Niños y nuevas variantes del SARS-CoV-2: su papel en la transmisión continúa sin estar claro

Según un estudio los niños, especialmente los menores de 10 años, tienen aproximadamente la mitad de probabilidades que los adultos de transmitir la variante.

Profesora toma la temperatura a una alumna (Foto. Freepik)
Profesora toma la temperatura a una alumna (Foto. Freepik)
CS
26 enero 2021 | 00:00 h

La aparición de distintas variantes del SARS-CoV-2, mucho más contagiosas que las anteriores, ha vuelto a abrir el debate sobre el papel que juegan los niños en la transmisión del coronavirus. Los primeros estudios sobre la denominada como “variante británica” (B.1.1.7) han sugerido que esta se estaba propagando más entre los niños que los adultos en comparación con otros linajes del virus. Pero ahora los investigadores apuntan a que la variante se propaga prácticamente en las mismas proporciones entre todos los grupos de edad.

A pesar de que la evidencia científica sobre el SARS-CoV-2 ha ido incrementándose con el paso del tiempo, lo cierto es que aún existen numerosas incógnitas sobre los mecanismos de propagación entre los niños y cómo estos combaten la enfermedad. “Todavía no sabemos cuánto contribuyen los niños y los entornos educativos en la propagación”, explica en Nature Catherine Bennett, epidemióloga de la Universidad de Deakin (Melbourne, Australia).

Los niños parecen ser menos susceptibles al SARS-CoV-2 que los adultos. Un hecho sobre el que los científicos aseguran que radica en diferencias biológicas inherentes a los distintos grupos de edad. Diversos estudios realizados en escuelas británicas sugieren que los centros educativos no son “puntos calientes de la transmisión”, siempre que se tomen las precauciones adecuadas como la higiene de manos y respiratoria y el distanciamiento social. Sin embargo, los datos son difícilmente comparables entre los países debido a la variación de las prácticas y medidas.

Ante el nuevo escenario epidemiológico marcado por la expansión de variantes con mayor capacidad de propagación, Bennett sugiere que, si estas variantes aumentan las tasas de infección en los niños deberían revisarse los protocolos establecidos en los colegios sobre la dinámica de transmisión del virus. Alerta de la evidencia sobre el hecho de que los niños cursan en gran medida las infecciones de forma asintomática y, generalmente, los gobiernos centran sus estrategias únicamente en las personas que presentan síntomas.

La nueva variante se transmite con la misma facilidad en todos los grupos independientemente de la edad

El debate sobre los colegios vuelve a estar encima de la mesa. Algunos expertos consideran que el cierre de los centros educativos antes que otros espacios sociales se traduce en un severo perjuicio para el aprendizaje. Otros opinan que, ante el rápido incremento de casos que se está experimentando en todos los países europeos, los gobiernos deberían actuar rápidamente con medidas más contundentes que incluyan el cierre de los colegios.

UNA FOTOGRAFÍA CAMBIANTE

La variante B.1.1.7 fue detectada por primera vez en Reino Unido (Kent) el pasado mes de noviembre. Los datos recopilados en base a los primeros estudios indican que entre finales de noviembre y mediados de diciembre, los niños se estaban infectando más con el nuevo linaje que los adultos.

Unas conclusiones que han sido desterradas tras un reciente estudio publicado en enero por el Public Health England (agencia gubernamental de Salud Pública), que ha hallado que la nueva variante se transmite con la misma facilidad en todos los grupos independientemente de la edad. Señala además que los niños, especialmente los menores de 10 años, tienen aproximadamente la mitad de probabilidades que los adultos de transmitir la variante.

En este sentido los expertos manifiestan que si los primeros estudios demostraron una mayor proporción de niños infectados por la nueva variante podría deberse a que las escuelas permanecieron abiertas al mismo tiempo que los centros de trabajo y comercios.

Ante el aumento de los casos positivos entre la población infantil, los científicos requieren datos más precisos sobre cómo se transmite el virus entre ellos, incluidos la cantidad de contactos cercanos que infectan los niños en comparación con los adultos asegura Bennett.

 

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