Continuismo ¿o continuísimo?

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Para conseguir el desarrollo físico, mental y emocional óptimo, los humanos necesitan la experiencia de la evolución”. Son palabras de la antropóloga norteamericana Jean Liedloff que sirven para definir el concepto del continuum, sobre el que versaré en esta tribuna.

También el biólogo Charles Darwin, en su «Teoría de la evolución de las especies» y la adaptación a sus entornos a lo largo de millones de años, muestra que los seres vivos somos un continuum de transformación. Hay que reseñar que la teoría fue desarrollada de manera independiente también por Alfred Russel Wallace.

Todo representa una continuación, vía adaptación, si bien el filósofo griego Heráclito y el alemán Shopenhauer nos recordaron que “lo único inmutable es el cambio”, porque “todo se transforma incesantemente en un proceso que va del nacimiento a la destrucción”, matizó el sabio de Éfeso.

Un proverbio bíblico del Eclesiastés (Capítulo 1, versículo 9), atribuido al rey Salomón dice: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; porque no hay nada nuevo bajo el sol”.

En algunos actos de la vida la continuidad en el tiempo y el espacio no solo es habitual, sino hasta necesaria, precisamente porque hilvana nuestra existencia hasta aportarnos equilibrio, balance e intercambio con el medio, haciendo posible orden, proporción y armonía indispensables para existir.

"En la vía neurológica hay continuidad si bien con saltos en las sinapsis; el aparato locomotor funciona como un todo gracias a la continuidad discontinua de las articulaciones y el líquido sinovial"

En la vía neurológica hay continuidad si bien con saltos en las sinapsis; el aparato locomotor funciona como un todo gracias a la continuidad discontinua de las articulaciones y el líquido sinovial. El intercambio capilar es otro ejemplo palmario de continuidad discontinua en un juego perpetuo de gradientes, sea en la nefrona o en el alveolo pulmonar.

Nos aporta seguridad, previsibilidad, léase, tranquilidad, comodidad, sosiego, lo cual ya es mucho decir en estos tiempos tan convulsos que corren, donde todo resulta estresante, como el tráfico, las gestiones administrativas, el trabajo, las compras, etc. Ojo, también monotonía, pero eso para otro día.

Todo cambio nos saca inicialmente de nuestra zona de confort, quizá para buscar otra, tal vez para complicarnos más el día a día, pero hasta que no lo experimentamos, no lo sabemos y el miedo a ese tránsito es humano, está normalizado, si bien hay a quien le genera no pocos sinsabores y hasta traumas. Luego llega la adaptación y aprendizaje.

Por lo general hablamos de continuismo como algo que se sigue haciendo: son las mismas cosas, de la misma manera, con la idea de que acabe dando un resultado tarde o temprano. Ahora, si buscáramos un adverbio superlativo de esa continuidad, podría ser algo parecido a continuísimo.

"Si buscáramos un adverbio superlativo de esa continuidad, podría ser algo parecido a 'continuísimo'"

Entonces, si obtenemos un resultado ejecutando una acción e insistimos de forma intensa en ello, por ej., en vez de hacer 10 flexiones hacer 100, podría resultar que la estrategia fuera la misma, pero la voluntad y, por tanto, la intensidad, serían mayores. No sé si lo comparten.

En política, como en la economía, las relaciones sociales, a veces la continuidad es símbolo de moderación y estabilidad, imprescindibles en tiempos de crisis, pero en otras ocasiones la lectura es otra muy diferente. Todo depende de quién escriba el relato y quién padezca las consecuencias.

El caso es que después de todo periodo legislativo llega un proceso electoral, más o menos farragoso y casi siempre conflictivo en el terreno dialéctico, con cruce de acusaciones, exageraciones, promesas infladas, postureos, petición y rendición de cuentas, encuestas de difícil encaje, etc.

Si renueva votos la fuerza imperante, se habla de continuismo. Si hay vuelco, se habla de cambio. Si el cambio es de rumbo o de ritmo podemos pasar del revolcón a la revolución.  La transición de aliviar dolores asistidos instrumentalmente a programar algoritmos para que se encarguen ellos podría generar cierta zozobra.

En toda navegación hay un grado de balanceo para la carga y el pasaje, y naturalmente puede haber variación sobre el eje de oscilación o dentro de una continuidad del rumbo deseado.

"Adaptarse al cambio exige un esfuerzo o renuncia que puede o no llegar a pasar factura, según la elasticidad de cada cual"

No soy experto en salud mental, pero, desde mis conocimientos genéricos al respecto, nuestro sistema nervioso suele recompensar la homeostasis o “estado de equilibrio entre todos los sistemas del cuerpo necesarios para sobrevivir y funcionar de forma adecuada”.

Adaptarse al cambio exige un esfuerzo o renuncia que puede o no llegar a pasar factura, según la elasticidad de cada cual. Esto mismo podemos hallarlo en desempeños laborales, ante nuevas patologías emergentes e inesperadas, rupturas emocionales, por mor de cambio de clima laboral o a causa de traslados forzosos o voluntarios, o nuevos aprendizajes, cuando pensábamos que ya estábamos en el relax de la orilla.

Vivir la vida de corrido puede resultar aburrido si no sabemos buscarle el meollo a nuestra existencia, haciéndonos caer en estados más o menos depresivos. Pero cambiar constantemente tampoco parece lo más recomendable ni saludable.

En el haber individual está el ejercicio de responsabilidad de hacer lecturas ponderadas sin buscar ni perseguir el cuerpo a cuerpo, ni el ajuste de cuentas, dosificar el esfuerzo y procrastinar los ajustes porque la propia existencia ya nos da bastantes disgustos ¡Om mani padme hum!

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