Detección precoz y terapia génica, retos y oportunidades en la anemia de Fanconi

La anemia de Fanconi es una enfermedad rara de origen genético que afecta principalmente a niños como Berta, pero también puede debutar en la edad adulta, como el caso de Vicente

Vicente Gómez, paciente con anemia de Fanconi, antes de recibir el trasplante de médula ósea (Foto. Cedida por él)
Vicente Gómez, paciente con anemia de Fanconi, antes de recibir el trasplante de médula ósea (Foto. Cedida por él)

La anemia de Fanconi es una de esas enfermedades raras de origen genético que afectan a un porcentaje pequeño de la población, a uno de cada 300.000 nacidos, según datos de la Fundación de Anemia de Fanconi, pero que tienen un importante impacto en la salud de estos pacientes. El 80% de los casos debutan entre los 4 y 14 años, por lo que se considera una patología pediátrica, aunque también hay casos de personas a los que se les diagnostica más allá de los 15 años.

Fue el caso Vicente Gómez. En 2010, con 38 años, le diagnosticaron la anemia de Fanconi. Él llevaba una década con síntomas tras trabajar en una empresa con productos químicos que se relacionan con el debut de esta patología. Comenzó con toses muy fuertes y parámetros hematopoyéticos muy bajos. La anemia de Fanconi es una enfermedad poco conocida y de difícil diagnóstico, y los médicos en un primer momento definieron el caso de Gómez como una aplasia medular idiopática, es decir, una aplasia de origen desconocido. En 2010 le diagnostican y comienza a empeorar, justo había nacido su segunda hija. Cada vez sentía más debilidad y se mareaba, "incluso el subir tres escalones, levantarse de la silla y subir una calle en cuesta" les costaba. Pasó mucho tiempo con un nivel de hemoglobina de 7 g/dL, más adelante bajo a 5 g/dL (un hombre tiene anemia cuando tiene menos de 13,5 g/dL).

Son pacientes anémicos, con leucopenia o reducción de leocucitos, hemorragias espontáneas e infecciones de forma persistente y severa

Cada paciente con anemia de Fanconi desarrolla síntomas distintos cuando la enfermedad debuta, hay niños que con tres años ya desarrollan un tumor sólido, mientras otros a los seis años comienzan a sentirse muy cansados. Los pacientes, tanto niños, jóvenes o adultos como Vicente Gómez, sufren principalmente una reducción progresiva de la producción de las células de la sangre (glóbulos rojos, blancos y plaquetas). La médula ósea comienza a fallar, lo que provoca falta de células sanguíneas, mientras las que hay empiezan a crecer para intentar portar la mayor cantidad de oxígeno posible y dar energía al cuerpo, provocando cansancio en los pacientes. Si la insuficiencia medular va avanzando puede llevar a una aplasia, es decir, la desaparición total de glóbulos en la médula ósea.

Esto, explica a este medio el Dr. Juan Bueren, director de la Unidad de Innovación Biomédica del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) y miembro de la Red Española de Investigación en Anemia de Fanconi, deriva en pacientes anémicos, con leucopenia o reducción de leocucitos, hemorragias espontáneas e infecciones de forma persistente y severa. Además tienen un mayor riesgo de sufrir cáncer, principalmente de la sangre. De hecho, un 30% de los pacientes desarrollan neoplasias con el paso del tiempo y el 28% tumores sólidos.

Muchos de los pacientes, un 70%, también sufren alteraciones congénitas como malformaciones en extremidades superiores u ojos pequeños. Estas malformaciones junto con la aplasia celular facilita la sospecha de que se trate de esta enfermedad, pero solo se inicia el diagnóstico cuando se ven estos signos, y en muchos casos ya cuando la enfermedad está muy avanzada.

