“Aceptación y lucha fue todo lo que pasó por mi mente”. Este fue el pensamiento que inundó la mente de Belén Domínguez cuando recibió el diagnóstico de cáncer. Le dijeron que no era un tumor cualquiera y que, además de ser cancerígeno, era muy agresivo; pero no quiso rendirse en ni un solo momento. Así nos lo cuenta en una entrevista a ConSalud.es la joven sevillana de 31 años diagnosticada con un tumor intramedular difuso de la línea media de grado cuatro.
Su historia ha conquistado las redes sociales y también el corazón de muchos, y ahora, ha llegado en forma de libro para trasladar a la literatura un trocito de su vida, de su corazón y de su lucha. “La vida es bonita incluso ahora” es el título elegido para contar la historia de Belén, quien a través de la fe, la esperanza y la fortaleza, nos cuenta cómo ha sido todo el proceso desde que ingresase un 8 de julio de 2023 en el Hospital Ramón y Cajal, momento en el que su vida pasó a ser diferente, pero siempre de la mano de los que más la quieren: su familia, su novio Emilio y todas sus amigas.
Todo este proceso empezó en julio de 2023. Belén, ¿cómo fueron los primeros síntomas, el diagnóstico y el primer ingreso?
Los primeros síntomas fueron dolores que parecían de contractura, muy cercanos al cuello. Siempre he sido una chica muy deportista y pensaba que era una contractura. Iba mucho al fisioterapeuta, me intentaban quitar esas contracturas, pero no funcionaba nada, ni siquiera los antiinflamatorios. Entonces fui al hospital y me diagnosticaron un tumor intramedular.
En un principio me dijeron que no solían operar, pero que me quedara ingresada con ellos y que podía confiar. No lo dudé, porque estoy en un hospital maravilloso. El primer ingreso fue un 8 de julio de madrugada y el 12 me operaron. Al principio estuve en preingreso con muchísimos enfermos en una misma habitación y tras la operación me subieron a planta. Fue todo muy rápido y doy gracias a Dios por ello porque es un tumor muy agresivo.
Puede ser difícil recordar o pensar en este momento, pero cuando escuchaste por primera vez la palabra cáncer, ¿qué pasó por tu mente?
No sabíamos si el tumor era benigno o no. Entonces trajeron una biopsia de la operación y al mes, los investigadores concluyeron que era un tumor muy raro, un tumor difuso de la línea media de grado cuatro que era cancerígeno. Vinieron a mi habitación, me lo contaron y la verdad que no puedo decir ningún pensamiento porque me quedé en shock. No era consciente de lo que estaba pasando, pero al día siguiente aterricé en la tierra y dije: vale, tengo cáncer y tengo que asumirlo y aceptarlo. Esta fue mi actitud frente al cáncer. No pensé en otras cosas, ni me puse derrotista, ni tampoco muy positiva, directamente lo acepté y dije que venga lo que tenga que venir que yo estoy aquí para afrontarlo.
"Mi actitud frente al cáncer y mi primer pensamiento fue la aceptación"
Al principio los tratamientos que me iban a dar, me daba curiosidad y miedo, pero después del primer día se me quitó el miedo y dije ya lo conozco de un día, ahora hay que ir a por todas. Y directamente mi actitud frente al cáncer y mi primer pensamiento fue la aceptación. Aceptación y lucha fue todo lo que pasó por mi mente.
Desde entonces, ¿cómo has afrontado las diferentes etapas de la enfermedad?
Las he afrontado con entereza, con aceptación y con mucha fuerza. Sobre todo porque tenía a mi familia y a mis amigas a mi lado, junto a un equipo médico brutal. Todos ellos han sido muy importantes para mi. El único momento que fue mucho más duro que los demás, y mira que ha habido momentos duros, fue cuando perdí la movilidad en las piernas de nuevo. Después de mi operación me quedé sin movilidad, aprendí a andar, a comer, a hacer muchas cosas con mucho esfuerzo. Estuve muchos días en terapia ocupacional y en fisioterapia, aún teniendo radioterapia y quimioterapia a la vez. Me seguía esforzando y aprendí a hacerlo todo, y un día me desperté y no volví a mover las piernas.
Ese día para mí fue el más duro de todos y me costó muchísimo trabajo asimilarlo. Pero bueno, no lo exterioricé y al final acabé aceptándolo al cabo de unos días. También hubo un momento importante, que fue en febrero, cuando me dijeron que me tenía que ir a paliativos porque no había funcionado nada con mi tumor, y eso fue algo duro también: tenía que elegir un centro con mi familia para irme a pasar los últimos días, se supone, pero luego tuve un rescate de mi doctor, el doctor Luis Ley, que fue quien me operó, y me dijo tú te quedas aquí conmigo en el hospital, no te vas a ningún centro. Al cabo de un par de semanas consiguió un ensayo clínico para mí, y fue como una ventana que se abría.
Y desde entonces, ¿cómo es tu día a día en el hospital?
Lo primero que hago nada más despertarme es comulgar. Viene el cura, comulgo, rezamos. Después vienen los médicos, comentamos qué tal estoy, si tengo algún síntoma nuevo, si me encuentro bien o mal. Después llegan las enfermeras para tomarme las constantes de la mañana para ver qué tal están y para ponerme toda la medicación. Y después tengo fisioterapia o terapia ocupacional, después comemos, porque no nos da tiempo a hacer nada más. Después intento descansar, dormir algo de siesta y luego tengo visitas, que es maravilloso, y después a descansar.
Me consta que has pasado por diferentes tratamientos hasta llegar al ensayo. ¿Cómo ha sido este proceso? Cuando te proponen el ensayo, ¿aceptas sin dudar en ni un solo momento?
