La pandemia del clima

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Yo no sé ustedes pero... a mí esto de que en febrero, pleno solsticio de invierno, nos caigan de forma inmisericorde 25 grados, uno encima de otro, me altera todos los sentidos, amén de revolucionar mi estrategia estilística para vestir ¡Es broma!

Cierto que no es sólo una cuestión de coquetería e intento por conservar el buen gusto y las buenas maneras en mi imagen personal, es porque una decisión errónea puede conducirte a la congelación o al achicharramiento, según te quites o te pongas, en base a lo acaecido el día anterior.

Sin embargo, como nos alertan los meteorólogos, debemos ir acostumbrándonos a estos cambios drásticos de un día para otro. Y es que según algunos especialistas, estos científicos del tiempo son los nuevos augures y ya nos adelantan cuál será el próximo azote de la humanidad: el cambio climático.

Para los habitantes de Madrid fue un suceso absolutamente fuera de lo normal, muy novedoso e incontrolable

Lo que hasta ahora resultaba anecdótico o enigmático, como era disfrutar de un día de sosiego en medio de la tempestad o, al contrario, de un día de tempestad en medio de la solana, hoy empieza a conformar la nueva realidad que tenemos que capear y adaptarnos porque son fenómenos atmosféricos cuya intensidad nos supera, pese a que algunos son bastante pronosticables.

No creo que nadie haya logrado olvidar la super nevada de Filomena, que asoló la península ibérica el pasado 9 de enero, dejando estragos aún visibles en ciudades como Madrid, que nada pudo hacer por evitar la catástrofe, como estar diez días bloqueada por la consolidación de la nieve en forma de hielo y las consecuencias devastadoras para buena parte de la vegetación capitalina.

Tienen razón quienes piensan que en el centro de la Meseta exageramos y que sucesos similares se reproducen constantemente en otras regiones sin lograr ni un minuto en el informativo de máxima audiencia. Pero han de entender que para los habitantes de Madrid fue un suceso absolutamente fuera de lo normal, muy novedoso e incontrolable. Decían que no sucedía nada igual desde hacía medio siglo.

El riesgo de emanaciones, vertidos, gases tóxicos, etc., está produciendo un efecto invernadero sobre nuestra atmósfera que tensiona el ecosistema y nos pone en un riesgo real

Estos cambios de temperatura desencadenan un sinfín de secuelas, tienen infinidad de consecuencias en los seres vivos, en la naturaleza, corriendo el riesgo de descomponer el orden y equilibrio de nuestros biorritmos y ecosistemas, poniendo en riesgo incluso nuestro bienestar y por ende el de las futuras generaciones…si las hubiere.

En 2015 el filantrópico gigante de la informática Bill Gates, metido a exégeta de las señales del futuro, adelantó los peligros de una pandemia mundial, lo reiteró en septiembre de 2019 y en ambas ocasiones se le ignoró como al pastor que grita como loco, simulando desconsuelo, “que viene el lobo, que viene el lobo”. Pero al final, como le sucedió al ovejero, llegó el lobo, y perdimos todos, unos más que otros, por no creerle desde un principio.

Ahora vuelve por sus fueros para alertarnos sobre un fenómeno que decenas, centenares, yo diría ya, miles de ecologistas y comprometidos con la ciencia, llevan años avisando. El riesgo de emanaciones, vertidos, gases tóxicos, etc., está produciendo un efecto invernadero sobre nuestra atmósfera que tensiona el ecosistema y nos pone en un riesgo real, confirmado y paulatino, acerca de nuestra continuidad sobre la faz de la Tierra en las condiciones actuales.

Las advertencias de antaño se han convertido en las alarmas de hoy y las consecuencias son visibles

Todo el mundo es partícipe de una manera u otra, con una intensidad mayor o menor, por acción u omisión, de la contaminación que está minando la capa de ozono que nos protege de las radiaciones solares y su efecto destructivo. No puedo ni debo ahondar más porque no soy experto, sino curioso e interesado de cuanto sucede a nuestro alrededor.

Puede que este sea un buen momento de nuestra era para plantearnos aquel celebérrimo aforismo de John F. Kennedy, el 20 de enero de 1961 y del que se acaba de cumplir el 60º aniversario, pero adaptado a nuestro asunto: “No preguntes lo que la Naturaleza puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por la Naturaleza”.

Quizá desde nuestra inconsciencia, ignorancia y/o torpeza, cuando no malicia, hemos perjudicado a la madre tierra, la Pachamama que dicen los quechuas, en buena medida por desconocimiento de los efectos nocivos de algunas de nuestras acciones, como emplear ciertos combustibles líquidos, sólidos o gaseosos, derramar vertidos tóxicos a la atmósfera, al mar o enterrarlos en la tierra…esperando que la magia simpática del destino los ahuyente…o al menos, los oculte, para tapar nuestras vergüenzas, como si su desintegración fuera inmediata al dejar de verlos, olerlos o tocarlos.

Las advertencias de antaño se han convertido en las alarmas de hoy y las consecuencias son visibles. Con la pandemia del Sars-Cov-2 nos hemos confinado durante meses, mantenemos distancias preventivas de seguridad, nos untamos las manos de gel hidroalcohólico, portamos mascarillas y finalmente nos vacunamos (con permiso del mercadeo ya denunciado aquí), a fin de “expeler los demonios”, como si de una maldad bíblica se tratara.

Tal vez el esfuerzo de cada persona influya para cambiar la mentalidad, la conciencia, así como producir y consumir ética, responsable y sosteniblemente

Empezaba sugiriendo que estos cambios de temperatura a destiempo no podían ser buenos, pero ¿cómo combatir temperaturas extremas incompatibles con la vida, cómo frenar el deshielo de los Polos, cómo mantener “frescas” a especies de conforman nuestra dieta, cómo trabajar si el calor o el frío colapsan los recursos que alimentan nuestros gadgets?

Me pregunto ¿a qué está dispuesta a renunciar nuestra sociedad en este escenario? Tal vez el esfuerzo de cada persona influya para cambiar la mentalidad, la conciencia, así como producir y consumir ética, responsable y sosteniblemente.

Quizá sea demasiado tarde, o tal vez aún estemos a tiempo, pero una reflexión serena y constante ha de hacernos reaccionar para conservar el Planeta. En caso contrario, esperamos que la NASA progrese adecuadamente y pronto nos encuentre otro hábitat que destruir con nuestro incivismo, porque no sabemos cuidar lo que tenemos.

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