Del cólera al ébola: cuando las enfermedades que matan a millones de personas llegan a países ricos

Enfermedades como el cólera o el ébola matan a miles de personas en los países más pobres, pero solo las recordamos ante la posibilidad de que se detecten casos en las naciones con más recursos.

Vacunación a niño en África (Foto: OMS)
Vacunación a niño en África (Foto: OMS)
Ángel Luis Jiménez
24 junio 2022 | 00:00 h

El pasado 22 de junio se encendían todas las alarmas. La Junta de Castilla-La Mancha procedía al precinto de una finca ubicada en Toledo después de que una menor "contrajera" cólera por consumir agua del grifo procedente de un pozo radicado en la propiedad. Se trataría del primer caso de cólera autóctono en España desde 1979. Pocas horas después el Ministerio de Sanidad aclaraba que no se trataba de un caso de cólera, sino que la menor afectaba padecía un problema gastrointestinal producido por el agente patógeno Vibrio Cholerae no toxigénico, por lo que el diagnóstico final fue de gastroenteritis por vibrio.

Falsa alarma. Pero en las horas transcurridas entre el conocimiento del posible caso de cólera y el descarte de ese diagnóstico por parte de Sanidad, gracias a los estudios realizados por el Instituto de Salud Carlos III, el pulso mediático y social se mostró frenético ante el temor generado por un posible caso de cólera en nuestro país.

La fotografía que hemos observado en las últimas horas es el resultado de dos factores que deben ser tenidos muy en cuenta. El primero de ellos es la extrema sensibilidad social y desmedido interés mediático ante cualquier situación de este tipo, alimentados por la crisis sanitaria que hemos vivido en los dos últimos años como consecuencia de la Covid-19. El segundo factor que interviene es la hipocresía y esta quedó definida en 2014 con el caso de la auxiliar de enfermería Teresa Romero tras contagiarse con el virus del ébola después de atender a un religioso que había contraído el virus en África.

Estos dos casos son los ejemplos perfectos para hablar de enfermedades que en los países con menos recursos acaban con la vida de miles de personas cada año y a las que las naciones con mayores ingresos únicamente prestan atención cuando llaman a sus puertas.

El cólera se erige como una importante amenaza para la salud pública mundial y es un triste indicador de la inequidad social y la falta de desarrollo. De acuerdo con los datos recogidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que cada año se producen entre 1,3 y 4 millones de casos de cólera, y entre 21.000 y 143.000 muertes anuales.

Nos encontramos ante una enfermedad extremadamente virulenta que puede causar una grave diarrea acuosa. Se produce por la ingesta de alimentos o agua contaminados con el bacilo Vibrio cholerae y la aparición de síntomas puede tardar entre cinco y 12 días.

En la actualidad el cólera es endémico en muchos países. Su transmisión está ligada a un acceso insuficiente a agua salubre y a instalaciones de saneamiento. La OMS informa que en los últimos años la notificación de casos de cólera ha mantenido una tendencia creciente con 923.037 casos notificados en 31 países en 2019. De estos, 1.911 tuvieron un desenlace fatal.

El derecho a la salud y la cobertura sanitaria universal no se cumplen en muchos países como demuestra el dato de que en 2020 más de 1.600 millones de personas, el 22% de la población mundial, vivían sin acceso a atención médica

El cólera es una enfermedad que se trata fácilmente, pero el rápido acceso al tratamiento esencial durante los brotes de cólera. Actualmente se cuenta con tres vacunas anticoléricas orales precalificadas por la OMS.

Ponemos el foco ahora en otra de las enfermedades olvidadas por las naciones con mayores recursos: el ébola. Se trata de una enfermedad grave, a menudo mortal en el ser humano. El virus se transmite a los seres humanos a través de animales salvajes y se propaga en las comunidades mediante la transmisión de persona a persona.

Los datos de la OMS revelan que se trata de una enfermedad que tiene una tasa de letalidad del 50%, con un abanico que oscila entre el 25 y el 90% en función de la virulencia de los distintos brotes de los que se dispone de información hasta la fecha.

El periodo de incubación de la enfermedad se mueve entre los dos y los 21 días y las personas no son contagiosas hasta que se manifiestan los síntomas. Entre estos destacan la aparición súbita de fiebre, debilidad intensa y dolores musculares y de cabeza. Posteriormente se producen vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática y, en algunos casos, hemorragias internas y externas.

El último brote detectado se inició el pasado mes de abril en República Democrática del Congo. Este es ya el decimocuarto brote que el país sufre desde 1976. Actualmente se dispone de tratamiento eficaz y vacuna, pero se requiere que estos, así como los cuidados de apoyo se inicien de la forma más temprana posible para mejorar las posibilidades de supervivencia.

