No bajar las defensas

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

¡Cuántas veces no habremos oído un eslogan parecido! Siempre asociado a un nuevo producto lácteo de impresionantes propiedades probióticas que asegura proteger nuestra flora intestinal a la par que ser un delicioso tentempié para después de tal o cual actividad deportiva, como simple restaurador al final de una dura jornada laboral o incluso como soporte vital para los más pequeños.

Las estrategias comerciales engrandecen el trabajo de los laboratorios, donde sesudas mentes entregadas a la ciencia interpretan las necesidades financieras de las grandes multinacionales del sector.

Entre unos y otros nos cuelan por los sentidos lo imprescindible que resulta consumir ese bebedizo encapsulado en un arrebatador diseño que luego anegará las estanterías de nuestros supermercados y finalmente pugnarán por un hueco en nuestras despensas o neveras. Es muy simple: nos hacen tomar conciencia de nuestras necesidades y luego acuden al rescate con sus productos.

Naturalmente debe haber un consentimiento de las autoridades que den carta blanca a dichas corporaciones, acotando publicidades que generan confusión, para poner a la venta esa panacea que será financiada por el consumidor final, atrapado por el embrujo de ocurrentes eslóganes salidos de la imaginación de los creativos publicitarios que despiertan en nuestras mentes y en las de nuestros hijos la necesidad perentoria de consumir ese néctar de los dioses.

"El día en que se abra la Caja de Pandora y se apriete el botón nuclear, no habrá vuelta atrás ni probiótico que nos salve"

Si además se da la paradoja nada casual de coincidir en el tiempo con una necesidad real, porque para eso nacen los bienes de consumo, y tras un periodo de confinamiento donde el riesgo parecía saltar como los chinches bajos las camas, tenemos la campaña creada sin muchos esfuerzos y con grandes visos de prosperar.

A finales de junio vivimos en la capital española (¡dónde si no!) una cumbre al más alto nivel de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, vamos, la OTAN para los amigos y los enemigos. Si observan detenidamente, pueden reemplazar cuanto he dicho hasta ahora con anterioridad referido a la ambrosía mágica por dicha megaestructura de seguridad internacional, y prácticamente el mensaje no cambia, solo fluctúan los matices.

Se genera en los consumidores una alerta, y raudos y espídicos los máximos mandatarios responden con un ofrecimiento que conllevará un desembolso por parte de los primeros, significándoles que, de no aplicar tales soluciones, los virus y las bacterias (los malos, para entendernos, y a los que no señalaré ni pondré bandera) nos atacarán bajando nuestras defensas y cebándose desde nuestra retaguardia.

Quizá, desde una perspectiva organicista, el cuerpo humano y las grandes estructuras supranacionales se guíen por las mismas pautas y en el fondo haya que protegerlas por igual, con el mismo rigor e idénticos protocolos. Incluso los terapeutas nos vestimos con los mismos colores, solo varían el nivel de asepsia, los uniformes y las herramientas.

"No hace falta que les prevenga de los riesgos que circundan a nuestro alrededor, porque ya son adultos para tomar decisiones y sobre todo precauciones, pero les he cogido cariño y deseo recuperar el contacto a la vuelta de vacaciones"

Ni que decir tiene que prefiero los lactobacilos a las bombas de racimo y los bebedizos milagrosos a los misiles de largo alcance. Llámenme tiquismiquis o pejiguero, pero los efectos de los segundos son catastróficos para un planeta que cada día parece más que usurpamos en vez de protegerlo para su conservación. Eso sí, les garantizo que el día en que se abra la Caja de Pandora y se apriete el botón nuclear, no habrá vuelta atrás ni probiótico que nos salve.

Pero recuperemos nuestro encabezamiento, porque no quiero dejar un amargo sabor de boca en estos últimos estertores de la temporada, pues la llegada del verano trae las vacaciones y en ellas parece que se abre la vedapara toda clase de desenfrenos alimenticios, bebidas espirituosas, relaciones pasionales (¡nada de grabarlas en móvil, recuerden!) y esfuerzos deportivos para los que no estamos muy entrenados.

Si a todo lo anterior sumamos los brotes, rebrotes y requeterebrotes de la maldita pandemia, colapsando las urgencias de los principales centros sanitarios del país por mutaciones del condenado virus, pues tenemos un cocktail bastante inquietante.

No hace falta que les prevenga de los riesgos que circundan a nuestro alrededor, porque ya son adultos para tomar decisiones y sobre todo precauciones, pero les he cogido cariño y deseo recuperar el contacto a la vuelta de vacaciones.

Así que cumplan esa promesa de dejar de fumar, reduzcan los grados de sus bebidas y la velocidad de sus vehículos, hagan un poco de ejercicio, pero sin excederse, coman sano, eviten las exposiciones prolongadas al sol, relaciónense con sus semejantes, ayuden en lo que puedan y a quien puedan y cuídense. Nos leemos a la vuelta ¡Felices y divertidas vacaciones!

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