Memoria inmune: la razón por la que no preocupa la desaparición de anticuerpos de la vacuna Covid-19

Cada vez hay más estudios que apuntan a un menor tiempo en el que mantenemos los anticuerpos creados con la vacuna Covid-19, sin embargo esto no significa una pérdida de eficacia

Crean un dispositivo de electroporación para administrar vacunas inspirado en un encendedor (Foto. Freepik)
Crean un dispositivo de electroporación para administrar vacunas inspirado en un encendedor (Foto. Freepik)
Paola de Francisco
20 septiembre 2021 | 13:00 h

Según avanzan los planes de vacunación en el mundo, aumentan los estudios para comprobar cómo se desarrolla la inmunidad de las vacunas contra la Covid-19. Los hay que señalan una duración de anticuerpos de seis meses, otros de cuatro, otros un descenso progresivo de anticuerpos cada dos meses. Y ante esos datos, fuera del mundo científico son cada vez más las voces que piden dosis de refuerzo. ¿Pero de verdad dejamos de estar protegidos cuando desaparecen los anticuerpos?

Tal y como indica un estudio reciente realizado en India, los anticuerpos que combaten la Covid-19 caen de forma significativa dentro de los cuatro meses posteriores a la primera dosis, pero esto “no significa necesariamente que las personas inmunizadas pierdan su capacidad para contrarrestar la enfermedad, ya que las células memoria del cuerpo aún pueden actuar para ofrecer una protección sustancial”, explica uno de los investigadores.

El sistema inmune siempre responde de la misma forma a cualquier infección que entre en su radar. Como explica a Consalud.esCarmen Álvarez-Domínguez, inmunóloga especializada en enfermedades infecciosas y profesora de la UNIR, existe una doble inmunidad: una primera respuesta que genera una respuesta innata e inespecífica, y que llama a la segunda respuesta que es específica, conocida como adquirida o adaptativa.

La memoria inmunitaria es el recuerdo de las células que les permite recordar el antígeno del virus y responder ante él a lo largo del tiempo

“La respuesta específica es la que crea los anticuerpos a partir de los linfocitos B e induce a células como las T, responsables de responder ante el virus y matar las células infectadas”, señala Álvarez-Domínguez. Ambas son las encargadas de crear la memoria inmunitaria, es decir, la memoria de las células que les permite recordar el antígeno del virus y responder ante él a lo largo del tiempo.

Como explica la Sociedad Española de Inmunología, la vacunación consiste en inducir una respuesta frente a un agente infeccioso mediante la administración artificial de dicho agente modificado o de sus algunas de sus partes “con el objetivo de que, al ponerse en contacto con el patógeno natural y, gracias a la memoria inmunológica, el sistema inmunitario repela la agresión sin enfermedad o con una sintomatología más leve”. “Cuando nos hemos vacunado con la pauta completa de la Covid y nos infectamos, las células memorias producen anticuerpos de linfocitos B que bloquean el virus y de linfocitos T que atacarán las células infectadas”, añade la experta consultada.

El hecho de que los anticuerpos producidos directamente tras recibir la vacuna desaparezcan es una respuesta lógica. “El sistema inmune funciona con ahorros de energía, y crear y mantener anticuerpos gasta mucha energía. Por es,o con el tiempo va reduciéndose su cantidad y solo cuando se vuelve a enfrentar al virus se crean de nuevo”. Y entre los primeros anticuerpos en desaparecer tras la inoculación se encuentran aquellos que no son necesarios para la defensa contra el SARS-CoV.

“Hay que estar tranquilos porque la inmunidad celular dura años, incluso décadas"

Después de que nuestras células secuencien el ARN mensajero o el adenovirus y presentan los péptidos a los linfocitos para crear anticuerpos, de la gran masa de anticuerpos que se desarrollan no todos son neutralizantes, y de esa producción altísima se va reduciendo poco a poco la cantidad a lo largo del tiempo hasta desaparecer y solo quedar la memoria.

“Hay que estar tranquilos porque la inmunidad celular dura años, incluso décadas. Por ejemplo, cuando vacunamos a los bebés de la polio, la vacuna sigue siendo eficaz años tras años, de tal forma que es difícil que se infecten, pero si lo hacen esto no supone ningún problema porque su sistema inmune evitará un desarrollo grave de la enfermedad. Lo mismo ocurriría con la Covid o el resto de infecciones”, indica Carmen Álvarez-Domínguez.

ANTICUERPOS EN INMUNODEPRIMIDOS

Caso aparte son los grupos de inmunodeprimidos en los que el Gobierno ha aprobado una dosis adicional desde la semana pasada. En su caso el problema se produce antes de la memoria inmune celular, en el proceso de la inmunidad adquirida y creación de anticuerpos de linfocitos B y T para neutralizar la infección.

“Se ha descubierto que en esa masa de anticuerpos que generan no están los adecuados. Son muy bajos los neutralizantes y en muchos casos generan una mala respuesta inmune”. Por eso están menos protegidos y necesitan una dosis adicional, que no de refuerzo, para mejorar su respuesta memorial, porque se ha comprobado en diferentes estudios que con una dosis más la respuesta es adecuada.

Los contenidos de ConSalud están elaborados por periodistas especializados en salud y avalados por un comité de expertos de primer nivel. No obstante, recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.
Lo más leído