Post verdad

Siempre he creído que quien define o redefine las cosas, tiene control sobre las mismas, porque es quien les da sentido, aquel que las bautiza, y ya no digamos quien las crea, quien las engendra desde la nada más absoluta del universo, para la cual seguro que habrá una fórmula, y quien la componga, tendrá dominio sobre ella, ahora que no le guardo alivio, porque “nada es nada” aquí y al final del Cosmos.

Me llama la atención cómo lo existente a veces parece insuficiente según la materia de la que verse la conversación o el estudio. El conocimiento crece, se expande como las alas de una mariposa, evolucionan las ciencias y con ellas sus alquimistas, aquellos que diseccionan cada rama del saber y es cierto que a nuevos engendros, sustancias, materias, etcétera, hay que darles un nombre. Lo cual me sirve para hilar con el principio de mi argumento.

Aquellos que le dan nombre a ese nuevo conocimiento o elemento tienen la autoridad y el mando en plaza sobre el mismo, mereciendo los laureles de la admiración, las mieles del éxito, y avanzarán en loor de multitudes ante la algarabía pública, la devoción del público expectante ante la erudición de tan doctos personajes.


Desde la medicina hasta la gastronomía, desde la ingeniería hasta el periodismo, cada día surgen nuevas ideas, representaciones, proyectos, entes, objetos que demandan un bautismo en toda regla, sin pétrea pila donde sumergirla, ni párrocos piadosos, ni devotos monaguillos, pero sí la luz y los taquígrafos precisos para dar cuenta a la posteridad de que ya existe aquello antes inédito.

La verdad, creíamos que ya lo sabíamos todo, pero es cierto que es mucho más lo que ignoramos. Aquello que nos precede apenas nos es ajeno en cuanto a su reconocimiento, si bien no hemos desentrañado todos sus misterios y décadas o siglos nos llevará por delante aprehenderlos, con “h” intercalada.

Pero hemos de ser humildes y aceptar que desconocemos los retos que nos deparan los tiempos venideros, pues la adivinación o predicción la dejamos en manos de los oráculos, dejando las conjeturas para tahúres del más allá que advierten de buenos presagios o malos augurios. Esa es la verdad.

Pero hete aquí que hemos llegado a la “post verdad”, palabra del año para el Diccionario Oxford. En 2013 se decantaron por selfie; 2014 eligieron vapear; 2015 les pilló vagos y optaron por un emoticono; y en este 2016 han estado creativos y han fecundado “post verdad”, por aquello de revisar los términos más usados y que mejor reflejan las inquietudes y predilecciones del respetable en el año en curso.

Según los editores del catálogo, el concepto, siempre vinculado a la política, se refiere a “circunstancias en las que hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que lo que lo hacen los llamamientos a emociones y creencias personales” ¡Casi naaá! que diría un castizo. Está visto que el mundo virtual ya importa más que el real.

Viendo qué otros palabros o directamente palabrotas han parido y que me niego a reproducir para ahorrarles la cacofonía, colijo que estos buenos señores, pancistas a todas luces, deben disponer de mucho tiempo libre para dedicarlo a la observación o más concretamente a la mística.

Vale que la modernidad acelere toda clase de procesos y, como mentábamos de inicio, reclamen una correcta denominación, pero las boutades quizá deban enclaustrarse como anécdotas y no como categorías. Creo que un comité más docto como el de la RAE aprovecha mejor su tiempo, “limpiando, fijando y dando esplendor” a esta lengua nuestra tan viva y aseada como para adoptar desatinos por muy “pérfida Albión” que las alumbre.

Alfonso Vidal
Jefe Unidad del Dolor Hospital Quirónsalud Sur de Alcorcón


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