“Ella todavía no ha desarrollado ningún síntomas y no sabemos cómo se mostrará la enfermedad, lo bueno es que ahora tiene un seguimiento continuo"

Berta, un bebé de cinco meses diagnosticada de anemia de Fanconi (Foto. cedida por la familia)

Berta tiene ahora cinco meses, sus padres, Carla Tejera y Manuel González, todavía recuerdan la tristeza y dolor cuando nació. “Durante el embarazo se observó un desarrollo lento que luego se estabilizó, y atresia esofágica”, cuenta por teléfono la madre. Este defecto de nacimiento hace que parte del esófago del bebé que conecta la boca y el estómago no se desarrolle adecuadamente lo que puede hacer que una vez que nace el niño se ahogue con su propia saliva. “Estaban preparados para intervenir nada más que naciera y arreglar la atresia”. Pero lo que no se había visto durante la gestación fue que a la niña le faltaba una costilla y no tenía los pulgares de las manos. “Fue un mazazo”, recuerda Carla Tejera.

Lo positivo, que ella misma señala, es que los médicos sospecharon de una enfermedad genética cuando vieron las alteraciones y pudieron diagnosticar la mutación genética. Las pruebas confirmaron una anemia de Fanconi a los dos meses de edad de Berta, siendo una de las niñas en España con uno de los diagnósticos más precoces. “Ella todavía no ha desarrollado ningún síntomas y no sabemos cómo se mostrará la enfermedad, lo bueno es que ahora tiene un seguimiento continuo con distintas especialidades como oftalmología, otorrino o dentistas, porque no sabemos por dónde podrá salir la enfermedad, lo que sí sabemos es que más adelante puede ser candidata a la terapia génica”.

AVANCE EN EL TRATAMIENTO

Hasta el momento, el tratamiento para las personas con esta patología y con aplasia medular es una serie de trasfusiones de andrógenos, hormonas masculinas que aumentan el número de glóbulos rojos y con frecuencia también de plaquetas. En el caso en el que los pacientes comienzan a empeorar se plantea el trasplante de médula ósea con quimioterapia. Con esta estrategia se eliminan las células enfermas, prenden células madres en el paciente y se comienza a producir sangre sana.

A Vicente Gómez le realizaron el trasplante tras 2016 de un donante compatible no emparentado, con las trasfusiones vio que recuperaba la fuerza, la mente estaba más despierta y todo iba mejor, “era impresionante”. Tras ello le trasplantaron una nueva médula ósea, una solución que, aunque temporal, permite que siga aquí. De hecho, según cuenta por teléfono, antes de recibir el trasplante pensaba que iba a morir y solo podía pensar en las dos hijas que dejaba.

“Estoy agradecido por no sentirme enfermo, he vuelto a vivir”

Ahora su vida ya no está amenazada, y de hecho ha recuperado la fuerza: “Estoy agradecido por no sentirme enfermo, he vuelto a vivir”, señala. Ahora va a revisiones periódicas porque es probable que le aparezca algún tumor. Pacientes adultos como él ya no esperan nada más para ellos mismos, pero sí para los niños. “La única solución es poder cambiar los genes que están mal y causan la enfermedad”.

Una solución que ya está de camino en los laboratorios del Ciemat liderado por el Dr. Juan  Bueren. El tratamiento consiste en reinfundir células de la médula ósea del paciente de una versión correcta del gen que el paciente tiene alterado, para que las células corregidas genéticamente sean capaces de crecer y diferenciarse de forma adecuada en glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas. En los ensayos con seguimiento a cinco años se ha visto que el tratamiento es eficaz para los niños, pero en los casos en los que el paciente tiene un daño avanzado y la médula ha dejado de funcionar “el daño no se puede evitar”, indica el Dr. Bueren.

El avance permitirá por el momento dar una solución a los pacientes a los que no se recomienda el trasplante o a los que no tienen donante familiar. Más adelante se buscará llegar al resto de pacientes, al mismo tiempo que se desarrollan fármacos para ayudar a producir más leucocitos o se realizan ediciones génicas corrigiendo la mutación del gen. “Permitirán tratar a pacientes con estrategias nada tóxicas e incluso eficaces”, concluye el experto.

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