Las reducidas muestras que se utilizan en las encuestas a facultativos, la escasa posibilidad de comparación con otras profesiones, y la extrapolación de estudios extranjeros, hacen que en nuestro país “no se puede decir que epidemiológicamente se suiciden más los médicos”.
De hecho, un estudio español publicado en la revista Medicina y Seguridad del Trabajo, ya advertía de que en España no existe un registro fiable de la distribución de las muertes por suicidio según la profesión, “debido a que no se cumplimenta el certificado de defunción con el mismo rigor que se hace en el caso de accidentes de tráfico y homicidios”.
Esto no quiere decir, según apunta Bobes, que los médicos no se suiciden; “Pese a que sabemos prevenir y manejar ciertas enfermedades graves, el médico también se suicida, pero su tasa no es tan alta como la de la población general”.
Ni la responsabilidad de tener en su mano la vida de los pacientes, ni siquiera el mayor acceso a fármacos (como apuntan otros estudios) que tienen los médicos, suponen un mayor aliciente para que los facultativos tengan más ideaciones suicidas. “De hecho, y aunque los médicos sabemos cómo ser más contundentes con los medicamentos, el procedimiento más frecuente cuando un médico se suicida no es el uso de estos fármacos”, añade el presidente de la sociedad científica.
TAMPOCO EN ESTUDIANTES
Junto a las tasas de los profesionales sanitarios, un reciente estudio publicado en el Journal of the American Medical Association también revelaba que, en el caso de los estudiantes de Medicina estadounidenses, un 26% sufría síntomas depresivos durante la carrera y hasta un 11% había tenido pensamientos suicidas.
Bobes, sin embargo, también duda de la metodología usada en este tipo de investigaciones. “Estos estudios se hacen en las facultades de Medicina, y los propios profesores que son quienes las hacen, no pueden compararlo con estudios de otros profesionales. Las diferencias que sacan con la población general no tienen realmente relevancia en términos de mortalidad”, apunta.
Si bien, también existen factores de vulnerabilidad en estudiantes, como pueden ser el hecho de que “un pequeño sector” tenga mayor capacidad intelectual de concentración y memoria, pero “quizás tengan menos habilidades sociales y a la hora de afrontar situaciones de conflictos que el resto de estudiantes”, indica el especialista que advierte, no obstante, que no hay estudios suficientes como para que esto se pueda afirmar con rotundidad.
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