y en parte por la flexibilización de las normas y de su interpretación por la ciudadanía.

Todos los países del entorno europeo hemos seguidos pautas, protocolos, reglas, encaminadas a domeñar la curva pandémica tratando de controlar el empeoramiento de la situación sanitaria particular. Empezamos siendo muy estrictos, pero se fueron relajando progresivamente los criterios y el rigor hasta desencadenar un nuevo repunte u ola tan peligroso como la primera.

Debemos dosificar los esfuerzos y aunar complicidades para coronar la cumbre triunfantes y no confiarnos in extremis o perderemos en la carrera muchas más vidas

Creíamos entonces que podríamos surfear nuevas entregas, pero ni los mejores navegantes, avezados en resacas y marejadas, estarían preparados para tamaños tsunamis sanitarios que nos han arrastrado y vapuleado a tirios y troyanos, y llevado por delante a muchos seres queridos, que nunca volverán.

Discutir ahora sobre el sexo de los ángeles, la salinidad del agua de Marte, el grado de inclinación de la Torre de Pisa o la altura real del Everest…parecen bravatas insustanciales, como hacerlo sobre permitir los contactos y los traslados porque llega la Semana Santa, reabrir sin control la industria del ocio y toda la restauración sin orden ni concierto o incluso celebrar elecciones a go-go porque se han cortocircuitado las conexiones neuronales de quienes nos gobiernan…o lo intentan.

Toda precaución es poca, máxime cuando es más lo que ignoramos que lo que tomamos por cierto o lo que otros nos dan como bueno. Dicen que “el momento más oscuro es junto un instante antes de amanecer” y que “detrás de las nubes, está la luna”.

Todos queremos que llegue el día en que ese sueño se haga realidad, pero la meta se antoja aún difícil y complicada, y la pendiente se agudiza por momentos. Debemos dosificar los esfuerzos y aunar complicidades para coronar la cumbre triunfantes y no confiarnos in extremis o perderemos en la carrera muchas más vidas.

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