El populismo en pandemia

Guillermo Díaz
Portavoz de Sanidad de Ciudadanos en el Congreso

En los meses que ya llevamos vividos de pandemia hemos aprendido muchas cosas, nos hemos llevado sorpresas buenas y malas, también hemos visto muchas actitudes diferentes. Unas, fruto del miedo, otras, del altruismo. Si les soy sincero, tengo que decirles que a pesar del precedente de los atentados del 11M, pensé que, en una tragedia nacional, la clase política española del siglo XXI se uniría.

Es cierto que a lo largo de la historia no ha sido así. Son muchos los episodios en los que mientras España sufría, sus políticos trataban de sacar réditos del dolor. Ha vuelto a pasar. Pero en este caso hay elementos nuevos por el hecho de tratarse de una crisis sanitaria de dimensiones inéditas. Hay quienes han agitado los nacionalismos, diciendo que en tal o cual región, de haber sido independientes, habría habido menos muertos, quienes han tratado de culpar al adversario de la gestión, que si es responsabilidad de las Comunidades Autónomas o del Gobierno Central.

Los hechos y la historia demuestran que es la colaboración público-privada la que da mejor rédito a la sociedad. La última evidencia de esto que les escribo es la propia vacuna contra el coronavirus​

Pero hay un elemento en el que me quiero centrar. La actitud de los populismos de ambos extremos ideológicos, el izquierdo y el derecho. Por el lado izquierdo se ha querido revestir al virus de un elemento de clase y pretendido, además, que el debate sea si debía afrontarse la pandemia desde el sector público o desde el privado, demonizando a este último y planteando una falacia del falso dilema. Esta falacia es la que plantea una disyuntiva donde no la hay. Los hechos y la historia demuestran que es la colaboración público-privada la que da mejor rédito a la sociedad. La última evidencia de esto que les escribo es la propia vacuna. Otra de las cuestiones que ha pretendido el populismo de izquierda es atacar a la Sanidad privada, como si no fuera también Sanidad, no pudiera ayudar o aportar medios en estas circunstancias. En definitiva, como si la palabra comunidad excluyera a todo aquel que no comulgue con la forma que el populismo entiende que han de tener las instituciones. También hay elementos populistas en la izquierda que han agitado el miedo a la vacuna, pero como en España les ha pillado en el Gobierno, se han andado con más cuidado.

Curiosamente, ha sido el populismo de derechas el que ha agitado más el miedo a la vacuna y sembrado dudas sobre el origen, naturaleza e incluso existencia del virus. Que si era un arma comunista o un invento para tener controlada a la población. Han puesto en duda la eficacia de los confinamientos y planteado que estos se producían realmente para controlar a la población y que esta no pudiera criticar al Gobierno. Llegaron a convocar manifestaciones en la que la falta de contención de la euforia con centenares de muertos ese mismo día, hizo plegar velas. Los dos problemas más importantes de estos planteamientos son el hecho de que se puedan no emplear todos los recursos disponibles por las fobias políticas de unos y que se malogre la dispensación de la vacuna por creer las conspiraciones de otros. Es, por tanto, vital que tanto los políticos no populistas como la clase científica y los profesionales sanitarios contrarrestemos las fuerzas que por recoger réditos electorales debilitan la lucha contra el virus. No hay que dejar espacio a los mensajes que, existiendo ya la solución, la malogren por inmadurez, irresponsabilidad o egoísmo.

 

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