Tolerancia cero

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

El bienestar de la mayoría, supera al bienestar de la minoría. O de uno solo”. Decía el mítico personaje Spock en la película “La ira de Khan” dentro de la saga «Star Trek» para hacer entrar en razón al Capitán Tiberius Kirk. Cierto que sólo era ficción, pero el séptimo arte nos ha regalado perlas que ya han quedado grabadas a fuego en la memoria.

Lo mismo que sucedió con algunos aforismos latinos como “Salus populi suprema lex est”, que podríamos traducir como “la salvación del pueblo es ley suprema”, principio inicial del Derecho Público romano.

En estos casi dos años todos estamos haciendo un máster sobre cómo sobrevivir a una pandemia que podremos contar con mayor o menor fortuna a nuestros descendientes o bien dejarlo escrito y enterrado en manuscritos para que dentro de mil años futuras generaciones conozcan cómo sus antepasados sobrevivieron a esta plaga (vírica y de datos mediáticos), si es que finalmente lo conseguimos.

Hasta hace un año los recursos eran muy limitados, se ceñían a medidas preventivas para intentar evitar el contagio como el confinamiento, las mascarillas, las pantallas transparentes, guantes de látex, geles hidroalcohólicos, una suerte de combinatoria de fármacos a la desesperada para frenar la sangría sin demasiado éxito y conservar una “distancia social” que dificultara la transmisión del virus entre humanos de un mismo entorno.

Habrá que seguir luchando con todos los recursos, y el más importante sin duda es la vacuna, con las tres dosis recomendadas por las autoridades sanitarias y los especialistas en epidemiología, microbiología, virología…

Los denodados y costosos esfuerzos por encontrar soluciones inmunizantes por parte de la comunidad científica se saldaron con las primeras vacunas de poderosas firmas farmacéuticas. Ya hemos insistido que el periodo normal para estos preparados rondaba los siete años, pero la urgencia y la globalidad aceleraron todo y la respuesta de quienes la tuvieron a su alcance ha sido muy favorable, con ratios muy elevados de aceptación. Naturalmente que hemos asumido un riesgo, pero es que el peligro de muerte era infinitamente superior en caso de contagio.

Cierto que ha habido un reparto desigual en el planeta y que esas diferencias son muy complejas de subsanar, pero no por ello hay que dejar de intentar que más población mundial acceda a la pauta completa, a fin de conseguir la ansiada “inmunidad de rebaño global” y poder rebajar un día los riesgos de contagio hasta reducirla al nivel de una gripe común.

Con todo, hasta ese día habrá que seguir luchando con todos los recursos, y el más importante sin duda es la vacuna, con las tres dosis recomendadas por las autoridades sanitarias y los especialistas en epidemiología, microbiología, virología…

Todo lo que esté fuera de esta pauta, sin motivo justificado, roza la temeridad, la irresponsabilidad, la irracionalidad y el incivismo. No caben medias tintas. No es un problema de disparidad de criterios, ni de libertades y derechos de acción o decisión. Algunos países han optado por medidas drásticas de imposición obligatoria, lo cual podría tener reversos legales salvo que sus leyes se plieguen al interés colectivo por encima del individual.

No es admisible que quien se ha lucrado de la actitud gregaria de sus fans, les ponga en riesgo por un devaneo irresponsable

Y en este punto quiero incidir en la actitud cuestionable de ciertos referentes nacionales e internacionales que han optado por una postura negacionista, mostrando su peor cara y resultando un pésimo ejemplo para quienes les idolatran, siguen y emulan desde sus hábitos alimenticios, ropas, gestos, etc., que no dejan de ser rasgos de una cierta psicopatía hasta cierto punto comprensible.

Pero si esos ídolos rebasan fronteras éticas, morales e incluso legales… podrían dejar de ser un espejo en el que mirarse para convertirse en un cuestionable modelo al que convendría aislar por su alto poder contaminante. No me voy a revestir de ideólogo para orientar a quién se debe seguir y a quién no, pero no es admisible que quien se ha lucrado de la actitud gregaria de sus fans, les ponga en riesgo por un devaneo irresponsable.

Me cuesta entender a quienes rechazan que les vacunen, porque nos ponen en riesgo a los demás, y encima se burlan arguyendo que ambos estamos a salvo porque la mayoría nos hemos vacunado, cuando ignoran que ellos siguen en un altísimo riesgo por carecer de protección. Pero al menos no hacen ruido.

En cambio, ciertos artistas de la canción, del cine, de la literatura, del deporte (como ese tenista que mintió a todos para jugar un gran torneo), cuyos nombres no citaré porque no se lo merecen, han aprovechado de forma temeraria su fama para propalar toda suerte de falsedades y bulos, cuestionando los modelos científicos que buscan controlar de una vez por todas esta pesadilla.

 Abusar de la posición dominante que les otorgan sus carreras, su proyección mediática, el eco de las redes sociales, puede resultar muy perjudicial y hasta dañino para quien no tiene una clara percepción de la realidad 

No cabe discusión por su parte. Carecen de doctos argumentos de peso, de conocimientos médicos, químicos y/o biológicos, como para entrar en un diálogo que no roce el ridículo y casi la obscenidad: hablan de oídas de forma arbitraria y sin criterio, dando pábulo a toda clase de falacias que son intolerables.

Hay unas normas, unas leyes (con un margen de interpretación), que todos debemos acatar. Abusar de la posición dominante que les otorgan sus carreras, su proyección mediática, el eco de las redes sociales, puede resultar muy perjudicial y hasta dañino para quien no tiene una clara percepción de la realidad y se conforma con imitar a sus favoritos.

Por eso abogo por una “tolerancia cero” con estos líderes de masas que han confundido a sus fans con una masa aborregada y se han llegado a creer profetas del negacionismo, libertadores de la ciencia o mesías del mal.

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