Un verano atípico

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

“Hace algún tiempo en ese lugar, donde hoy los bosques se visten de espinos…” que cantaba el nano Serrat, disfrutábamos del periodo vacacional con plenos poderes, con las clásicas limitaciones económicas, sin menoscabo de las sanitarias, pero casi siempre relegadas a un segundo orden, porque la vieja pela, hoy el moderno euro, manda sobre nuestros destinos.

Pero este 20-20, llamado a ser con diferencia el genuino “annus horribilis”, nos ha traído también un verano diferente, muy distinto al de otras épocas, la infancia incluida… hasta diría que un verano atípico, nada convencional para lo que ha sido costumbre.

Los profesionales de la salud estamos acostumbrados a cambios drásticos en nuestros periodos de asueto, condicionados en su mayoría por los partes que determinaban cuándo nos podíamos ir de vacaciones, por cuánto tiempo, cuándo deberíamos reincorporarnos… vamos, solo faltaba que nos dijeran incluso adónde, pero debió parecerles muy estricto a quienes mandaban y siguen mandando.

No, desde luego no ha sido nada corriente porque de corrido podíamos salir, entrar, volver a salir, volver a entrar, comer, beber, respirar, pasear, alternar con los amigos, nadar, escalar, patinar, abrazarnos, besarnos, achucharnos y más… más que ustedes podrán completar en la intimidad de sus espacios de lectura.

Pero 20-20 ya apuntaba malas maneras desde su inicio. Los avisos que venían de Oriente no fueron escuchados, más bien ignorados, ninguneados, bien es cierto que ninguno predijimos la verdadera dimensión del tsunami que se nos venía encima, aunque intuíamos un riesgo potencial ante las medidas que ya se tomaban por aquellas latitudes.

"Las opiniones son libres, pero cuando está en juego la salud colectiva es mejor estar callado que hablar y demostrar la negligencia y frivolidad"

Cuando la gran ola pasó por encima sólo pudimos comprobar sus estragos, que se han prolongado en el tiempo, casi hasta que llegó el calor, momento en que se creyó que era el instante de evaluar los daños y pasar página, como si nada hubiera ocurrido, o así al menos lo interpretaron muchos conciudadanos que imprudentemente bajaron la guardia, pese a que aún quedaban réplicas o bien estribaciones de la misma ola.

Igual que en carretera se previene al conductor y resto del pasaje de los riesgos de una distracción, que van de leves a trágicos, pasando por moderados y fatales, en esta pandemia, que no ha sido cosa menor ni baladí, sino estratosférica, casi sideral, nos hemos distraído, y hablo como compatriota, asumiendo que mis semejantes han cometido errores de bulto perdiendo la concentración necesaria sino para erradicar, sí al menos para controlar la expansión.

Todos tenemos miles de preguntas, los científicos y sanitarios primero, por estar directamente implicados en su resolución, y paralelamente el resto de la población, pero si discretos y mesurados tenemos que ser unos, no menos lo deben ser otros, a los que se les debe exigir al menos silencio si no tienen nada inteligente que aportar. Claro que las opiniones son libres, pero cuando está en juego la salud colectiva es mejor estar callado que hablar y demostrar la negligencia y frivolidad.

Todos hemos sufrido en silencio. Algunos, los menos, en esta durísima batalla hemos perdido enteros de los que nos costará recuperarnos. Pero hay que mirar hacia delante con responsabilidad y pensar en el bienestar colectivo, por encima del personal. La respuesta a la pandemia también es global y este es un aspecto reseñable.

"Sólo desde el máximo rigor podremos atajar y, quién sabe, si hasta extinguir al culpable de esta desgracia"

Salir de nuestra zona de confort, modificar los modos de trabajo y los estilos de relación, las distancias, el contacto, sobreactuación ocular y gestual compensatoria… Muchas novedades en poco tiempo.

Debemos ser conscientes del esfuerzo y asumir los sobrecostes solidariamente, ciudadanos, entidades, organismos, autoridades deben arrimar el hombro y no escurrir el bulto de unos hacia otros. La salud y la seguridad son cosa de todos.

A todos nos incomodan las medidas precautorias, las distancias con nuestros seres queridos, pero son de obligado cumplimiento y sólo desde el máximo rigor podremos atajar y, quién sabe, si hasta extinguir al culpable de esta desgracia. Por eso el compromiso es colectivo, para que no haya más veranos atípicos. Firmeza y paciencia.

Los contenidos de ConSalud están elaborados por periodistas especializados en salud y avalados por un comité de expertos de primer nivel. No obstante, recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.
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