LA POBREZA ES LA PRINCIPAL ENFERMEDAD

La OMS denuncia que las enfermedades diarreicas son las segunda causa de muerte en niños menores de cinco años. Estas enfermedades acaban con la vida de más de 525.000 niños menores de cinco años cada año. Hablamos de unas enfermedades que, en una proporción significativa, pueden prevenirse mediante el acceso a agua potable y unos servicios adecuados de saneamiento e higiene.

Según los datos estimados de la agencia de salud de la ONU cada año se producen más de 1.700 millones de casos de enfermedades diarreicas infantiles. Informa además de que en los países de bajos ingresos los niños menores de tres años sufren, de media, tres episodios diarreicos al año lo que sitúa la diarrea como una de las principales causas de la malnutrición.

La OMS denuncia que las enfermedades diarreicas son las segunda causa de muerte en niños menores de cinco años. Estas enfermedades acaban con la vida de más de 525.000 niños menores de cinco años cada año

Las enfermedades transmitidas por vectores se posicionan también como grandes problemas para la salud pública en los países con menos ingresos, aunque los efectos del cambio climático están desplazando estas enfermedades hacia zonas en las que no son endémicas.

Entre estas encontramos el dengue. Una infección vírica transmitida a los humanos por los mosquitos Aedes aegypti y, en menor medida, por Ae. albopictus. Existen cuatro serotipos del virus por lo que una persona puede infectarse hasta cuatro veces.

Si bien el dengue suele provocar un cuadro leve. Puede ocasionar una enfermedad aguda muy similar a la gripe y, en algunos casos, evolucionar hasta convertirse en mortal. No existe un tratamiento específico para el dengue. Se estima que se producen entre 100 y 400 millones de infecciones cada año, siendo el 80% de estas de carácter leve o asintomáticas.

No podemos dejar de hablar dentro de las enfermedades transmitidas por vectores de la malaria (paludismo). Esta enfermedad, transmitida por el mosquito Anopheles, puede ser mortal y es prevenible y curable. En 2020, según los cálculos de la OMS, se produjeron a nivel global más de 241 millones de casos de malaria, con una estimación de alrededor de 627.000 muertes.

África presenta la mayor carga mundial de la malaria en términos de morbilidad. En 2020 el continente registró el 95% de los casos y el 96% de las defunciones. De todas las muertes por paludismo registradas en África, el 80% corresponden a menores de cinco años.

África presenta la mayor carga mundial de la malaria en términos de morbilidad. En 2020 el continente registró el 95% de los casos y el 96% de las defunciones. De todas las muertes por paludismo registradas en África, el 80% corresponden a menores de cinco años

Se estima que en 2020 enfermaron de tuberculosis más de 9,9 millones de personas en todo el mundo. Una enfermedad presente en todos los países y grupos de edad, curable y prevenible que causa estragos en las regiones más pobres.

Se trata de una enfermedad causa por Mycobacterium tuberculosis, una bacteria que afecta a los pulmones. En 2020 el 86% de los casos se produjeron en países con mayor carga de la enfermedad y solo ocho países (India, China, Indonesia, Filipinas, Pakistán, Nigeria, Bangladesh y Sudáfrica) acaparan dos tercios de los casos totales.

Se estima que entre 2000 y 2020 se salvaron 66 millones de vidas gracias al diagnóstico y el tratamiento de la tuberculosis.  

El cáncer, la diabetes, el VIH/sida o, más recientemente, el SARS-CoV-2, son otros ejemplos que, aunque afectan a todos los países independientemente de sus ingresos, en aquellos con menos recursos suponen importantes cargas para unos sistemas sanitarios debilitados y con importantes carencias, falta de recursos y que dependen en gran medida de la ayuda internacional.

Al inicio de estas líneas hablábamos del caso descartado de cólera recientemente en España y recordábamos el de ébola de 2014. Las alarmas generadas por ambos en distintos grados de intensidad deberían servir para recordarnos que esas mismas enfermedades, junto a una larga y funesta lista, provocan millones de muertes en otras regiones del mundo. La OMS ha repetido hasta la saciedad que la pobreza es la enfermedad con mayor tasa de mortalidad.

El derecho a la salud y la cobertura sanitaria universal no se cumplen en muchos países como demuestra el dato de que en 2020 más de 1.600 millones de personas, el 22% de la población mundial, vivían sin acceso a atención médica. Datos que la pandemia ha empeorado.

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