Insomnio

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

¡Qué importante sería para esta sociedad que este fuera el último episodio de una trilogía, que empezó con 'Entropía', siguió con 'Sinestesia', y hoy prosigue con esta aportación… pero me temo que, lejos de poner un punto final, solo será un punto y seguido!

Aunque el trasunto que condensa la atención surgiera hace un lustro, no fue hasta hace dos meses en que empezó la verdadera ebullición. Disculpen si no tomo partido, pues solo soy un médico vocacional que no aspira a generar opinión sobre temas que no son de mi disciplina, ni a meterme en charcos que podrían enfangarme. Mi opinión particular es patrimonio de un entorno más personal y no usaré esta tribuna para difundirla.

"En el área de influencia sanitaria de la zona afectada les puedo asegurar que ha generado no pocos quebraderos de cabeza y discusiones"

Ahora, se están describiendo episodios que sí son de la incumbencia sanitaria, y donde puedo entrar a realizar varias consideraciones. Vivimos a diario rodeados de conflictos que engendran no pocos efectos colaterales, pero afectan exclusivamente a unidades dispersas y cuando digo unidades me refiero a la mínima expresión: la persona inmersa en su urdimbre afectiva y en el foco de la discordia.

Quien más quien menos tiene problemas en la familia (con la pareja, con los hijos, con los padres, con los hermanos); en el trabajo (con la jefatura, los compañeros, los superiores, los inferiores); en la esfera de las amistades; en otros círculos frecuentados que nos dan cierta consistencia, como clubes deportivos, sociales, etc.; pero los afronta de manera individual.

Sin embargo, el fenómeno social que ha concentrado la atención informativa, política, económica, geográfica…en las últimas semanas en la península ibérica, exceptuando la Lusitania, ha tensado tanto la cuerda que las repercusiones privadas…se han colectivizado de manera sumamente preocupante.

El sueño de la razón produce mostruos

Trastornos como la ansiedad, el insomnio, derivados de una honda preocupación por las repercusiones de una decisión política, aunque canalizando la opinión de una parte de la población, se han multiplicado en las consultas de muchos colegas de atención primaria, y unos habrán sido resueltos por éstos y otros derivados a los colegas de las áreas sanitarias concernientes.

Solo en colisiones multitudinarias muy graves se han descrito estos incidentes, debiendo dar por tanto una respuesta igualmente colectiva. No quiero emplear la palabra epidemia, ni conceptos superiores pues, aunque el origen es el mismo, la forma de afrontarlo y padecerlo, y las secuelas son particulares, pues dependen de la posición ideológica de cada uno, no de su estado físico, y eso, a mi juicio, es más voluble o maleable que la fortaleza de cada organismo.

En el área de influencia sanitaria de la zona afectada les puedo asegurar que ha generado no pocos quebraderos de cabeza y discusiones sobre el bien y el mal, la verdad y la mentira, la ley o la anarquía, que a más de uno le ha restado horas de sueño, cuando no le ha privado directamente de tan sana necesidad fisiológica, con lo que ello acarrea.

"Esperemos que tras la tempestad llegue la calma, que el diálogo se imponga al silencio, que la poesía reine sobre la ciencia política"

Lo que para unos era un sueño, una ilusión, una fabulación onírica, para algunos era una utopía y para otros sencillamente una pesadilla de la que querían despertar en medio de un profundo letargo. Ya lo decía Calderón, "todo en la vida es sueño y los sueños, sueños son". 

Llevar hasta sus últimas consecuencias o poner al límite cualquier situación es un riesgo que debería valorarse siempre que se toman decisiones, por poco o nada refrendadas que estén por la mayoría, pues ello no las dota de más razón per se, sino que hay que tasar los pros y los contras de manera sensata, apelando al sentido común, al “seny”… ¡Vds. ya me entienden!

Esperemos que tras la tempestad llegue la calma, que el diálogo se imponga al silencio, que la poesía reine sobre la ciencia política y la filosofía sobre el Prozac. Nada debería quitarnos el sueño, estado de reposo donde cunde el sosiego y nadie es más protagonista que uno mismo, pues cuando una pesadilla es personal el retorno al estado de vigilia alivia todas las angustias y, no siendo contagiosa, sus efectos se diluyen.

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