Patología en la maleta

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Conforme llegan las fechas estivales todos programamos con mayor o menor acierto nuestro periodo vacacional, aquél en que soltamos los aperos de trabajo, pensamos dónde relajar nuestras carnes y nos encaminamos para disfrutar lo mejor posible un tiempo sin ocupaciones ni preocupaciones, sin mirar el despertador, sin apurar la frenada, sin comer a sobresaltos ni dormir pensando en el asunto del día siguiente.
 

"Cuando salimos parece que algún bicho raro se subiese a nuestra espalda, porque somos objeto de observación"

Quienes conviven con una o varias patologías, además de transitar por este azaroso camino antes silueteado, han de incluir en su maleta sus problemas de salud y, en buena medida, los recursos para combatirla/s, pues no siempre nuestro lugar de destino está provisto de los productos para aliviar nuestro “quejío”.

En verdad es farragoso llevar una botica a cuestas, porque, además, algunos de los medicamentos pueden no ser de primera necesidad, sino muy específicos, según la gravedad del mal, y demandarlos en medio de una playa, en lo alto de una montaña, en la inmensidad de un crucero en pleno océano, quizá no obtengan la respuesta deseada.

Quien lo vive en primera persona suele estar habituado a estos trastornos farmacológicos, incluso quienes les rodean más directamente también, por simpatía, pues el roce hace el cariño y la comprensión hacia quien debe llevar consigo una retahíla de pastillas, así como el rigor cronológico de sus ingestas.

Aquellos que lo vivan en la distancia, afortunados por no tener que arrastrar “esas cadenas” observan extrañados los neceseres de los afectados, cargados de píldoras, jarabes, gotas, cremas, inyectables, etcétera, que conforman el día a día de los pacientes que pelean denodadamente contra su o sus problema/s con la mayor dignidad posible sin interrumpir, o haciéndolo mínimamente, las vacaciones de los demás.

Mientras estamos en la intimidad de nuestro hogar, nuestro castillo, nuestra morada, nada ni nadie nos turba, ni perturba, pero cuando salimos parece que algún bicho raro se subiese a nuestra espalda, porque somos objeto de observación cuando debía ser lo más normal del mundo, pero no todo el mundo está concienciado de que a su alrededor hay muchos afectados que requieren de un dispensario propio para sobrevivir.

 

 

"Ser paciente polipatológico exige muchas servidumbres que obviamente redundan en beneficio propio"

Algunas patologías se sobrellevan con acciones sumamente discretas, pero otras requieren respuestas que llaman la atención de quien no conoce ni está acostumbrado, cuando bastaría con actuar con suma discreción, pues podría pasarnos a cualquiera de nosotros o de nuestros familiares y pasaríamos de espectadores a protagonistas o secundarios.

La maleta de estas personas lleva sus prendas ideales, sus calzados, sus complementos, sus libros, etcétera, pero también sus accesorios para suministrarse sus medicamentos, sus válvulas, sus cánulas, porque nunca sabes lo que te vas a encontrar en tu destino y la salud no puede esperar al distribuidor de esa zona vacacional, sobre todo si dista mucho de puntos neurálgicos bien asistidos.

Ser paciente polipatológico exige muchas servidumbres que obviamente redundan en beneficio propio, pero también esa previsión alivia a los familiares de “tener que remover Roma con Santiago” en busca precipitada del fármaco o del utensilio para aplicarlo. Cuando hablamos de grandes dependientes entonces el problema es para dichos congéneres que han de asumir todas y cada una de las responsabilidades respecto a su pariente multiafectado.

Que unas vacaciones sean buenas no sólo depende de la calidad del sitio elegido, la comida disponible, el tiempo meteorológico, las actividades a realizar, etcétera, etcétera, sino también de una buena previsión que nos evite sustos y por supuesto que nos acompañe la salud, para lo cual es necesaria buena predisposición y muchas dosis de positividad.

El consejo que podemos dar a todo este tipo de pacientes es que sean cautelosos, que dispongan de sus documentos o tarjetas sanitarias, así como de recetas electrónicas o de las otras suplementarias y la localización de centros asistenciales. ¡Ah y por si las moscas! Tengan localizado siempre el centro de emergencias más próximo que pueda darnos la cobertura necesaria, porque nunca saben cuándo lo van a poder necesitar.

Alfonso Vidal
Jefe Unidad del Dolor Hospital Quirónsalud Sur de Alcorcón


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