Titulitis

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Los profesionales sanitarios estamos acostumbrados a recibir a personas con toda clase de patologías que abarcan una amplia causalidad, y aquellas cuyo origen no podemos determinar por su extrañeza las encerramos en lo que hemos denominado "enfermedades raras" pero, insisto, todas ellas afectan de una u otra manera al organismo humano.

Pero el tema que nos ocupa tiene un calado social que por estas fechas está adquiriendo rango de asunto político, aunque en mi modesto análisis diría que más bien es una cortina de humo para distraer sobre otros asuntos de mayor relevancia, de tal manera que nos despistan con añagazas para que no veamos la chicha de la situación real.

La sintomatología ya empezó a notarse cuando este galeno vivía su adolescencia. "In ille tempore" sobrevivíamos en un páramo de incultura, la posesión de una titulación daba cierta notoriedad y constituía un anhelo para la promoción laboral y social, aquella a la que no habían podido aspirar nuestros predecesores y que, por ello, tanto se esforzaron en garantizárnosla.

"Lo único que importaba era tener un papel donde figurase o se asegurase que quien ostentaba y poseía un título pudiera exhibirlo para solaz de sus semejantes en un marco acristalado"

El contexto de esa juventud fue el "baby boom", que vino acompañado de una fiebre paterno-materna que pretendía que todos esos niños fueran talentos naturales y explotaran sus cualidades en la universidad con tal de obtener una licenciatura o título que les avalase para un futuro mejor y no como humildes mozos de carga o sencilla mano de obra barata.

Fue tal la obsesión, que hubo una ingente cantidad de compatriotas que sucumbieron a los deseos de sus progenitores por alcanzar un título universitario. Luego vendría la proliferación de centros regionales y autonómicos emisores de títulos: lo competitivo era tener más títulos para los individuos… y más centros para las regiones.

El fenómeno ha pasado a la posteridad como titulitis. La terminación en "itis" evoca inflamación y este caso es una muestra más de la colonización del lenguaje medico en lo social. Lo que se inició como simple "enfermedad puntual" pronto pasó a ser una endemia por mostrar una presencia constante en un área geográfica determinada. Luego adquirió el grado de epidemia al presentarse un número muy ingente de casos durante un tiempo determinado y en todo el territorio. Permítanme una hipérbole: solo la crisis económica ha evitado que adquiriese la naturaleza mundial de pandemia.

interior opinión Alfonso Vidal

Daban igual las destrezas adquiridas o las permeabilidades al conocimiento. Lo único que importaba era tener un papel donde figurase o se asegurase que quien ostentaba y poseía un título pudiera exhibirlo para solaz de sus semejantes en un marco acristalado.

Pero como quiera que aquello parecía hueco, gracias a las convalidaciones se podía llegar a lograr méritos superiores saltando de carrera en carrera hasta conseguir más de esos bonitos adornos encuadrados. Algo tan inocente como el juego de la oca o del canguro.

La fiebre subió cuándo parecían no ser suficientes las licenciaturas y cursos de postgrado y empezamos a aspirar a los doctorados, y al supremo conocimiento de los másteres, que nos distinguían por encima de la media que no podía permitírselos, bien por falta de conocimientos, bien por falta de recursos para sufragarlos.

Hasta este momento dábamos por bueno que las entidades emisoras de dichas titulaciones, a pesar de la endogamia, eran serias, responsables y tenían una entidad intelectual y un prestigio académicos suficientes para distinguir a su alumnado con esas titulaciones. Pero hete aquí que hemos empezado a comprobar que la corrupción ya se había instalado en las instituciones formativas.

Ahora conocemos que el trato de favor presuntamente ha beneficiado a personas bien posicionadas y capaces de influir en diferentes esferas de poder, dotándoles u otorgándoles supuestamente títulos académicos para jalonar o adornar con pompa y boato sus exiguos expedientes académicos. Trepar y reptar precisan de la misma posición en diferente plano. A la trayectoria política mediocre había que darle tempura académica.

Allá cada uno con sus actos irresponsables, pero que no vengan agitando a los cuatro vientos papeles que no les corresponden y que sólo les ponen en evidencia cuando no directamente en ridículo

Allá cada uno con sus actos irresponsables, pero que no vengan agitando a los cuatro vientos papeles que no les corresponden y que sólo les ponen en evidencia cuando no directamente en ridículo. Revisar el pasado permite no repetir los errores y aprender. La credibilidad en cuestión ahora no es solo de quienes han trepado, sino también la de las instituciones, y eso es harina de otro costal.

Solíamos confiar en el prestigio de los políticos para delegarles ciertas responsabilidades de representación, la misma confianza que se exige al resto de profesionales. Y aunque también es cierto que "la vida no se divide en facultades" y que muchas destrezas las adquirimos en el ejercicio de nuestra labor cotidiana sin que haya títulos enmarcados en la pared, para ejercer ciertas carreras es imprescindible la posesión de determinadas titulaciones.

No estaría de más que la cordura volviera al debate público, que la sensatez retornara a quienes ejercen diversas responsabilidades, y que la verdad y honestidad representaran el fundamento imprescindible de las relaciones sociales.

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