Reforma, participación y regeneración democrática

Honorio Bando
Profesor honorario de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid y Académico de Varias Reales Academias de España

Estamos viviendo, en los últimos años, momentos de confusionismo, que afectan, en muchos casos y erosionan a la sociedad, aumentando la crisis profunda de valores, en la que nos hayamos inmersos. Día a día venimos asistiendo a continuas expectaciones en el panorama nacional, las cuales vienen provocadas por el evidente planteamiento de una regeneración democrática. Necesitamos una reforma sin sensacionalismo pero sí con una manifiesta eficacia, puesto que reformas a lo largo de nuestra historia ha habido muchas, pero sería difícil contestar a la pregunta: ¿Cuáles han sido eficaces?

Es difícil y árduo el camino de la reforma, que pasa por una reforma de nuestra Constitución de 1978 y que necesita una gran dosis de equilibrio, de entusiasmo e ilusión. Lo que empieza con ilusión nace, planteándose la necesitad de una verdadera y auténtica participación activa y responsable teniendo como objetivo primordial el logro de una regeneración democrática.

Una reforma eficaz exige verdadera participación para adaptar las directrices del Estado a las necesidades, que la sociedad exige en estos momentos. Este camino nos conducirá a una verdadera regeneración democrática, deseada por la mayoría de los ciudadanos de España.

La Reforma necesita un potencial humano con un gran sentido de servicio, desapasionado y con una profunda realidad y respeto de las libertades. El Estado tiene que plantearse, a corto plazo, un proceso de mutabilidad que deberá desembocar en nuevas estructuras. El ciudadano no puede estar ajeno a este proceso, tiene que tomar conciencia y participar en las tareas públicas y en la vertebración de la sociedad civil.

Hay que configurar el diálogo entre Gobierno y Ciudadano, para marcar las pautas en la visión prospectiva de los acontecimientos. El desarrollo político y social y la modernización deben llevar intrínseco, la averiguación de cuáles son las necesidades reales de nuestro país y los objetivos de bienestar social, que hay que tratar de conseguir. La participación encontrará sus cauces en distintos sectores que constituyen la actividad del Estado de nuestro tiempo. Desde las pequeñas parcelas de la vida ciudadana hay que cosntruir la participación, que no nace como tal, sino que se hace en el transcurso de las actividades cotidianas, evitando la deshumanización y el deterioro de la calidad de vida, debido a problemas de infraestructuras, viviendas, sanidad, transportes, que traen como consecuencia el alejamiento de la participación ciudadana, tan necesaria para el fomento de la conciencia ciudadana. Mi experiencia en estas materias me ha demostrado que asuntos como el consumo, la educación sanitaria, el medioambiente por citar expresamente algunos, han despertado las inquietudes de los ciudadanos por participar en estas tareas colectivas que vienen reclamando como necesidad vivencial cotidiana.

No hay que dejarse llevar en ningún momento por las presiones reiteradas de los sectores inmovilistas del país, que pretenden siempre mantener su “status quo”, que en cierta manera conducirían a un “impass” de difícil solución, que no contribuirían en absoluto a fomentar ilusión y entusiasmo para afrontar una regeneración democrática. Hay que subrayar el peligro que encerraría la excesiva lentitud en llevar a cabo la reforma constitucional, que acabaría por destruir esperanzas e inquietudes, tan necesarias en los procesos de cambios.

Se ve en el horizonte un camino de esperanza que en ningún momento debe el gobierno defraudar ya que en cierta manera despertaría la apatía de numerosos grupos políticos. Pero este camino que aludimos es en realidad un puente que debe conducirnos, en definitiva, a unos nuevos horizontes tan necesarios para el equilibrio económico, que se reflejará en los votos que arrojen las urnas.

Tampoco debemos olvidar que en todo equilibrio democrático existe una oposición, como ha ocurrido siempre en todas las democracias europeas. La oposición hay que aceptarla como tal en el país, siempre habrá personas que tengan criterios y puntos de vista distintos, que deben ser respetados, siempre y cuando no atenten a los derechos básicos de convivencia, acepten el juego limpio y la legitimidad de nuestro ordenamiento jurídico.

Es preciso también suscitar en las personas de nuestro tiempo la necesidad de una verdadera vertebración de la sociedad civil. La juventud exige cada día más, que su voz se oiga. Por esta razón, si verdaderamente queremos renovar unas estructuras, necesitamos de la ayuda incondicional y la participación de los jóvenes, con el denominador común de crear un mundo mejor, más justo y solidario.

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