Así deberíamos perder peso… según la ciencia

Disminuir la velocidad a la que comemos es uno de los principales comportamientos que pueden ayudar a perder peso.

Disminuir la velocidad a la que comemos es uno de los principales comportamientos que pueden ayudar a perder peso.
Disminuir la velocidad a la que comemos es uno de los principales comportamientos que pueden ayudar a perder peso.
14 febrero 2018 | 12:00 h

El sobrepeso es muy perjudicial para la salud. A veces nos resulta muy complicado librarnos de esos kilos de más por más dietas que hagamos. Y es que hay que tener en cuenta que el cuerpo siempre se resiste a perder la grasa acumulada. Es por ello, que además de una alimentación saludable, hay que seguir algunas pautas que nos ayudarán a perder peso.

Según un estudio publicado en la revista digital BMJ Open, disminuir la velocidad a la que ingerimos los alimentos, además de recortar los refrigerios después de la cena y no comer dentro de las dos horas previas a irnos a la cama son algunos de los comportamientos que pueden ayudarnos (y mucho) a perder peso.

Masticar más despacio, recortar los refrigerios después de la cena y no comer dentro de las dos horas previas a irnos a la cama son algunos de los comportamientos para perder peso

Precisamente, los científicos encontraron que los cambios en estos hábitos alimentarios se asociaron fuertemente con una menor obesidad y peso y una menor circunferencia de la cintura.

En el estudio, los investigadores siguieron la evolución de casi 60.000 personas con diabetes que presentaron quejas y se sometieron a chequeos de salud regulares entre 2008 y 2013 para evaluar, entre otros muchos parámetros, su Índice de Masa Corporal (IMC) y su perímetro de cadera.

Durante los chequeos, se preguntó a los participantes sobre su estilo de vida, incluidos sus hábitos alimenticios y de sueño, así como el consumo de alcohol y tabaco. Se les preguntó específicamente sobre su velocidad de alimentación, que se clasificó como rápida, normal o lenta y si hacían algo de lo siguiente tres o más veces a la semana: cenar dentro de las dos horas anteriores a irse a dormir, tomar algo después de la cena, y saltarse el desayuno. Concretamente, el 36,5% de los participantes se hizo un chequeo durante los seis años, mientras que el 29,5% tuvo dos.

Al comienzo del estudio, unas 22.070 personas devoraron rutinariamente sus alimentos, 33.455 comieron a una velocidad normal, y 4.192 se demoraban en cada bocado. Los que comen lentamente tienden a ser más saludables y tener un estilo de vida más saludable que los que comen rápido o normal.

Alrededor de la mitad de la muestra total cambió su velocidad de consumo en el transcurso de los seis años. Todos los aspectos de los hábitos alimenticios y de sueño estudiados, así como el consumo de alcohol y la obesidad previa, definida como un IMC de 25 kg/m2 se asociaron significativamente con la obesidad.

Unas 22.070 personas devoraron rutinariamente sus alimentos, 33.455 comieron a una velocidad normal, y 4.192 se demoraban en cada bocado

Después de tener en cuenta los factores potencialmente influyentes, los resultados mostraron que, en comparación con aquellos que tendían a engullir sus alimentos, los que comían a una velocidad normal registraban un 29% menos de probabilidades de ser obesos, aumentando al 42% para los que comían lentamente.

Y a pesar de que las reducciones absolutas en la circunferencia de la eran pequeñas, fueron mayores entre los participantes en el estudio que comían a velocidad lenta y normal.

Comer un piscolabis después de cenar y comer dentro de las dos horas previas a irse a la cama tres o más veces a la semana también estuvieron estrechamente relacionados con cambios en el IMC.

Sin embargo, ¿qué pasó con aquellos que se saltaban el desayuno? Pues que contrariamente a como han demostrado otros muchos estudios, no tuvo ninguna influencia sobre el IMC.

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