Ethos 2050

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

A la “forma común de vida o comportamiento que adopta un grupo de individuos que pertenecen a una misma sociedad” lo denominamos Ethos. Su etimología se halla en la antigua Grecia, donde venía a designar la predisposición para hacer el bien; lo que actualmente llamamos Ética.

Uno quiere bien pensar que ese es el objetivo fundamental de la política, que también viene del periodo helenístico, donde significaba “el arte propio de los ciudadanos y por extensión de vivir en sociedad”. Aquello fue pasado, hoy vivimos el presente y nuestros representantes ya han empezado a planificar nuestro futuro a casi treinta años vista.

Según el DRAE, planificar es llevar a cabo un “plan general, metódicamente organizado y frecuentemente de gran amplitud, para obtener un objetivo determinado, tal como el desarrollo armónico de una ciudad, el desarrollo económico, la investigación científica, el funcionamiento de una industria, etc.

Piensa uno entonces en disciplinas como la arquitectura, el urbanismo, la economía, la milicia, la matemática, la biología, la química, la antropología, la sociología y sus respectivos hermeneutas para ayudarnos a interpretar sus análisis y conclusiones, con el fin de que otros, administradores de la “res publica”, burócratas a fin de cuentas, puedan tomar las decisiones más adecuadas.

Entre sus cualidades no interpreto ni imagino que esté la videncia, ni que sean proféticos, aunque sí se les demanda una cierta capacidad, innata o adquirida con el ejercicio de sus profesiones, de “pensar y comprender con perspicacia, agudeza e ingenio”, vamos, de tener cierta clarividencia a la hora de interpretar signos o señales que para el común de los mortales pasan desapercibidos pero para ellos marcan tendencia.

Está muy bien vivir el momento, “carpe diem”, y por qué no, ser optimista de cara al mañana más inmediato. Pero todo gobierno que se precie debe anticiparse de forma realista

Esta actividad no deja de ser una prospección sobre la realidad actual y tangible que se evalúa y exige una proyección hacia un futuro inmediato. Todo ello sin que ralle la ciencia ficción y se ajuste primero a la idiosincrasia de la comunidad y después no decepcione a quien la encarga, en cuyo caso se vuelve a empezar para mayor satisfacción del cliente Hasta una mala prospectiva puede ayudar a reconducir los destinos de una colectividad desorientada, dicho sea ya en tono de broma. Es conveniente que sus deseos no empañen una buena y neutral conjetura.

Está muy bien vivir el momento, “carpe diem”, y por qué no, ser optimista de cara al mañana más inmediato. Pero todo gobierno que se precie debe anticiparse de forma realista, sin especulaciones, ni fantasías, fijando un objetivo ilusionante y alcanzable, para ir adecuando los recursos venideros en esa dirección y sentido, aunque dejando un margen para los imponderables y el azar en general.

Es una ardua tarea que debe encargarse a profesionales independientes, rigurosos, ajenos al compromiso y oportunidad políticas para evitar sesgos ideológicos, con experiencia contrastada, consultando todos los sectores estratégicos para pulsar sus visiones e inquietudes, pero conservando el punto de fuga y soslayando intenciones maniqueas. Por eso, aunque no todos estemos familiarizados con esas artes proyectivas, sí conviene la interdisciplinariedad, con el objetivo de implicar al máximo poblacional y evitar torpes omisiones.

Quien vocea por el camino parece que poco o nada tiene que aportar, salvo que luego, cuando les toque comandar la nave, giren drásticamente porque no se sienten representados y consideren que tales objetivos y metas no son las que ellos anhelaban. Así nos lleva pasando tristemente con la Educación desde hace 40 años y, si nadie lo remedia, pasará con el resto de las materias públicas, sin pensar por un momento en la totalidad y no solo en su cuota o reducto electoral.

Llevamos más de un año inmersos en una crisis sanitaria que ha dejado una profundísima huella en todos los sentidos, en la profesión sanitaria, en la población, en la gestión gubernativa dela  cosa pública, etc. Me he hartado de decir que muchas decisiones han sido discutibles y hasta erróneas, pero ya no hay vuelta atrás. El mal de muchos ha sido pandemia y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Hemos conocido la importancia que tiene disponer de una sanidad fuerte, capaz de afrontar centenares de miles de ingresos, de buscar soluciones a velocidad de vértigo, de aportar esfuerzos generosos para combatir cualquier mal

El sacrificio ha sido descomunal, y hay que sacar conclusiones para evitar futuras series parecidas, que no son episodios sin importancia a recordar como pura anécdota. Los organismos internacionales deben evaluar cómo prepararse para venideras pesadillas que solo circulaban en la ciencia ficción y que algunos presuntamente se han empeñado en sacar de sus sofisticados laboratorios, porque “lo otro” no hay pangolín que se lo trague.

Como consecuencia de esta tragedia humanitaria, hemos conocido la importancia que tiene disponer de una sanidad fuerte, capaz de afrontar centenares de miles de ingresos, de buscar soluciones a velocidad de vértigo, de aportar esfuerzos generosos para combatir cualquier mal, de organizar e improvisar recursos, de arrancar de las garras de la muerte a miles de pacientes, y también de acompañar con empatía a los familiares de quienes se fueron… Esta es la Sanidad española. Cuidémosla entre todos para que en 2050 nuestros hijos y nietos se sientan orgullosos de nosotros.

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