Serenidad

Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Última tribuna de 2023, año I de la Post Pandemia, y pese a todo han sido doce meses de turbulencias, sobre todo en las últimas semanas. Los ánimos han estado muy agitados y ninguna convulsión es buena para tomar buenas decisiones.

La calma y el sosiego, que no la indiferencia y el desapego, deberían acompañar a la responsabilidad en la toma de decisiones, sean las que fueren, pues encender hogueras en cada esquina, si no es para calentarse o hacer señales, provoca incendios que asolan territorios, y bien saben que hablo metafóricamente, aunque también en sentido literal son comprensibles mis palabras.

La colisión de principios y valores invita a la búsqueda de un método ético para resolver disputas. ¿Dónde quedan el respeto al adversario, la educación, las buenas maneras, la corrección en el trato, el saber estar? Parece que en el lodo.

Hace unos días recuperé una antigua entrevista del periodista Jesús Quintero, el inolvidable “loco de la colina”, con el no menos memorable Antonio Gala. El peculiar entrevistador inquiría al genial autor manchego sobre la búsqueda de la felicidad, y éste, con el desparpajo que derrochaba, le espetó algo como “al carajo la felicidad, incluso el amor. A estas alturas me conformo con la serenidad”.

Disculpen la ausencia de literalidad, me quedé sólo con la idea. La imposición de lo correcto, lo sostenible e integrador a modo de catecismo laico, viene produciendo apóstoles fanáticos de una trufada modernidad.

"La serenidad es el mejor antídoto contra el estrés, el jaleo, la provocación, los disturbios, etc., ya se produzcan estas en la consulta de un centro de salud, un pabellón de deportes, un aula universitaria o la mismísima tribuna del Congreso"

A veces, en medio de la vorágine del tráfico, de las compras, de las calles atestadas, sobre todo en Navidad, me imagino en lo alto de un cerro o en medio de una playa desierta, un día despejado, contemplando el infinito y la insignificancia de los graves problemas humanos frente al Cosmos y escuchando sólo el batir de las olas, la caída de las hojas y el canto de los pájaros.

La serenidad es el mejor antídoto contra el estrés, el jaleo, la provocación, los disturbios, etc., ya se produzcan estas en la consulta de un centro de salud, un pabellón de deportes, un aula universitaria o la mismísima tribuna del Congreso.

Nuestra salud, incluida la mental, afectiva y espiritual, requiere menos ruido, más sosiego para distinguir lo perentorio e indemorable de lo fútil y baladí. La vida cotidiana ya nos depara suficientes emociones y genera estrechos vínculos como para minarla con estridencias.

Por desgracia hemos perdido la capacidad retórica y dialéctica de nuestros ancestros, notables políticos, cultivados en conocimientos y dotados de una oratoria impecable que seguro pretendía despertar el intelecto de la ciudadanía.

Hoy hemos pasado a interpelaciones personales, verborrea grotesca y provocadora, casi tabernaria, oportunamente proyectada y continuada desde ciertos medios que han mutado la información por la discusión arrabalera, que solo hace por enervar y encender los ánimos. También consiguen, por saturación, adormecer y claudicar a la opinión pública.

"Nuestra salud, incluida la mental, afectiva y espiritual, requiere menos ruido, más sosiego para distinguir lo perentorio e indemorable de lo fútil y baladí"

A veces la comedia y la tragedia desbordan el escenario, convirtiendo a todos en actores sin haberlo elegido. Y es en el teatro de la realidad donde fluye la farsa y la ficción. Sin embargo, del ágora esperamos que emaneel debate y el acuerdo.

Estamos de paso, los años de nuestra existencia son una excusa para transitar levemente por la Historia, para relacionarnos, promocionarnos, comer, dormir, soñar… ¡Me niego a admitir que sólo sean para durar, como si no cupieran el sentimiento y la compasión!

La salud ya nos juega suficientes malas pasadas como para hostigar al respetable con intereses personales y arrastrarle al barro por mor de inquinas particulares. Si no quieren dirimir sus diferencias en un cuerpo a cuerpo argumentativo, es porque no saben debatir, solo gritar más alto. Prefiero pensar que es más lo que nos une que lo que nos separa.

"Las buenas relaciones resultan terapéuticas y con menos efectos secundarios si sabemos protegerlas del acoso ideológico"

Educar y cultivar un espíritu crítico puede ser saludable y preventivo ante manipulaciones y especulaciones espurias. Por eso las buenas relaciones resultan terapéuticas y con menos efectos secundarios si sabemos protegerlas del acoso ideológico.

No soy nadie para hacer llamados colectivos, ni siquiera para sugerir a cada cual buscar la paz en su interior, calmar las aguas turbulentas de sus respectivos ríos. Sólo les sugiero relajarse el tiempo que la actividad laboral les permita, recordar a los seres queridos ya ausentes, tratar de limar asperezas con familiares, amigos y/o compañeros, incluso con uno mismo, “porque la vida son dos días y no merece la pena sufrirlos, sino disfrutarlos”.

Así que gocen al máximo de estas fechas, recuerden beber y comer con moderación… y si, por lo que fuera, moderación no viene, háganlo con serenidad. Los puentes salvan aguas bravas y mansas, acortan distancias y permiten intercambios. Un amable paseo en compañía bajará los excesos y atemperará las emociones. Nos reencontramos en 2024 ¡Feliz Navidad!

Los contenidos de ConSalud están elaborados por periodistas especializados en salud y avalados por un comité de expertos de primer nivel. No obstante, recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.