En marzo de 2025, se cumplirán nada más y nada menos que cinco años desde que diese comienzo la pandemia de la COVID-19. Llegados a este punto, a nadie le cabe ninguna duda de la importancia que tuvieron las medidas de protección que se implementaron entonces, tales como el uso obligatorio de mascarilla o la distancia de seguridad, y es por ello que un reciente estudio de la Universidad de Surrey (Inglaterra) ha decidido ponerlas en valor y explicar, con datos estadísticos concretos, de qué manera ayudaron.
Además, también puede servir para casos de futuras pandemias, que ojalá sean los menos posibles. “He intentado medir la eficacia de estrategias como el uso de mascarillas para la transmisión de virus por vía aérea, tanto para una futura pandemia como para la gripe estacional”, señala el Dr. Richard Sear, profesor asociado de la Facultad de Matemáticas y Física de la Universidad de Surrey y autor del estudio.
Para ello, el experto combinó modelos con datos de la aplicación COVID-19 que puso en su momento en marcha el National Health Service (NHS) británico. “Aunque estas estimaciones son muy aproximadas, orientan sobre el valor que tienen medidas como las mascarillas, el distanciamiento social y la mejora de la calidad del aire interior, y que podrían probarse en el futuro”, añade sobre su investigación, en la que recuerda que, como se observa por los datos de la citada aplicación del Reino Unido, la probabilidad de transmisión del virus depende en gran parte de la ley de potencia, esto es, del tiempo que una persona susceptible pasa en contacto con otra que está infectada.
“De cara al futuro, tanto nosotros como individuos como nuestros líderes tenemos la oportunidad de aplicar estas lecciones para controlar mejor las enfermedades respiratorias"
“Esta dependencia sublineal del tiempo puede interpretarse como producto de que la tasa de transmisión varía ampliamente entre un contacto y otro”, indica Sear. Otros factores, como la carga viral, la ventilación y la susceptibilidad individual también es probable que influyan en una variabilidad significativa de las tasas de transmisión de COVID-19, y que algunos contactos presenten un riesgo mucho mayor que otros. Son hallazgos que subrayan la importancia de abordar los factores ambientales o conductuales en las estrategias de salud pública de todos los países del mundo.
“La pandemia de COVID-19 fue terrible para muchos de nosotros, por eso es importante que aprendamos de nuestras experiencias. También demostró lo rápido que podemos desarrollar e implantar vacunas cuando nos enfrentamos a una crisis sanitaria mundial”, recuerda el profesor británico. “De cara al futuro, tanto nosotros como individuos como nuestros líderes tenemos la oportunidad de aplicar estas lecciones para controlar mejor las enfermedades respiratorias, no sólo para prevenir futuras pandemias, sino también para gestionar enfermedades estacionales como la gripe y el VRS”, insiste.
MASCARILLAS Y VENTILACIÓN, PRINCIPALES MEDIDAS
De esta manera, en lo que tiene que ver con los equipos de protección individual (EPI), Richard Sear demuestra que las mascarillas de buena calidad, como las N95/FFP2, son especialmente eficaces para reducir el riesgo de transmisión, ya que, cuando las usa toda la población del Reino Unido, reducen el numero de reproducción efectiva de la transmisión de la COVID-19 en un factor de aproximadamente nueve. Incluso el uso de mascarillas N95 puede reducir el riesgo de transmisión al triple, independientemente de la duración del contacto. Las mascarillas quirúrgicas y de tela, en cambio, son muchos menos eficaces.
"Al duplicar la tasa de renovación del aire en interiores, la transmisión se puede reducir hasta en un 30%"
También el control de la ventilación, como se mencionaba anteriormente, desempeña un papel fundamental en el control de la transmisión aérea, ya que las partículas virales permanecen en espacios mal ventilados, algo que se ve agravado por los comportamientos individuales: interacciones de contacto estrecho, el habla, la tos…
Así, al duplicar la tasa de renovación del aire en interiores, ya sea dejando las ventanas y las puertas abiertas o aumentando la velocidad de los sistemas de aire acondicionado, la transmisión se puede reducir hasta en un 30%. Complementar esta buena ventilación con el distanciamiento físico, índice el profesor, minimiza aún más el riesgo de contagio.