La mayoría de las vacunas disponibles en la actualidad, particularmente las vacunas vivas, requieren de una cadena de frío, ya que la eficacia de la vacuna puede verse significativamente obstaculizada si no se almacenan en un rango de temperatura de 2-8°C en todo momento. Esta necesidad supone una tremenda carga financiera y logística para los programas de vacunación, particularmente en el mundo en desarrollo.
Ahora, científicos de la Universidad McMaster en Canadá han encontrado una manera de preservar las vacunas sin depender del almacenamiento externo.
La mayoría de las vacunas disponibles en la actualidad, particularmente las vacunas vivas, requieren de una cadena de frío
La técnica, que hasta ahora se ha probado con el herpes simple y las vacunas contra la gripe, consiste en mezclar las vacunas disponibles en el mercado con un gel azucarado hecho de pullulan, un polímero de polisacárido y trehalosa, un azúcar que proviene de dos moléculas de glucosa.
Los resultados de los estudios han mostrado que la vacuna HSV-2 atenuada en vivo mantuvo su eficacia durante al menos 2 meses de almacenamiento a 40ºC, mientras que la vacuna contra la influenza inactivada pudo conservar su inmunogenicidad durante al menos 3 meses de almacenamiento a 40°C. Este trabajo presenta un enfoque simple que permite que las vacunas termosensibles se conviertan en vacunas termoestables que no requieren refrigeración, lo que contribuye a la mejora del despliegue de vacunas en todo el mundo.