“Cuando te dan un diagnóstico de cáncer piensas en una muerte inminente”. Este fue el primer pensamiento que atravesó de lado a lado la mente de Ana María Álvarez quien, con apenas 40 años, recibió un diagnóstico de cáncer de mama en una de las etapas más importantes de su vida: el embarazo. Con tan solo una revisión rutinaria recomendada por su ginecóloga en 2023, los profesionales vieron “algo que había que analizar”. “Al poco tiempo me enteré de que estaba embarazada y en marzo finalmente me confirmaron que padecía un cáncer de mama”, cuenta en una entrevista a ConSalud.es con motivo del Día Mundial contra el Cáncer.
En un principio, los médicos le confirmaron a Ana María que se trataba de “un carcinoma in situ”, un grupo de células anormales que únicamente se localizan en esa parte del cuerpo donde se han formado. Sin embargo, a partir de la semana 23 de embarazo, cuando oncólogos, ginecólogos y cirujanos decidieron que era seguro operar, “vieron que el ganglio centinela estaba afectado”. “Me quitaron diez ganglios, de los cuales siete estaban afectados y, además, había un pequeño tumor infiltrante”, continúa explicando.
Con este diagnóstico final, “con la anatomía patológica encima de la mesa”, como declara Ana María, “decidieron quitarme todo el pecho”. “En el momento del embarazo en el que estaba era mucho más seguro realizar una anestesia general y eliminar el pecho, que hacer una mamografía y radiarme estando embarazada”, continúa.
“Me entró pánico; por el embarazo, y por mí misma, por miedo a perder mi vida”
Aunque la situación fue un tanto diferente al tratarse de una mujer embarazada, es cierto que estar esperando una hija fue lo que impulsó a Ana María hacia delante. “Me entró pánico; por el embarazo, y por mí misma, por miedo a perder mi vida”, reflexiona. “La enfermedad me trajo a tierra y a día de hoy no sé cómo lo hubiese gestionado si no hubiese estado embarazada”.
Con la noticia de que tendría una hija “muy deseada”, Ana María reconoce que estuvo “muy presente” durante todo el proceso. “A pesar de todo, fue un embarazo muy bonito. Me veía la cabeza rapada y enferma, pero me miraba la tripa y tenía un motivo para continuar. Mi hija era mi máxima preocupación, pero a la vez el motivo para no rendirme”, añade. “Y si todo sigue bien, esta situación no me va a dejar ningún trauma”, reflexiona. Y es que, como también explica en su cuenta de Instagram (@casquitodeporcelana), Ana María aceptó esta situación y la convirtió en un aprendizaje.
“El apoyo psicológico fue fundamental, pero confieso que de manera innata lo he gestionado con mucha paz”
En este proceso, en el que Ana María confiesa haberse sentido “muy fuerte”, también tuvo un papel clave la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). Desde la entidad le ofrecieron atención psicológica, “que está disponible tanto para pacientes como para familiares”. “Tuve un par de consultas con la asociación y después pasé directamente a manos del hospital”, relata. “El apoyo psicológico fue fundamental, pero confieso que de manera innata lo he gestionado con mucha paz”.
EL DESPUÉS DE DAR A LUZ
Tras la operación y haber dado a luz, Ana María se encuentra en tratamiento para prevenir que todas esas células que puedan haberse escapado se despierten en un futuro. “Los tratamientos ya son preventivos para evitar que se reproduzcan”, indica. “Estoy a punto de acabar la radioterapia, me quedan alrededor de siete sesiones y en total serían 25”, continúa explicando la paciente.
En la cura de su enfermedad, Ana María también agradece la parte que no se ve: la investigación contra el cáncer. “Gracias a la investigación, tengo otras opciones de tratamiento para mi cáncer. Son los tratamientos monoclonales”, comenta. “Estoy recibiendo estas vacunas cada tres semanas y todavía me quedan unos meses”, añade. Además, también “tengo que continuar con medicación durante 5 años para evitar la recaída”.
“Siempre he confiado en la cura de la enfermedad. La cura la tienen los tratamientos y la medicina, y en mi mano solo estaba aceptar la situación y tirar hacia delante”, concluye Ana María. “Mi diagnóstico ha sido bueno, dentro de lo malo, y efectivamente todo va pasando”.