Sí, he pasado por muchísimos tratamientos: por radioterapia, por quimioterapia, inmunoterapia. Y ahora el ensayo, que lo combino también con inmunoterapia. Ha sido un proceso duro a nivel de dolor, porque aunque yo sigo tomando todas las pastillas para el dolor neuropático, también he tenido toda la quimioterapia, que me producía muchos efectos secundarios. Es verdad que tengo el umbral del dolor bastante alto y además no me gusta quejarme, entonces lo he llevado por dentro, pero sí he tenido muchas náuseas, muchos mareos, muchos dolores de cabeza, tensiones altas y bajas.
Pero bueno, al final como todo, se acaba superando. Para mí ha sido un proceso diferente, nuevo, pero lo he superado, que es lo importante. Y yo creo que si le pones un poco de ganas y un poquito de fuerza, y estás bien rodeado, se supera. Yo cuando lo propusieron lo acepté sin pensarlo, en un solo segundo, no lo pensé. Es lo único que me queda y lo voy a aprovechar, al cien por cien. No dudé un solo segundo en aprovechar esta oportunidad que la vida me estaba brindando.
También estamos aquí hablando por la presentación de tu libro, entre otros motivos. ¿Qué ha supuesto para ti escribir este libro?
Para mí ha sido algo muy importante, que es brindarme la oportunidad de poder expresar al mundo las ganas de vivir que tengo, lo feliz que soy junto a mi familia, la importancia de la fe en mi vida y la fortaleza que me da. Para mí ha sido una gran oportunidad contar mi testimonio e intentar ayudar a la gente que esté pasando algún momento malo de su vida y que necesite leer unas palabras que le reconforten. Es una oportunidad para ayudar a quien se queja por todo, a quien no sabe relativizar, para que lea unas páginas y aprenda a decir “pues si Belén puede, ¿cómo no voy a poder yo?”. Este libro es un testimonio de vida en el cual te puedes inspirar para dejar la queja a un lado, para aprender a relativizar y para enamorarte de una historia que todavía no tiene final, y que esperamos que sea un final bueno y feliz.
“¿De qué me servirá darme por vencida?”, dices en una de las páginas. ¿Qué papel tiene la fe en este proceso de no darte por vencida, de no dejar de luchar?
La fe es el centro de mi vida. Para mí Dios es el centro de mi vida, gracias a él lo tengo todo en mi vida; tengo mi familia, mis amigos, dentro de mi familia incluyo a mi novio y a su familia, y un equipo médico maravilloso. Al igual que Jesús llevó su cruz hasta el final, lo aceptó desde el principio, yo lo hago igual. Esto me ha llegado y lo acepto, acepto mi cruz y tiro para adelante y confío en Dios, confío en la providencia y me pregunto solamente para qué me ha mandado esto y lo voy descubriendo cada día: si es para ayudar, si es para visibilizar una enfermedad, si es para intentar pasar más tiempo con mi familia, si es para tener mucha más fe en él… Para mi la fe lo es todo. Yo he aceptado mi cruz y tiro para adelante como una campeona con ella. Cualquier cosa que me venga sé que la voy a vencer, y esto es gracias a mi fe.
Hablas del dolor y, de nuevo, el regreso al hospital. ¿Cómo viviste esos momentos, teniendo en cuenta la frustración, el miedo y los síntomas físicos?
Pensé que iba a pasar las Navidades de otra manera y al final las pasamos aquí en el hospital, que era lo que a mí me chocaba. No me lo esperaba, pero al día siguiente pensé “es lo que me ha tocado, es lo que tengo, por lo menos estoy aquí, me cuidan, los médicos están preocupados por mí y están haciendo todo lo posible para que yo esté bien, ¿cómo no voy a estar contenta?”. Al poco de ingresar, prácticamente al día siguiente, ya estaba contenta, con mi gente de siempre, mis auxiliares, mis enfermeras, mis médicos. Para mí lo más importante era estar segura de que todo podría salir bien. Yo lo acepté, mi familia también lo aceptó y decidimos tirar para adelante con una sonrisa. Tengo la suerte de tener a mis padres y a Emilio aquí unidos todo el tiempo, y a un ejército de personas con nosotros rezando por la situación, porque todo saliera bien. Ingresar aquí es otra etapa de nuestras vidas, pero estamos muy bien acompañados y eso es lo importante.
¿Qué le dirías a una persona que esté atravesando un momento tan complicado?
Le diría que no cayera en la desesperanza. Hay que tener siempre esperanza, hay que tener fe en el proceso, en que todo puede salir bien, en que todo va a salir bien, en confiar. Es importante dejar todo lo que no depende de nosotros a un lado y no anticiparse. Todo lo que esté en vuestras manos, hacedlo, e intentad dar lo mejor de vosotros mismos. Hay que estar felices, aunque cueste, porque la felicidad es importante mantenerla y si nosotros intentamos ser felices, los demás a nuestro alrededor lo serán y nos apoyarán en todo.
¿Y cómo valoras la labor de los profesionales que te acompañan día a día?
Quiero agradecer al Hospital Ramón y Cajal, en concreto al Servicio de Neurocirugía del hospital, por hacerme sentir que mi vida merece la pena. Me dijeron que me iban a mandar a paliativos y ellos me rescataron y me dejaron aquí en Neurocirugía. Me cuidan todos los días, tanto a mí como a mi familia, incluyendo a mi pareja, Emilio, por supuesto. Nos hacen sentir parte de una familia, de su familia. Y en concreto quiero dar las gracias al doctor Ley, por velar por mi y por mi salud. A él y a su equipo médico, porque es muy importante todo lo que hacen por mí todos los días.