Incertidumbres

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Hace ahora dos años por estas mismas fechas entramos en uno de los periodos de mayor incertidumbre de nuestra era moderna, un periodo de alerta por la pandemia de covid que nos tendría confinados en nuestras casas durante tres meses.

Todavía al día de la fecha no termina de estar erradicado y sigue sembrando de dudas sobre cuanto hicimos, si las medidas que se tomaron fueron las más acertadas, si fueron un cúmulo de despropósitos o meras ocurrencias oportunistas.

Ignoramos cuánto hubo de audacia, perspicacia, inteligencia y sagacidad, y cuánto de negligencia, impericia, torpeza e improvisación. El tiempo, y su observación con la perspectiva necesaria, responderán a muchos interrogantes.

Hubo aciertos considerables, pero también fallos garrafales. Pasamos momentos de ejemplaridad democrática, transparencia informativa, a momentos de distopía alocada, plagada de opacidad y ocultación permanente.

La canalización de las medidas internacionales, nacionales, regionales y locales pasaron por momentos de caos y oscurantismo, que nos han dejado episodios vergonzantes de la gestión de caudales públicos, pero esa será tarea para los tribunales y muchos tendrán que asumir sus irresponsabilidades.

"Lo que como profesional sanitario y sobre todo ser humano por encima de todo me apena, decepciona y contraría es que no se respeten los convenios internacionales en tiempos de guerra a la hora de respetar los hospitales, centros sanitarios y a su personal, así como los corredores humanitarios"

Hubo una notoria descoordinación y desinformación iniciales, propias de los instantes de caos, cuando cada uno quería solucionar por su cuenta y riesgo el problema, acaparando absurdamente bienes de primera necesidad, cuando no había ninguna certeza sobre desabastecimiento alguno. El mismo pánico indujo posiblemente a tomar decisiones cuestionables.

Veinticuatro meses después, 720 días más tarde, persisten remotos indicios de volver a las andadas. A pesar de ello, muchos se han apresurado a deshacer las pocas medidas realmente eficientes que en verdad han salvado muchísimas vidas, pero es que hay prioridades económicas que, por miedo a derivas críticas, parecen que no poder posponerse por más tiempo.

Ya hemos hablado largo y tendido de esto durante casi todo ese largo periodo, pero lo que de verdad me incita a escribir sobre la incertidumbre es el fantasma, ya real, de un conflicto bélico que lleva años larvándose y que algo o alguien ha procurado que estallase ahora, con el mundo aún bajo los efectos de la pandemia, con unos fines aparentemente planificados y orquestados para lograr objetivos no declarados.

No entraré en los tan abstrusos como pantanosos terrenos de la geopolítica, al alcance solo de estrategas y urdidores de planes que ocultan otros planes y persiguen malévolos fines encubiertos en presuntas razones humanitarias, y cuyas consecuencias fatales siempre riegan de sangre inocente los caminos. Pero tranquilos, porque “solo son daños colaterales”.

"Cuando empezó la pandemia pensamos que era algo ajeno, que solo ocurría a miles de kilómetros y que nada tenía que ver con nosotros. En poco tiempo advertimos lo equivocados que estábamos y lo rápido que se extendió el virus hasta alcanzar de lleno 'nuestra cómoda civilización europea'"

Llevamos alrededor de dos semanas de enfrentamientos entre rusos y ucranios, los datos hasta el momento son confusos y hasta contradictorios, según las fuentes que se consulten, y no creo que mejoren. Pero aún no hemos visto que se haya descargado toda la furia rusa, solo asedios y guerra de desgaste. No parece lógico masacrar a una población ni arrasar un país que pretendes anexionar. Pero no es mi tema y podría desvariar si prosigo esta línea.

Lo que como profesional sanitario y sobre todo ser humano por encima de todo me apena, decepciona y contraría es que no se respeten los convenios internacionales en tiempos de guerra a la hora de respetar los hospitales, centros sanitarios y a su personal, así como los corredores humanitarios de escape para población civil, heridos, ancianos, madres e hijos. Solo la crueldad y la vesania de cobardes puede atacar esos objetivos

Es encomiable el valor de quien antepone la defensa de su patria a su propia vida, pero la coherencia y la razón no han de perderse nunca y es mejor que algunos se pongan a salvo, preservando las memorias colectivas antes de caer inexorablemente sin posibilidad de salvar ni territorios ni vidas. Pero quizá en eso resida el heroísmo, mezclado con una dosis de locura transitoria.

No puedo dejar de aplaudir el gesto de varias CCAA y de sus centros hospitalarios de referencia de acoger a niños ucranios, algunos con cáncer, patología que no entiende de guerras, que precisan recibir sus tratamientos con diligencia y ser acogidos como los fueron los niños españoles durante la Guerra Civil, en la antigua Unión Soviética, Francia, Gran Bretaña, et al. Solo extraño que en otros conflictos anteriores no se haya procedido igual. Ignoro las razones.

Cuando empezó la pandemia pensamos que era algo ajeno, que solo ocurría a miles de kilómetros y que nada tenía que ver con nosotros. En poco tiempo advertimos lo equivocados que estábamos y lo rápido que se extendió el virus hasta alcanzar de lleno “nuestra cómoda civilización europea”, hasta convertir la epidemia en una pandemia.

Parece que en este conflicto hay muchos interesados en que se prolongue y propague a varios teatros de operaciones, implicando a muchos más actores, a saber con qué propuesta de obra a representar. Pero no esperen que seamos la clá que aplauda, porque el riesgo de que el telón caiga sobre nosotros no es del todo ficticio.

Como quiera que vivimos en un mundo global, con nodos interconectados, no podemos abstraernos del efecto dominó sobre la subida tarifaria de recursos naturales, como el gas, el petróleo, la electricidad, sobre la falta de abastecimiento y/o el encarecimiento de algunos bienes, y toda una batería de consecuencias desasosegantes.

Si como dijo el escritor chileno Roberto Bolaño en su novela «Los Detectives Salvajes», “todo lo que empieza como comedia indefectiblemente acaba como tragedia”, ojalá más pronto que tarde podamos acuñar que “esto que empezó como tragedia, en breve acabará como farsa” y volvamos a una calmosa y compasiva normalidad.

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