Libertad en tiempos de Covid

Miguel Carrero
Presidente de PSN

En situaciones como la que nos está tocando afrontar, es fundamental que no se pierda de vista lo primordial de los valores y los sentimientos humanos porque corremos el riesgo de que la urgencia sanitaria los relegue a un segundo plano, hasta el punto de ver cómo se están vulnerando algunos de los derechos más fundamentales de las personas. 

Garantizar el derecho a la Salud o a la Libertad individual es una necesidad a la que como Sociedad no podemos renunciar bajo ninguna circunstancia, ni siquiera cuando se nos vende como una consecuencia lógica de una situación tan extraordinaria como esta. Hemos asistido durante estos más de 12 meses de pesadilla a muestras de inhumanidad manifiesta. ¿Por qué ha habido miles de personas que se han visto obligadas a morir en la más absoluta de las soledades, privadas de la compañía de los suyos, prácticamente encarcelados? ¿Por qué se ha hurtado a miles de familias el derecho a despedirse de los suyos, a cerrar siquiera en parte la irreparable herida que deja la muerte de un ser querido? 

Si pensamos en la que es la gran esperanza humana y social para vencer al virus, la vacuna, qué decir de la gestión que al respecto se está haciendo. Nuevamente parece que la urgencia de la situación otorga patente de corso a la Administración para decidir a su antojo sobre una cuestión que debe ser decisión y un derecho individual.

En una situación ideal, las vacunas deberían estar a disposición de los ciudadanos en las farmacias, como cualquier otro medicamento, permitiendo a éstos acceder libremente a ellas

En una situación ideal, las vacunas deberían estar a disposición de los ciudadanos en las farmacias, como cualquier otro medicamento, permitiendo a éstos acceder libremente a ellas. Lejos de esta situación, estamos ante una requisa, en la medida que es  la propia Administración la que decide cómo, cuándo y a quién se administran las dosis.

¿Cuál es el criterio que se ha seguido para tomar estas decisiones? Y aún más importante, ¿quiénes y en virtud de qué, se arrogan el poder de suplantación de la decisión y libertad de cada uno sobre su propia salud, cuestión esta que ampara la Ley de Sanidad, la propia Constitución y la Declaración Universal de Derechos Humanos a la que estamos acogidos? ¿Qué ha ocurrido con las dosis comprometidas por unos contratos que ahora vemos cómo se incumplen? ¿Por qué otros países comunitarios, caso de Alemania, han dado un paso más y adicionalmente a la compra conjunta de vacunas han adquirido otros 30 millones de dosis por su cuenta? ¿Por qué se ha decidido no incluir a la Medicina privada como parte inseparable de la red asistencial nacional? ¿Quién ha decidido, en la vacunación, que los sanitarios de la medicina libre o privada son de ‘segunda’, a pesar de estar igualmente en primera línea? Es un derecho de la ciudadanía el acceso a esa vacuna, como también lo era el de los sanitarios el haber dispuesto de los equipos de protección individual, esos EPI que faltaron en la primera ola, al igual que en las residencias de la Tercera Edad, y que tuvieron que ‘fabricarse’ los profesionales con bolsas de basura. 

Del mismo modo, la pandemia ha servido para que asistamos a una descarada y absolutamente intolerable manipulación de cifras de fallecidos. De un lado, los en torno a 60.000 muertos que cifra el Gobierno, como si fueran los políticos y no los profesionales quienes tuvieran encomendada la labor de acreditar si el fallecimiento es por una u otra causa. Esas cifras estarían aumentadas en varias decenas de miles, si atendemos a los datos de incrementos de muertes interanuales que muestra el Instituto Nacional de Estadística. O si simplemente le preguntamos a los únicos facultados para certificar la causa de la muerte, los médicos.

Son muchos los aspectos claramente cuestionables de la gestión de esta pandemia, pero si hay uno que nunca deberíamos olvidar es el de no permitir que la situación, por muy extraordinaria que sea, sirva de excusa para conculcar derechos tan fundamentales como la libertad personal y el libre derecho a la salud. Utilizando como pretexto la salud y bajo un halo de culpabilidad ciudadanas de la deriva de la situación, se nos está empequeñeciendo como sociedad y eso no podemos permitirlo.

Una pandemia es una terrible catástrofe que pone en grave riesgo valores y sentimientos, una mala gestión del riesgo, sin ciencia ni conciencia, deriva irremediablemente en un desastre. ¡Que Dios nos coja confesados!

Los contenidos de ConSalud están elaborados por periodistas especializados en salud y avalados por un comité de expertos de primer nivel. No obstante, recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.
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