Desde nuestra más tierna infancia, nos vemos impelidos a elegir entre dos o más opciones en casi todos los ámbitos de nuestra vida. Quizá todo empiece por el día en que nacemos, aunque a tenor de lo que dicen las madres, siempre es el más inconveniente y cuando todo se tuerce para resultar si cabe más complicado el alumbramiento, pero al final, casi siempre parece más fruto del azar, incluyendo la cuenta atrás de los tradicionales nueve meses de gestación.

“Uno se siente como en un tiovivo de feria donde da vueltas y vueltas mientras los pacientes eligen con quién quedarse”
A la hora de la lactancia materna, nadie nos pregunta si optamos por la vía mamaria derecha o por la izquierda, pues suele ser a conveniencia de la suministradora de tan preciado bien, así que debe uno conformarse y disfrutar de la ingesta hasta el merecido descanso del guerrero infantil.

De ahí en adelante deberemos elegir qué juguete nos mola más, si el de los bichos esos de cuatro patas o el de los puntos blancos alrededor de la bola amarilla; qué potito nos gusta más, si el marrón que sabe a verduras y carne o el marrón que sabe a pescado y verduras; que carrito farda más, si el de esa cosa redonda, pese a no tener aún carnet de conducir, o el de las pelotas de colores que se mueven de un lado a otro, como si fuera un ábaco, cuando aún no sabemos contar.


Así nos pasaremos el resto de nuestra vida, sin valorar suficientemente que al elegir, paralela aunque no siempre conscientemente, estamos desechando las opciones sobrantes, muchas de las cuales y de las veces, no se pueden recuperar por enfrentarnos a la dicotomía y no a la alternativa sucesiva. Así como tampoco solemos volver la vista para imaginar cómo hubiera cambiado nuestra vida de haber hecho otra elección.

Desde que los pacientes podemos hacer uso de nuestro derecho de libre elección de médicos disponemos del privilegio de optar por unos en base a unos criterios de conveniencia o bien por alejarnos de aquellos con los que hemos tenido experiencias menos determinantes. Sea como fuere y volviendo a mi lado estrictamente sanitario, uno se siente como en un tiovivo de feria donde da vueltas y vueltas mientras los pacientes eligen con quién quedarse.

El prestigio, la fama, la experiencia, la recomendación, el bocaoreja, suelen funcionar cuando llega la hora de buscar a un profesional sanitario que sacie las expectativas del usuario medio sin producir estridencias y al tiempo resulte eficiente. Luego queda el grado de mayor o menor satisfacción del paciente. Pero lo que nadie podrá cuestionar será la voluntad por hacer bien el trabajo y producir bienestar. Todo lo que no sea eso, son malas prácticas y conviene ponerlas en cuarentena.

Recién hemos pasado en España por un periodo electoral para elegir un proyecto, que no será individual sino la suma de varios colectivos, siempre y cuando haya pactos postelectorales. En la medicina también hay fusiones, pactos, alianzas que generan un beneficio a la colectividad, desplegando una amplia oferta bien pública bien privada para que los ciudadanos puedan elegir según sus recursos.

Apostamos por la libre elección, pero prevenimos de la ardua labor de zapa que requiere de una sesuda selección para que se den las condiciones de una satisfacción plena, evitando roces y malos entendidos postreros, porque lo que importa es la salud.

Alfonso Vidal
Jefe Unidad del Dolor Hospital Quirónsalud Sur de Alcorcón


Porque salud necesitamos todos... ConSalud.es
Los contenidos de ConSalud están elaborados por periodistas especializados en salud y avalados por un comité de expertos de primer nivel. No obstante, recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.
Lo más leído