El regreso

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Apenas quedan vestigios del verano, ni de sombrillas, ni de camisas con paramecios, ni heladerías atiborradas, ni quioscos de playa al sol. Lo que llamábamos solaz acaba y vuelve la acción, trepidante.

Con la piel hidratada y el músculo relajado, el tostado se perderá en la noche, que poco a poco se alarga y gana terreno al día. Tras cargar durante semanas las baterías esperando que puedan durar todo el año, llega el momento de empezar a dosificarlas, para cuando lleguen tiempos de estrés y escasez.

Atrás dejamos el descanso y el consuelo, las largas siestas de estío, los viajes, las estancias, los paisajes, y lo cambiamos de golpe por el tráfico, la rutina, la intensidad que da paso a lo cotidiano: trabajar y producir sin reparo, porque la maquinaria se interrumpe, pero solo por un mes y luego la rueda del mundo vuelve a girar.

Los cines de verano, a la luz de la luna, sentados en incómodas sillas de madera, mientras devoras palomitas, sándwiches de salami y bebes refrescos cierran tras sus sensacionales programas dobles, y las primeras rebecas empiezan a asomar, porque algo dice en el horizonte que se acerca el otoño.

"Tras cargar durante semanas las baterías esperando que puedan durar todo el año, llega el momento de empezar a dosificarlas, para cuando lleguen tiempos de estrés y escasez"

Los móviles vuelven a sonar tras fechas de amable silencio, cuando solo desmemoriados llamaban olvidando tu tiempo de reposo, ese oasis en medio del vil calendario que reservamos para el “dolce farniente” y que nadie nos moleste, pero insisto, siempre hay descuidados y distraídos que buscan fortuna y llaman por si hubiera suerte… Vuelve ahora su momento.

Conste que el pan nuestro de cada día sigue en juego, que la ruleta no para, que las múltiples pistas del circo que es la vida siguen, pero la actividad busca el sosiego y se reparte entre los miembros del equipo para que todos dispongamos del relax previo a la batalla anual que son las jornadas intensas, las tensiones y el rigor propios de la actividad.

Septiembre ha sido, es y será el comienzo del año escolar, reminiscencia de nuestro pasado, pero en verdad es cuando se inicia la circulación hasta la siguiente parada, a finales del año y es ahora cuando la cuesta, cuesta por onerosa y empinada, sube para todo el mundo, sobre todo para las familias con hijos.

Muchos regresos son felices, por aquello del reencuentro, otros monótonos por volver a esa eterna cadena de montaje en la que se convierten nuestras actividades, pero es lo que toca, al menos hasta la eterna edad de vacación continuada, que pueda ser la jubilación, cuando ya poco importa si es febrero u octubre y como aún resta, no nos anticiparemos. En realidad, todo depende del prisma de quien observa y vive el momento.

"Es momento de ponernos manos a la obra, tenga esta la forma que tenga, indistintamente de dónde se desarrolle y con quien se comparta"

Volver a los atascos urbanos, al caos de las grandes ciudades, los parkings llenos, a las colas en la gasolinera, al uniforme, al pantalón largo y el zapato cerrado es una sensación de recogimiento obligado por las circunstancias, lo mismo que comer atropelladamente o no poder hacerlo por falta de tiempo entre quirófano y quirófano, entre consulta y consulta, y llevarlo todo en orden y perfecta armonía…

Se quejan los deportistas de élite del comienzo de la temporada, los periodistas de falta de noticias, los arquitectos de la ausencia de proyectos, los tenderos de la cadencia de clientes, los autónomos de las tarifas mensuales abusivas, los profesionales sanitarios de agendas saturadas…

A veces, olvidamos que más duro es trabajar a la intemperie, haga frío o calor, con torrentes o en sequía, bajo tierra o rascando el cielo, inhalando tóxicos o mascando la tierra entre los dientes… Pero más aún lo es no tener trabajo, ni sustento, ni bocado que llevarse a la boca, ni techo bajo el que cobijarse. La lucha es una constante en ambos casos y jamás hay que perder la esperanza.

Cae lánguida del almanaque la hoja de agosto. Es momento de ponernos manos a la obra, tenga esta la forma que tenga, indistintamente de dónde se desarrolle y con quien se comparta. Retornemos al lugar que dejamos, porque la función debe continuar.

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