Es el caso de uno de sus dispositivos, bautizado como "AngioChip", una pequeña "tirita" de tejido coronario que presenta sus propios vasos sanguíneos y células capaces de mantener un ritmo cardiaco constante. De momento, los expertos están experimentando con estos tejidos artificiales para encontrar medicamentos compatibles y detectar efectos secundarios, pero el objetivo a largo plazo es inyectarlos en cuerpos humanos para reparar daños en órganos.
Cuando el parche sale de la aguja, explica la experta, se despliega como una "tirita" o como una venda pequeña para acoplarse al órgano en cuestión. "El efecto de forma-memoria está basado en propiedades físicas, no químicas", señala Radisic, quien destaca que esta característica favorece "el proceso de acoplamiento" del parche, pues no necesita "inyecciones adicionales" y no se ve afectado por la "condiciones del organismo".
Antes, los expertos crean una especie de cultivo para que el parche se integre con células cardiacas reales, y después de varios días de crecimiento lo inyectan en ratas y cerdos de laboratorio. El dispositivo no solo es capaz de acoplarse y adoptar casi el mismo tamaño que el de un parche implantado a través de técnicas más invasivas, sino que, además, las células cardiacas sobreviven al procedimiento.
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