Se cae un mito: el ejercicio físico sí es beneficioso para el síndrome de Marfan

Las pruebas realizadas en ratones infectados con el virus demuestran que el ejercicio físico disminuye la dilatación de la arteria aorta.

El ejercicio físico ayuda a disminuir la dilatación de la arteria aorta, una de las más afectadas por este síndrome.
El ejercicio físico ayuda a disminuir la dilatación de la arteria aorta, una de las más afectadas por este síndrome.
CS
19 diciembre 2017 | 11:00 h
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La Universidad de Barcelona y el Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (Idibaps), de Cataluña, han realizado un estudio en conjunto en el que se demuestra que realmente, el ejercicio físico sí es beneficioso para el tratamiento de las personas con síndrome de Marfan, al contrario de cómo se creía hasta el momento. Así lo evidencian las pruebas realizadas en ratones a los que se ha inoculado esta enfermedad, y que muestran notables mejorías tras el esfuerzo físico.

Las personas que sufren este síndrome ven afectado su tejido cognitivo, que está formado por proteínas beneficiosas para la piel, huesos y vasos sanguíneos, por lo que su fisionomía se caracteriza por una elevada altura, delgadez, y una excesiva flexibilidad en las articulaciones. Por este motivo, se desaconseja hacer ejercicio físico, puesto que la probabilidad de lesiones y daños físicos es mayor, y por ende, el desarrollo del síndrome resulta más complicado.

Sin embargo, los resultados del estudio, publicados en el periódico Journal of the American Heart Association, demuestran que el ejercicio físico moderado reduce la progresión del aneurisma de la aorta, uno de los síntomas más graves de la enfermedad y que puede desembocar en la rotura de la arteria. El movimiento físico produce que la cantidad de sangre que expulsa el corazón mientras bombea sea mayor, lo que impacta positivamente sobre la arteria aorta, el vaso venoso principal del cuerpo humano y uno de los que más se ve afectado por el síndrome de Marfan.

El síndrome de Marfan es una enfermedad genética causada por la mutación de un gen que codifica para la proteína fibrilina 1, uno de los dos componentes principales de las fibras elásticas que forman el tejido conjuntivo.

"Hasta ahora se pensaba que este impacto mecánico, junto con un discreto aumento de la presión arterial, podría tener efectos perjudiciales sobre una aorta ya debilitada, como es la de los pacientes con síndrome de Marfan, y que, por tanto, esta se dilataría más rápidamente si el paciente hacía ejercicio físico", explica Gustavo Egea,Catedrático  catedrático del Departamento de Biomedicina de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la UB, que ha sido el ecargado de dirigir la investigación junto con Eduard Guasch, cardiólogo del Hospital Clínic de Barcelona y jefe de Grupo en Idibaps.

Los investigadores trataron de analizar los efectos que tenía el ejercicio físico moderado en ratones contagiados. En los resultados, pudieron observar que la arteria aorta de los ratones con Marfan que no hacían ejercicio se dilató el doble que la de los ratones que no lo hacían, y por el contrario, en los ratones que hacían ejercicio se redujo la progresión de esta dilatación notablemente en comparación con el resto. Además, los investigadores pudieron observar una nueva ventaja, y es que con una continuidad del ejercicio físico de cinco meses, el corazón de los ratones que hacían ejercicio disminuyó su tamaño, lo que favorecía la hipertrofia cardíaca.

No obstante, los responsables de la investigación puntualizan que el estudio se centra solo en el impacto de un ejercicio moderado, es decir, adecuado a toda la población en general, y que se ha demostrado que conlleva claros beneficios cardiovasculares a quien lo practica, por lo que el siguiente paso es ponerlo en práctica en casos de personas afectadas por el síndrome de Marfan.

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