Muros infranqueables

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

La historia de nuestra civilización está plagada de enfrentamientos, batallas, conquistas de unos sobre otros… en un principio elemental para afianzar las posiciones y ejercer el dominio sobre las nuevas posesiones y la población sometida. La guerra históricamente ha sido el recurso para anteponer la fuerza a la razón con intención de modificar el equilibrio mediante dominación.

Para protegerse de los rivales uno de los procedimientos de defensa fueron los muros infranqueables. Arietes, escaleras y catapultas cuestionaron su firmeza. El tiempo, el fuego y el viento limaron sus perfiles. Pero cuando la fuerza dejó de ser útil y entró la diplomacia, muchos muros cambiaron de uso y sus pilares fueron sillares de catedrales o puentes, o simplemente firme de senderos y caminos.

El tiempo modificó el uso protector de esas murallas para convertirlo en barrera para aranceles y fórmulas que impidieran el tránsito libre y pacífico de las personas de un lado para otro, evidenciando que seguía existiendo resistencia al cambio.

El muro de Berlín que el bloque comunista levantó para separar el lado Oriental del Occidental fue el caso más elocuente y paradigma de una imposición, pues quien osara atravesarla corría un fatal destino. El sustrato de fondo era el intento de impedir todo contacto entre una forma de vida comunista represiva respecto a un modelo democrático de libre mercado, bienes e ideas.

"Aunque no queramos reconocerlo, estamos rodeados de invisibles muros infranqueables que impiden el acceso normal a muchos servicios"

Fueron necesarias muchas décadas de Guerra Fría para que al final ese muro, que representaba la cerrazón del bloque soviético, cayera. Su derrumbe fue todo un símbolo de libertad.

Varias décadas más tarde parece que no hemos aprendido las lecciones de la Historia y cierto poderoso presidente está obsesionado con levantar un extenso muro a lo largo de los miles de kilómetros de frontera que separa a su país del vecino. Otro no menos ignominioso separa dos civilizaciones gemelas en oriente medio, pero visceralmente enfrentadas.

Muro de piedra

El fondo que subyace es exactamente el mismo: el intento de frenar el libre tránsito de los ciudadanos por el miedo a la presunta invasión. Perder en el reparto de la riqueza y temor a perder las señas de identidad: esto último evidencia xenofobia y el odio primario por el diferente.

Aunque no queramos reconocerlo, estamos rodeados de invisibles muros infranqueables que impiden el acceso normal a muchos servicios. Es lo que le pasa a las personas con bajo poder adquisitivo, que no pueden acceder en algunos países a una sanidad, a una educación, a un modo de vida acomodado y tienen que sobrevivir en precario.

No estamos hablando de países en vías de desarrollo. En países más avanzados encontramos esas barreras, que ponemos para impedir la presunta agresión del diferente. En estos lugares, carentes de servicio sanitario bajo financiación pública, la asistencia sanitaria es un bien al alcance de unos pocos favorecidos, quedando el resto al desamparo y la beneficencia, cuando no directamente conminados a la indigencia. Son muros culturales y barreras educativas, auténticas compuertas a la expansión del conocimiento y desarrollo.

"En estos lugares, carentes de servicio sanitario bajo financiación pública, la asistencia sanitaria es un bien al alcance de unos pocos favorecidos, quedando el resto al desamparo y la beneficencia, cuando no directamente conminados a la indigencia"

Es cierto que muchas decisiones políticas son complicadas, controvertidas. Chocan los intereses de ciertos colectivos con la racionalidad en el gasto y parecen levantarse algunos muros infranqueables a ojos vista de los damnificados, que quieren acceder como cualquier otro compatriota a recursos, pero cuya satisfacción resulta harto costosa.

Existe un factor determinante en la gestión de lo público, escaso por definición: priorizar unas necesidades antes que otras, vamos, gestionar el coste de oportunidad. El manido debate de eficiencia de lo público frente a lo privado requiere de un análisis sosegado que no distorsione la rentabilidad de lo complementario.

"El manido debate de eficiencia de lo público frente a lo privado requiere de un análisis sosegado que no distorsione la rentabilidad de lo complementario"

Muros como éstos son más fáciles de atravesar o de soslayar cuando tras la deliberación se concilian las misiones, visiones y valores diferentes en aras a mejorar la calidad de vida de las personas. La resistencia al cambio deriva del enfoque en lo que se puede perder frente a lo que se pretende mejorar. Cuando se trata de la obcecación, actitud poco racional, el muro se asalta desde la paciencia y el dialogo.

Si me lo permiten, me quedo con este pasaje del poema “La Muralla” de Nicolás Guillén: «Al corazón del amigo, abre la muralla; al veneno y al puñal, cierra la muralla; al mirto y la yerbabuena, abre la muralla; al diente de la serpiente, cierra la muralla; al ruiseñor en la flor, abre la muralla...».

Derrumbemos entre todos los muros de la intolerancia, de los prejuicios, del odio irracional y dialoguemos para abrir ventanas hacia nuevos horizontes.

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