La tetera del Covid

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Un simple té junto a una amistad podría generar uno de los dilemas más divertidos del Universo “¿Te imaginas que en el espacio hubiera una tetera que girase alrededor del Sol”? Ante tamaña interrogante solo podrías reaccionar con extrañeza exigiéndole a tu amigo que, en tal caso, te demostrase su presencia. A lo que tu acompañante respondería que “difícilmente te la podría mostrar porque es tan diminuta que ni el telescopio más potente del planeta podría captarla”.

Ni tú ni tu acompañante podéis contrastar esta conjetura, porque ninguno cuenta con evidencias suficientes para demostrar dicha teoría o su contraria. Esta absurda analogía recibe el nombre de la “tetera de Russell”, pues fue creada a instancias del filósofo y matemático británico Bertrand Russell allá por 1952 en un artículo titulado “¿Existe Dios?” para intentar explicar la existencia o inexistencia de Dios.

El propio filosofo escribió que “si en los manuales más vetustos se ratificase la presencia de la tetera, se mostrara como una reliquia sagrada cada domingo y se infundiera en las cabecitas de los más pequeños en los colegios, cuestionarla resultaría una extravagancia y el incrédulo sería invitado al diván de un psiquiatra y, en otros tiempos, hasta llevado a un inquisidor”.

A aquello lo llamaron primera ola, nos impusieron un confinamiento y una desescalada con fases progresivas

Para Rusell aunque mucha gente creyese en algo, eso no implicaba que en verdad existiera y, pese a que fuera imposible evidenciar que algo no era, eso no se podía aceptar como una certeza de existencia. A algo similar parecería que estuviéramos asistiendo con respecto a esta pandemia de coronavirus y todos los resortes que tienen su epicentro en ella y aún no se encuentran respuestas.

Empezamos con su origen; seguimos con su distribución geográfica; continuamos con su rápida expansión nacional, regional, local; luego intentamos entender las decisiones implementadas; las respuestas políticas y administrativas; más tarde avanzamos por las reacciones de la ciudadanía; paramos para tomar un descanso en la respuesta sanitaria mundial; las propuestas más o menos disparatadas; los diagnósticos severos; las cifras de contagios y de fallecimientos; los rebrotes  y un sin fin de comentarios no siempre contrastados, para agitar  o sembrar confusión…

A aquello lo llamaron la Primera Ola, nos impusieron un confinamiento y una desescalada con fases progresivas que presuntamente nos llevarían a la “nueva normalidad”, que era como entendíamos colectivamente la vida anterior, si es que algo de todo lo acontecido a lo largo la Historia de la Humanidad fuera normal, salvo el propio ciclo de la vida animal y vegetal. No incluyo el Medio Ambiente porque cualquier accidente lo tergiversa y dejaría de ser normal.

No cabe mayor escepticismo si tenemos en cuenta que no hemos hallado respuestas para muchos de los interrogantes, dejando entrever que hay teteras por todas partes en esta historia y cualquiera podría decir una cosa y su contraria, como de hecho está sucediendo. Pero por si no hubiéramos tenido suficiente, recibimos ahora algo más prevenidos, repito con cautela, el impacto de una Segunda Ola.

Ahora surgen otros problemas, como la propiedad de la sustancia y su control de la producción en serie

Hasta hace unos meses parecía imposible la consecución de una vacuna que no llegara en un plazo inferior a los 2-3 años, como ha sucedido con otros preparados inmunológicos frente a otras graves patologías, muchas incluso siguen sin respuesta definitiva.

Pero la aceleración de todos los procesos ha permitido que haya una sustancia muy desarrollada, ensayada, peritada y validada al 90% de eficacia, lista para afrontar el problema de la pandemia ¿¿¿??? ¡Qué mejor adaptación que a un problema global como la pandemia, el mundo dé una respuesta también global, coordinándose equipos y esfuerzos!

Pero claro, ahora surgen otros problemas, como la propiedad de la sustancia y su control de la producción en serie, la adquisición, almacenaje, distribución, aplicación priorizada, las interacciones con otros fármacos, las respuestas de la población… y seguro que entonces volveremos a ver teteras que nos harán cuestionar todo el proceso y saldrán paladines de unas teorías y detractores de estas para ponernos la cabeza como un bombo.

Pero quien más me saca de quicio son todos aquellos que, como ya dijimos desde esta misma tribuna, no respetan a sus semejantes, no tienen disciplina, ni muestran civismo, poniéndose en riesgo a ellos y a sus semejantes con sus conductas insolidarias y desafiantes.

Y por encima de éstos, antepongo a los cafres que afirman que no es un virus sino un genocidio encubierto, acusan injustamente a los más débiles de toda culpa en el origen y expansión del virus, y cuestionan todas las medidas higiénico-sanitarias hasta su incumplimiento absoluto, pidiendo públicamente su derogación. Y, en una hipérbole conspiranóica, rumian una posible y distópica ingeniería social oculta.

Yo no sé Vds., pero si alguna de esas teteras que presuntamente están virando por el espacio cayera encima y noquease a estos insensatos… en cumplimiento de mi juramente hipocrático… les atendería, al tiempo que les invitaría a revisar sus creencias y a mirar para arriba cuando arrojan sus boutades, porque la gravedad podría jugarles malas pasadas ¡Vigilen las teteras!

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