Cuesta de Septiembre

CS
Cuando éramos pequeños, en la dorada infancia, las únicas cuestas de las que oíamos hablar eran las cuestas del parque, que conectaban nuestra zona predilecta de juegos con nuestra casa, en plena calle, asediados por coches, ruido y contaminación. Allí, rodeados de árboles, de tierra, donde dos jerséis hacían una portería, disfrutábamos como lo que éramos, niños.

"No está de más reflexionar sobre el hecho de que cueste más cambiar de hábitos que adquirir un medicamento para corregir los excesos, pero eso debe cargárselo cada uno en su haber y tasar qué le importa más"
Luego, en la dulce adolescencia, avanzados los cursos en el colegio, empezamos a oír hablar del plano inclinado en las clases de Física, y del esfuerzo que había que realizar para arrastrar un peso de tantos kilos durante tantos metros. Incluso aún visualizamos al viejo profesor ejemplarizando el problema con una tiza sobre un pupitre ¡Delirante!

Probablemente sería por aquel entonces cuando empezamos a escuchar el verbo “costar” asignado al valor crematístico de las cosas. Y el sacrificio que había que realizar para materializarlas, que otrora realizaban nuestros progenitores de manera callada y entregada (y que solo hoy valoramos en su justa medida, cuando es nuestro sudor el que se vierte).

No fue hasta nuestra época de mayores cuando empezamos a racionalizar el concepto de “cuesta” vinculándolo a dos épocas del año: septiembre y enero, relacionados ambos con la dificultad para remontar esa etapa del año tras los fastos vividos, tanto en el período estival, como el acaecido tras el periodo navideño, que conllevan mucho derroche.

En esos periodos de excesos parece que perdiéramos la cordura y gastáramos a manos llenas, como si no hubiera un mañana, nadando sin guardar la ropa, sin tasar el esfuerzo que supone recuperar la vida normal con posterioridad.


Y en esa vida normal están incluidos los gastos en educación, en vestimenta, en alimentación diaria, y por supuesto los gastos sanitarios. Como profesional de la medicina invito a la gente a que recapacite unos instantes sobre la necesidad de tener cubierta esta última faceta de nuestra vida sin escatimar, porque la salud es lo primero.

En este periodo que acabamos de pasar de vacaciones la mayoría ha cometido numerosos excesos y quizá sea ahora el momento de empezar a purgar por ellos, si bien muchos en este plano inclinado en qué se convierte el mes de septiembre, deben recortar sus gastos, puesto que no pensaron en ello en el momento de mayor deleite, viéndose obligados por causa de fuerza mayor a prescindir de bienes básicos o a recortar su adquisición por falta de recursos, lo que puede repercutir en su salud.

En este punto no está de más reflexionar sobre el hecho de que cueste más cambiar de hábitos que adquirir un médicamente para corregir los excesos, pero eso debe cargárselo cada uno en su haber y tasar qué le importa más.

En fin, dicen que los retos están hechos para sobrepasarlos y creo que este tipo de cuestas también deben ser tomadas como un desafío para ser superadas con creces. Por tanto piensen dos veces las cosas en verano y en navidades para evitar que tanto las cuestas de septiembre primero, como de enero después, sean tan pronunciadas.

Alfonso Vidal
Jefe Unidad del Dolor Hospital Quirónsalud Sur de Alcorcón


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