Soledad

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

“No quiero que nadie se imagine cómo es de amarga y honda mi eterna soledad, pasan las noches y el minutero muere, la pesadilla de su lento tic-tac” y aunque el maestro del tango Carlos Gardel cantaba este grito desgarrado por la ausencia de una dama, no dejaba de referirse a un estado que unas veces buscamos por conveniencia y otras nos viene impuesto por las situaciones.

Reza el DRAE en sus tres acepciones que 'Soledad' es la carencia voluntaria o involuntaria de compañía; un lugar desierto o tierra no habitada; y el pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo. Pero con el devenir de los tiempos y algunas de las situaciones recién vividas, se ha convertido en un grave problema que toca afrontar.

La llaman la “epidemia silenciosa” y según datos muy recientes de un estudio elaborado por el Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada de la Fundación ONCE podría afectar al 13,4% de los españoles. Llevan de media 6 años padeciéndola y resulta más frecuente en mujeres (14,8%) que en hombres (12,1%), con especial prevalencia entre jóvenes de 16 a 24 años (21,9%). Este interesante trabajo apunta que la soledad no deseada "supone para España un coste total de 14.141M € anuales, lo que representa poco menos del 1,2% del PIB nacional de 2021".

"Una de las consecuencias de la situación de soledad, bien deseada o no, es la mayor prevalencia de enfermedades, tanto psiquiátricas como cardíacas"

Respecto a las causas, este trabajo de www.SoledadEs.es indica que alrededor del 80% de los casos centra el origen en “causas externas” a la persona. Veamos algunas ratios: el 57,3% por ausencia de convivencia o apoyo familiar y social; 11,1% debido a motivos laborales; 8,6% se achaca al aislamiento debido al entorno; un 2,1% generado por cuidar a otras personas, etc.

Sobre el resto de casos (aprox. 20%) el estudio señala que el epicentro se debe a “causas internas”, propias de la persona, donde el 12,7% de los encuestados indican tener dificultad para relacionarse con sus semejantes y el 6,4% por mala salud personal. Otro dato a considerar especialmente: casi un 23% de las personas con discapacidad están en situación de soledad.

Una de las consecuencias de esta situación, bien deseada o no, es la mayor prevalencia de enfermedades, tanto psiquiátricas como cardíacas. Esto deriva en un mayor consumo de antidepresivos, estimulantes y fármacos para el corazón. Casi la mitad del coste antes citado respecto al PIB se refiere a atención médica y consumo de fármacos.

Según información publicada por ConSalud.es partiendo de datos del citado informe, “la soledad se ha relacionado con una reducción de años de vida. En 2021 se estima que ha generado una reducción de 1,03 millones de años de vida ajustados por calidad. En cuanto a mortalidad, se estima que se han perdido 18 mil años por muertes prematuras en dicho estado”.

"Todos tenemos alguien cerca y a veces basta una sonrisa y un sencillo 'cuenta conmigo' para recordarles que 'nunca caminarán solos'"

Cómo será de importante que en algunos países como Japón o Inglaterra ya se han puesto en marcha las administraciones públicas, creando un Ministerio para combatir la soledad por los riesgos de problemas mentales como depresión, ansiedad crónica y más que ya saben y no voy a citar para no fomentarlo.

En España ha sido Castilla y León en 2022 la pionera en arrancar un plan estratégico contra la soledad no deseada aprobado en nuestro territorio. Ayuntamientos como Madrid y Barcelona, las dos principales urbes españolas, ya han planteado soluciones parciales. Y el IMSERSO ha diseñado un borrador para una estrategia nacional a fin de combatir el aislamiento involuntario para este cuatrimestre de 2023 que se aprobaría en Consejo de Ministros a renglón seguido, pero aún no hay confirmación.

Naturalmente estos guarismos son extraídos de un análisis demoscópico y reflejan una realidad de forma global, pero habría que descender a la casuística particular para precisar uno a uno los casos y concretar cada reseña, pero no tenemos tiempo ni espacio ni personal suficiente de compañía. Que cada persona en esta situación evalúe su coyuntura y trate de buscar apoyos, ayudas, soluciones, respuestas.

Sin olvidar ni ignorar toda la batería de datos vertidos al inicio, mi reflexión al respecto es que tanto voluntaria como no deseada, la soledad tiene un efecto devastador sobre la persona que la sufre, porque ningún aislamiento completo es favorable. Cierto que en muchos momentos todos precisamos de un tiempo y un espacio, un margen de confianza propia y ajena, a fin de encontrarnos, pero luego conviene regresar al calor de la compañía más conveniente.

Cuando la soledad viene derivada por el duelo ante una ausencia fatal, tras una ruptura sentimental o por una brecha laboral, los efectos son más nocivos porque tienden a prolongarse en el tiempo y hay quien se refugia en entornos sociales de su máxima confianza y quien se aísla como ermitaño en su guarida hasta nueva orden.

Por una cuestión biológica inapelable cuando estos fenómenos golpean a los más jóvenes, se atisba ante ellos un amplio horizonte lleno de posibilidades para renovarse, pero cuando son ancianos, la perspectiva se acorta y el punto de fuga se acerca inexorable. Pero en ninguno de los dos casos, ni en el resto, podemos ni debemos darlos por perdidos. Todos tenemos alguien cerca y a veces basta una sonrisa y un sencillo “cuenta conmigo” para recordarles que “nunca caminarán solos”.

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