Desde el pasado domingo 26 y hasta el próximo martes 28 de junio los Alpes bávaros se convierten en el epicentro la 48ª Cumbre del G7. Los líderes de Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Japón, Canadá y Estados Unidos, las naciones más industrializadas del mundo, se han dado cita con el objetivo de abordar diversos temas que van desde la crisis climática a la que se enfrenta el planeta hasta las sanciones impuestas a Rusia como consecuencia de su invasión a Ucrania y posterior guerra.
La cumbre se celebra bajo la presidencia de Alemania (iniciada el 1 de enero de 2022) con el objetivo principal de avanzar hacia un mundo más equitativo tras los aprendizajes y experiencias vividos durante la pandemia provocada por el SARS-CoV-2.
El cambio climático se erige ya como una de las grandes amenazas para la salud pública, y la creciente evidencia científica sugiere que será el desencadenante de la próxima pandemia a la que la humanidad tendrá que hacer frente. Razón por la que Alemania ha iniciado el denominado como “Club del Clima”, un espacio abierto y cooperativo que tiene como meta avanzar juntos hacia una transformación socialmente justa, proporcionando un impulso crucial para la acción climática internacional.
El SARS-CoV-2 mostró sin lugar a dudas que hasta los países que pensaban que contaban con sistemas sanitarios preparados y robustos, no estaban preparados para hacer frente a una crisis sanitaria como la vivida. “Es fundamental que el G7 se compromete, junto con el G20, a una financiación concreta para la preparación ante una pandemia en los países de bajos ingresos, junto con inversiones muy necesarias en instituciones de salud pública que puedan detectar y responder a estos virus de forma temprana”, demanda Peter Piot, profesor de Salud Global en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
“Las dietas deficientes se encuentran entre las principales causas de mala salud en todo el mundo, y las dietas de los ciudadanos de los países del G7 tienen un impacto desproporcionado en el cambio climático global y la degradación ambiental”
Su experiencia le lleva a advertir de que la respuesta de los países todavía no es suficiente “a pesar de los importantes avances”. “Tampoco olvidemos que la pandemia de Covid-19 está lejos de terminar y que es probable que el SARS-CoV-2 nos acompañe durante muchos años”.
“Las vacunas y otras tecnologías sanitarias son clave para reducir el impacto de futuras pandemias, pero la prestación de servicios de salud también sigue siendo fundamental”, expone por su parte Anna Vassall, profesora de Economía de la Salud y miembro del Centro de Preparación y Respuesta de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
“Los líderes del G7 deben proporcionar los recursos para garantizar que todos puedan acceder a los servicios esenciales de Atención Primaria de la salud. Esto es crucial para prevenir, detectar y tratar enfermedades infecciosas pandémicas, tanto endémicas como emergentes”, añade Vassall. En base a la experiencia vivida tras la crisis sanitaria causada por la Covid-19, insta además a los líderes del G7 a “invertir de forma combinada en apoyo social y salud para garantizar que las familias en todo el mundo puedan capear futuras pandemias sin consecuencias catastróficas a largo plazo para su bienestar”.
“Las dietas deficientes se encuentran entre las principales causas de mala salud en todo el mundo, y las dietas de los ciudadanos de los países del G7 tienen un impacto desproporcionado en el cambio climático global y la degradación ambiental”, argumenta la doctora Rosie Green, profesora asociada de Sostenibilidad, Nutrición y Salud y miembro del Centro sobre Cambio Climático y Salud Planetaria de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
“El G7 debe tomar la iniciativa para demostrar que los sistemas alimentarios sostenibles y saludables pueden ser una realidad, invirtiendo en sistemas de producción sostenible e incentivando el cambio dietético hacia alimentos nutritivos y de bajo impacto”, concluye.