Las temperaturas en Europa aumentan más del doble que la media global en los últimos 30 años

“Este año, al igual que en 2021, amplias zonas de Europa se han visto afectadas por extensas olas de calor y sequías”, advierte un reciente informe elaborado por la Organización Meteorológica Mundial.

Una madre le echa agua a su hijo por la cabeza durante una ola de calor en Sevilla (Foto: Joaquín Corchero / EP)
Una madre le echa agua a su hijo por la cabeza durante una ola de calor en Sevilla (Foto: Joaquín Corchero / EP)
Ángel Luis Jiménez
27 noviembre 2022 | 00:00 h

El verano de 2022 pasará a la historia como uno de los más calurosos desde que se tienen registros en Europa, como demuestran las temperaturas récord que se han registrado en la mayoría de países como consecuencia de las intensas olas de calor que se han sucedido durante la temporada estival. El viejo continente es uno de los ejemplos más claros de que nuestro mundo se calienta cada vez más debido al cambio climático.

Así lo ha puesto de manifiesto un informe publicado a principios del pasado mes de noviembre por la Organización Meteorológica Mundial (OMM). De acuerdo con este el aumento de las temperaturas que se ha observado en Europa a lo largo de las últimas tres décadas supone más del doble del incremento medio de la temperatura que se ha registrado a nivel global. “En ningún otro continente las temperaturas han subido de forma tan notable”, aseveran los autores del informe “Estado del clima en Europa”.

En el periodo comprendido entre los años 1991 y 2021 las temperaturas en el continente europeo han aumentado de forma significativa a un ritmo medio aproximado de +0,5 °C por década. El pasado año los fenómenos meteorológicos y climáticos de gran impacto provocaron cientos de víctimas mortales, afectaron directamente a más de medio millón de personas y causaron pérdidas económicas por encima de los 50.000 millones de dólares. El informe detalla que alrededor del 84% de estos fenómenos fueron crecidas o tormentas.

A medida que continúe la tendencia de calentamiento, la sociedad, las economías y los ecosistemas se verán cada vez más afectados por episodios de calor excepcionales, incendios forestales y crecidas, entre los múltiples efectos derivados del cambio climático.

“Europa es el vivo reflejo de un mundo que se calienta y nos recuerda que incluso las sociedades bien preparadas no están a salvo de las consecuencias de los fenómenos meteorológicos extremos. Este año, al igual que en 2021, amplias zonas de Europa se han visto afectadas por extensas olas de calor y sequías, que han alimentado incendios forestales. En 2021, los excepcionales episodios de crecidas causaron muerte y destrucción”, exponía en la presentación del informe el Secretario General de la OMM, el profesor Petteri Taalas.

“En el ámbito de la mitigación, debe mantenerse el buen ritmo en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en la región y deben marcarse objetivos más ambiciosos. Europa puede desempeñar un papel decisivo en la consecución de una sociedad neutra en carbono a mediados de siglo y así cumplir lo dispuesto en el Acuerdo de París”, añadía.

En el periodo comprendido entre los años 1991 y 2021 las temperaturas en el continente europeo han aumentado de forma significativa a un ritmo medio aproximado de +0,5 °C por década

La realidad que estamos viviendo tiene serias implicaciones en términos de salud. El informe no duda a la hora de afirmar que, aunque Europa se encuentra a la vanguardia en lo referente a iniciativas destinadas a mitigar el cambio climático y desarrollar soluciones innovadoras para adaptarse al clima, la sociedad europea es vulnerable a las consecuencias del calentamiento global. Un problema extensible al resto de continentes como demuestran las previsiones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que indican que el cambio climático provocará entre los años 2030 y 2050 más de 250.000 muertes adicionales cada año causadas por desnutrición, diarrea, enfermedades infecciosas como la malaria o el estrés térmico.

“El cambio climático es la mayor amenaza para la salud que enfrenta la humanidad”, ha aseverado la OMS en numerosas ocasiones. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), concluyó que para evitar los efectos catastróficos en la salud y evitar así millones de muertes relacionadas con el cambio climático, el mundo debería limitar el incremento de la temperatura a 1,5 °C. Incluso si se alcanzase esta meta, la situación no sería segura ya que cada décima de grado adicional que se suma al calentamiento global supondré nefastas consecuencias para la salud de las personas.

Las formas en las que el cambio climático está repercutiendo en la salud son múltiples. Los referidos fenómenos meteorológicos y climáticos extremos (tormentas, inundaciones u olas de calor) provocan la interrupción de los sistemas alimentarios, el aumento de las zoonosis y propagación de las enfermedades transmitidas por vectores, hambrunas, escasez de agua y problemas de salud mental, entre otros.

A pesar de que los efectos del cambio climático sobre la salud son inequívocos, lo cierto es que todavía supone un desafío estimar con precisión la escala y el impacto de muchos de los riesgos que supone. “En el corto y medio plazo, los impactos del cambio climático en la salud estarán determinados, principalmente, por la vulnerabilidad de las poblaciones, su resiliencia al ritmo actual del cambio climático y el alcance del ritmo de adaptación. A más largo plazo, los efectos dependerán cada vez más de las medidas que se adopten y de las transformaciones que se realicen para reducir las emisiones y evitar el incumplimiento de los umbrales de temperatura peligrosos y posibles puntos de inflexión irreversibles”, asevera la OMS.

En este sentido y retomando las conclusiones del informe con el que iniciábamos estas líneas, en el ámbito de la mitigación se debe mantener el buen ritmo iniciado en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en la región europea, pero deben fijarse objetivos más ambiciosos. “Europa puede desempeñar un papel decisivo en la consecución de una sociedad neutra en carbono.

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