Desigualdades en el abordaje del infarto: “Necesitamos más representación femenina en los estudios"

Una investigación realizada en Aragón ha confirmado estas desigualdades en los tratamientos tras un análisis a 4.000 personas que sufrieron un infarto entre 2017 y 2022

Las desigualdades de género en el acceso a la atención sanitaria tras sufrir un infarto agudo de miocardio son una realidad. Así lo confirma un estudio liderado por el Grupo de Investigación en Servicios Sanitarios de Aragón (GRISSA), en colaboración con investigadoras de la Universidad de Zaragoza y la Fundación IIS Aragón. El trabajo, titulado “Desigualdades de género en los patrones de prescripción e inicio de los fármacos recomendados por las guías tras un infarto agudo de miocardio” y publicado en la revista ‘BMC Public Health’, ha analizado a casi 4.000 personas que sobrevivieron a un primer infarto entre los años 2017 y 2022. Esta investigación ha revelado que las mujeres reciben con menor frecuencia los medicamentos recomendados por las guías clínicas, en comparación con los hombres.

Según explica a ConSalud.es, Irene López Ferreruela, una de las autoras del estudio e investigadora de la Universidad de Zaragoza, quien además trabaja como enfermera, estas desigualdades son parte del día a día de su trabajo. “En consulta vemos cómo los varones reciben más seguimiento, más atención, mientras que las mujeres, aunque también padecen estas enfermedades, están menos representadas tanto en la atención como en la literatura científica”, señala.

“Las guías clínicas recomiendan de forma clara estos fármacos y, aún así, vemos que las mujeres los reciben en menor medida"

El estudio ha centrado su análisis en medicamentos de primera línea, como los betabloqueantes, los antiagregantes plaquetarios —como la clásica aspirina— y las estatinas, todos ellos esenciales para prevenir nuevos eventos cardiovasculares. “Las guías clínicas recomiendan de forma clara estos fármacos, y aún así, vemos que las mujeres los reciben en menor medida. Incluso tras ajustar por edad, persisten las diferencias”, advierte López. El trabajo también ha observado un mayor uso en mujeres de otros medicamentos, como los bloqueadores de los canales de calcio, que no son la primera opción recomendada tras un infarto.

Una de las principales explicaciones a estas desigualdades es la edad. Las mujeres tienden a sufrir su primer infarto a edades más avanzadas que los hombres, y esa mayor edad puede condicionar las decisiones médicas. “Parece que, por ser mayores o tener más enfermedades, se receta menos por miedo a la polimedicación o por considerar que no es tan necesario. Pero eso no debería ser así si las guías clínicas dicen que ese tratamiento supone un beneficio para la salud de la paciente”, subraya la investigadora.

Además, los factores sociales también son determinantes. El nivel socioeconómico y vivir en zonas rurales agravan estas desigualdades. “La mujer mayor que vive sola en el medio rural tiene más barreras para acceder al sistema sanitario. O no acude o no se le prescribe lo que se le debería prescribir. En cambio, vivir en una zona urbana parece reducir estas diferencias”, señala la enfermera. La intersección entre género, edad, situación económica y lugar de residencia complica aún más el panorama.

INCORPORAR LA PERSPECTIVA DE GÉNERO AL SISTEMA SANITARIO

Para atajar esta situación, los investigadores coinciden en la necesidad de incorporar la perspectiva de género en todos los niveles del sistema sanitario, desde los ensayos clínicos hasta la práctica asistencial. “La enfermedad cardiovascular no es distinta entre hombres y mujeres, pero se presenta de forma diferente. Durante años se ha dicho que las mujeres tienen síntomas atípicos. Igual no son atípicos: son simplemente los síntomas femeninos del infarto”, sostiene la investigadora.

“La enfermedad cardiovascular no es distinta entre hombres y mujeres, pero se presenta de forma diferente"

“Hay que garantizar la representación adecuada de mujeres en los estudios clínicos, desarrollar guías de práctica clínica diferenciadas por sexo y fomentar la equidad en el acceso a los tratamientos. Si no se aborda esta desigualdad, se compromete la recuperación y la calidad de vida de muchas mujeres”, afirma la investigadora.

MÁS IMPLICACIÓN POR PARTE DE LAS ADMINISTRACIONES

La implicación de profesionales sanitarios es también un factor determinante para avanzar en este terreno. Aunque el Servicio Aragonés de Salud ofrece cursos de formación, muchas de estas investigaciones se realizan fuera del horario laboral y por “interés personal”, indica la investigadora. “Nuestro objetivo es saber qué está fallando y cómo podemos mejorar la atención a nuestras pacientes”, confiesa.

Además de la formación y la investigación, la enfermera insiste en que deben implicarse también las administraciones públicas. “Hay desigualdades que escapan al sistema sanitario, como la pensión de una paciente o si puede permitirse una alimentación saludable. Ahí necesitamos una estrategia más global, con implicación política real, para reducir esas diferencias que condicionan tanto la salud de las personas”, concluye.

*Los contenidos de ConSalud están elaborados por periodistas especializados en salud y avalados por un comité de expertos de primer nivel. No obstante, recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.