Reescribir la historia

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

“La cultura de Jiroft, surgida en la remota y apacible ciudad del sudeste de Irán, no muy lejos del golfo Pérsico, alcanzó un desarrollo comparable al de Mesopotamia y puede obligar a reescribir la historia de los orígenes de la Civilización”. Así comienza otro apasionante artículo de la colección Historia de National Geographic, que recientemente cayó en mis manos y que me ha dado pie a esta tribuna.

Decía Oscar Wilde, poeta y novelista británico del s. XIX, estandarte del esteticismo victoriano, que “el único deber que tenemos con la Historia es reescribirla”. También es sabido que la Historia suelen escribirla los vencedores y con cierto criterio les corresponde a los historiadores ser críticos y equidistantes, aportando solvencia y rigor a los relatos a menudo fantasiosos que pecan por exceso de triunfalismo. De algún modo ponen sordina a la épica.

Bien saben que no suelo deslizarme hacia los terrenos pantanosos de la política, porque no es mi terreno, ni me muevo con soltura, salvo en bailes privados de salón. Pero es cotidiano ver y leer la continua reinterpretación y reescritura del pasado, sobre todo a la hora de ajustar cuentas y borrar posibles estigmas de ayer que perturban a los que gobiernan hoy. Mientras, la ciudadanía asiste impertérrita como en un partido de tenis, viendo cómo la bola va de un lado a otro de la red hasta que uno de los contendientes puntúa.

"La vehemencia en la defensa de tales postulados suele mostrar el grado de confrontación, porque en España parece que nos cuesta declinar el verbo dimitir y podríamos debatir en tono sosegado"

Leyes, medidas, proyectos… aparentemente favorables al colectivo, son derogadas una y otra vez conforme hay cambios de color en los parlamentos por dejar constancia de que “la tuya no, la mía es mejor”. La vehemencia en la defensa de tales postulados suele mostrar el grado de confrontación, porque en España parece que nos cuesta declinar el verbo dimitir y podríamos debatir en tono sosegado.

Ni la oratoria, ni la retórica, ni la dialéctica, son nuestro fuerte. El arte de persuadir y convencer con la palabra deja paso a quien grita más fuerte por creer que está en posesión de la verdad. En mi humilde opinión así no se reescribe más que el guion continuo de las tertulias vocingleras que pueblan nuestros medios de comunicación, donde nadie escucha, ni deja hablar a nadie, donde el objetivo es incrementar la audiencia y no siempre trasladar información u opinión.

Ha pasado poco más de un mes del memorable triunfo de las jugadoras de fútbol de la Selección Española en el Mundial de Australia. En estos treinta y pico días apenas se ha hablado nada de la hazaña, que las erigía en lo más alto del universo futbolístico. Un desgraciado… y condenable incidente de todos conocido ha copado las portadas y las tertulias, con el resultado ya descrito anteriormente.

En estas cinco semanas han empezado a escribir y poner los cimientos de su propia Historia sobre lo que es y será, no solo por ellas, sino sobre todo por sus continuadoras, el presente y futuro organigrama y orden federativo, para que el respeto por la igualdad y la equiparación de derechos con sus colegas masculinos sea una realidad y no una entelequia.

"Redefinición de roles y procesos asistenciales hacen de la medicina tradicional un magnífico soporte sobre el que sedimentar una atención más holística del mañana, pero no adelantemos acontecimientos, ni nos revistamos de triunfalismo"

El “se acabó” es mucho más que un mantra o un grito de guerra. Les ha valido el respeto y la admiración de todas sus colegas del planeta balompédico femenino, y por supuesto masculino, y ha puesto en solfa la jerarquía vetusta y despótica de la federación española, empezando por su abominable expresidente, triste vestigio que ojalá olvidemos pronto.

Como no podía ser de otra manera, también la medicina tiene cabida en esta tribuna, porque los avances científicos están reescribiendo todos y cada uno de los capítulos de lo que creíamos cierto e inmarcesible. El progreso evidencia que nada es eterno porque, como decía Víctor Hugo, “nada detiene una idea cuando le ha llegado su momento”. Es mucho cuanto se ha avanzado en las últimas décadas, pero el camino que se abre en adelante es sideral.

Patologías que hasta el día de la fecha son crónicas y algunas desgraciadamente aún mortales, empiezan a relativizarse, con paso calmo pero seguro. El diagnóstico precoz, las nuevas técnicas quirúrgicas menos invasivas, los materiales de bioimpresión para trasplantes, los modernos fármacos personalizados… redefinición de roles y procesos asistenciales hacen de la medicina tradicional un magnífico soporte sobre el que sedimentar una atención más holística del mañana, pero no adelantemos acontecimientos, ni nos revistamos de triunfalismo.

Aspasia, Averroes, Leonardo, Galileo, Newton, Darwin, Curie, Fleming, Pasteur, Semmelweis, Nightingale, Ramón y Cajal, Einstein, Tesla e incluso Amstrong y Tereshkova, dieron pequeños pasos para el ser humano, pero gigantes para redactar el futuro de nuestra especie. No permitamos que la barbarie y la negligencia colapsen el planeta, haciéndolo inhabitable.

Pequeños gestos individuales y cotidianos contribuyen decididamente al mantenimiento y la sostenibilidad. Igual me paso de optimista esperando el impacto del efecto mariposa, pero hoy ya estamos escribiendo el principio de nuestros sucesores en rectos renglones, impidamos que se tuerzan. Nuestro compromiso es su futuro.

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