No diremos que fue un sueño

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Emulando el título de la casi homónima novela del desaparecido Terenci Moix, en la cual Cleopatra llora tras haber sido abandonada por su amante, Marco Antonio, en una barca que remonta el Nilo, hemos asistido en el último año a lo que parecen los estertores, sino de esta civilización, sí de esta era moderna. Ya nada va a ser igual que antes.

No puedo ni quiero engañarles, el cansancio y desánimo han arraigado con fuerza en nuestro estilo de vida, cuestionándolo, volteándolo con fiereza, sacudiéndonos sin respiro como un duro púgil castiga al aspirante, con firmes golpes a la línea de flotación. Lo triste es que mientras algunos han sido noqueados por completo, otros han quedado ligeramente sonados, los menos ya no saben por dónde le vienen los directos y el resto, como en las encuestas, ni sabe, ni contesta.

Qué más desearía que decirles que todo fue un mal sueño, una pesadilla de infausto recuerdo, un momento onírico que ya pasó…pero ninguno de los anteriores describe con toda su crudeza la realidad. Ha sido como un tsunami, peor que un terremoto, más horrible que un huracán y casi tan devastador como una guerra mundial. Algunos días las víctimas casi doblaban el peor accidente de la aeronáutica española, otros cuadruplicaban el peor atentado terrorista de nuestra historia…pero aquellos que nos desasosegaron otrora…hoy casi generan indiferencia.

Tal vez la desmemoria nos proteja, pues acumular estrés postraumático y reverberarlo podriá ser insuperable

¿Qué ha pasado en nuestra conciencia colectiva para que los muertos de otros ya no nos duelan como entonces? Quiero suponer que los propios siguen generando “un hondo pesar”, que decía la inolvidable Chavela Vargas, pero los ajenos se han convertido en una costumbre y las reglas de compromiso de esta pandemia nos han endurecido hasta el punto de no sentir nada, que nuestro pericardio se ha amurallado hasta insensibilizarnos. Tal vez la desmemoria nos proteja, pues acumular estrés postraumático y reverberarlo podría ser insuperable.

Es cierto que los profesionales de la salud parecemos haber venido con esta coraza de serie, pues de lo contrario no podríamos dedicarnos a esta labor, pero eso no quita para que mostremos humanidad y empatía hacia nuestros pacientes, semejantes en cuerpo y alma, pero nada acostumbrados al dolor, la sangre y el sufrimiento. Lo que el resto ha vivido temporalmente a escala individual o familiar, los sanitarios lo hemos percibido a escala social y continuada.

El ser humano es el único animal que, en condiciones normales, entierra a sus muertos y antaño se solidarizaba con sus prójimos cuando la tragedia se cernía sobre los mismos, ya fueran de uno en uno cuando más si cabe al afectar a cientos de una sola tacada. Pero la globalidad y el progreso parecen haber generado una corteza de impasibilidad y desdén ante las catástrofes, los infortunios o las fatalidades, que hoy afectan a unos y mañana o pasado a otros.

Actualmente vivimos tiempos grises, donde la ligereza campa a sus anchas, la estabilidad es un vago recuerdo, el respeto son cenizas del ayer…en fin, equilibrio inestable. Ojalá fuera esto también parte del mal sueño, pero mucho temo que estos malos hábitos han venido para quedarse si no recuperamos la normalidad de buenas costumbres, como el respeto y apoyo mutuos.

La experiencia vital me invita a la prudencia, a la cautela, al sosiego y a no dejarme llevar por las emociones más que en fechas de guardar

A lo largo de esta pandemia he versado sobre múltiples aspectos que he valorado oportunos para reflejar y compartir en esta tribuna que la Familia Blanco, editores de Consalud, ponen a mi disposición. Nada desearía más que ponerle fin a esta serie, como consecuencia del éxito de las diversas vacunas que han irrumpido aceleradamente en apenas un año de investigación. Pero la experiencia vital, que es un grado, me invita a la prudencia, a la cautela, al sosiego y a no dejarme llevar por las emociones más que en fechas de guardar, como éstas.

Por eso, en un año muy duro para tod@s, solo me resta desearles, aquí sin moderación, lo mejor a todos los lectores; a mis colegas sanitarios, que tanto y tan bueno han dado de sí en el fatídico 2020, gracias a ellos palabras como dignidad y honor no han caído en el olvido; y al resto de ciudadanos del planeta que luchan por hacer posible un mundo mejor ¡Feliz Navidad y Esperanzador 2021!

Los contenidos de ConSalud están elaborados por periodistas especializados en salud y avalados por un comité de expertos de primer nivel. No obstante, recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.
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