Descubren los mecanismos neuronales por los que el sonido podría ayudar a mitigar el dolor

Desde 1960, los estudios en humanos han demostrado que la música y otros tipos de sonido pueden ayudar a aliviar el dolor agudo y crónico

Investigación en ratones para mitigar dolor crónico (Foto. Freepik)
Investigación en ratones para mitigar dolor crónico (Foto. Freepik)
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26 julio 2022 | 00:00 h

Un equipo internacional de científicos ha identificado los mecanismos neuronales por los que el sonido mitiga el dolor en los ratones, lo que pondría servir para desarrollar métodos más seguros para tratar el dolor, según publica la revista ‘Science’.

El estudio ha sido dirigido por investigadores del Instituto Nacional de Investigación Dental y Craneofacial (NIDCR), de Estados Unidos, y la Universidad de Ciencia y Tecnología de China y la Universidad Médica de Anhui.

"Necesitamos métodos más eficaces para tratar el dolor agudo y crónico, y eso empieza por comprender mejor los procesos neuronales básicos que regulan el dolor, destaca la directora del NIDCR, la doctora Rena D'Souza. Al descubrir los circuitos que median en los efectos reductores del dolor del sonido en los ratones, este estudio añade un conocimiento crítico que, en última instancia, podría informar sobre nuevos enfoques para la terapia del dolor".

Desde 1960, los estudios en humanos han demostrado que la música y otros tipos de sonido pueden ayudar a aliviar el dolor agudo y crónico, incluido el dolor de la cirugía dental y médica, el parto y el cáncer. Sin embargo, el modo en que el cerebro produce esta reducción del dolor, o analgesia, estaba menos claro.

Los estudios de imágenes cerebrales en humanos han implicado ciertas áreas del cerebro en la analgesia inducida por la música, pero son sólo asociaciones, añade el coautor Yuanyuan (Kevin) Liu, investigador titular de Stadtman en el NIDCR. En los animales, podemos explorar y manipular más plenamente los circuitos para identificar los sustratos neuronales implicados".

Los investigadores expusieron primero a ratones con las patas inflamadas a tres tipos de sonido: una pieza agradable de música clásica, una reorganización desagradable de la misma pieza y ruido blanco. Sorprendentemente, los tres tipos de sonido, cuando se reproducían a una intensidad baja en relación con el ruido de fondo (al nivel de un susurro), reducían la sensibilidad al dolor en los ratones. Las intensidades más altas de los sonidos no tuvieron ningún efecto sobre las respuestas al dolor de los animales.

"Nos sorprendió mucho que la intensidad del sonido, y no la categoría o la percepción de lo agradable del sonido, fuera importante", reconoce Liu

Para explorar los circuitos cerebrales subyacentes a este efecto, los investigadores utilizaron virus no infecciosos acoplados a proteínas fluorescentes para rastrear las conexiones entre las regiones del cerebro. Identificaron una ruta desde el córtex auditivo, que recibe y procesa la información sobre el sonido, hasta el tálamo, que actúa como estación de relevo de las señales sensoriales, incluido el dolor, procedente del cuerpo. En ratones que se movían libremente, el ruido blanco de baja intensidad reducía la actividad de las neuronas del extremo receptor de la vía en el tálamo.

En ausencia de sonido, la supresión de la vía con técnicas basadas en la luz y en pequeñas moléculas imitaba los efectos de atenuación del dolor del ruido de baja intensidad, mientras que la activación de la vía restablecía la sensibilidad de los animales al dolor.

Liu precisa que no está claro si existen procesos cerebrales similares en los seres humanos, o si otros aspectos del sonido, como su percepción de armonía o placer, son importantes para el alivio del dolor en los seres humanos. "No sabemos si la música humana significa algo para los roedores, pero tiene muchos significados diferentes para los humanos: tiene muchos componentes emocionales", apunta.

Según destacan los autores, estos resultados podrían dar a los científicos un punto de partida para estudios que determinen si los hallazgos en animales se aplican a los humanos y, en última instancia, podrían informar sobre el desarrollo de alternativas más seguras a los opioides para tratar el dolor.

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