Los inhaladores presurizados, el villano número 1: pequeña gran fuente de emisiones

Diferentes estudios europeos ponen el foco en lo inhaladores presurizados y su impacto en la contaminación y el cambio climático

Inhaladores presurizados
Inhaladores presurizados
Paola de Francisco
14 marzo 2024 | 14:50 h

Entre las medidas que ayudarían a reducir la contaminación se encuentran “las emisiones menos visibles incorporadas en los medicamentos las que son, con diferencia, las que más contribuyen”, así lo manifiesta Dermot Coffey, médico de Familia con sede en Christchurch y co-coordinador de Ora Taiao – Consejo de Salud y Clima de Nueva Zelanda, en un artículo en New Zealand Doctor Online en el que cataloga a los inhaladores presurizados de dosis medida (pMDI, por sus siglas en inglés pressurized metered dose inhaler) como “el villano número 1”.

¿Cómo reducir las emisiones en el ámbito sanitario? Esta es la pregunta que durante años se llevan haciendo los gestores y profesionales de la Sanidad. Una cuestión primordial si se tiene en cuenta que si el sector salud fuera un país sería el cuarto Estado más contaminante. Existen varias medidas: sistemas energéticos eficientes en los hospitales, reducción de residuos, telemedicina y teleconsulta y prescripción de medicamentos más sostenibles para el medio ambiente.

“Dentro de la prescripción la prioridad número uno debe ser continuar alejando el uso de inhaladores presurizados de dosis medidas”

Es el caso de los inhaladores. Los pmDI tienen un efecto invernadero muy potente. Solo en España, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) estima que el total de 15 millones de unidades de pMDI dirigidas a pacientes con asma o con EPOC emiten 400.000 toneladas de CO2 anuales. Frente a ellos existen diferentes propelentes que reducen un 90% la huella de carbono.

Se trata de los inhaladores de polvo seco o de niebla fina que, según diferentes estudios, producen una huella de carbono de 10 a 30 veces más reducida. Incluso, se ha estimado que el uso de estos productos terapéuticos reducirían entre un  95 y 98% de huella de carbono por cada inhalador. Ante estos datos, indica Coffey, “dentro de la prescripción la prioridad número uno debe ser continuar alejando el uso de inhaladores presurizados de dosis medidas”.

LA HUELLA DE CARBONO DE LA PRÁCTICA CLÍNICA

La práctica clínica es la que más emisiones emite. Así lo reflejan estudios como el publicado en la revista ‘Salud Ambiental’, que señala que una consulta médica promedia genera 4,8 kg de CO2, lo que se traduce en una emisión anual de 30 toneladas de CO2. La mayor emisión se produce por el transporte del personal y de los pacientes (45,7%) y en el uso de la calefacción (29,8%), y le sigue los medicamentos con un 5,5% de emisiones, y los laboratorios internos y de rayos X con menos del 1% cada uno.

“Cambiar a inhaladores de polvo seco cuando sea necesario, limitar el desperdicio de medicamentos y no tener miedo de suspender la prescripción cuando esté indicado”

Tomar medidas para mejorar el trasporte es una necesidad, indica Dermot Coffey, pero también es prioritario el tema de los inhaladores, pues, no en vano, los pMDI emiten 400.000 toneladas de CO2, una cifra equivalente a lo que producen 355.000 coches en un años y más que 50.000 vuelos domésticos, según datos de ‘Green Inhaler’.

La AEMPS reconoce que el impacto climático que supone el uso de HFA como propelentes en aerosoles médicos, toda vez que sostiene que son necesarias medidas para reducir dicho impacto. También las sociedades científicas europeas y países como Reino Unido que cuenta con la guía NICE para reducir la prescripción de estos medicamentos y sustituirlos por los inhaladores de polvo seco.

En este contexto, el doctor neozelandés Coffery recuerda que los pMDI son “el villano nº1” e insiste en que se ha de “cambiar a inhaladores de polvo seco cuando sea necesario, limitar el desperdicio de medicamentos y no tener miedo de suspender la prescripción cuando esté indicado”.  

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