Volver a empezar

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Recientemente hemos atravesado la dura y exigente prueba de selección de candidatos para Médicos Internos Residentes, más conocida por su abreviatura (MIR), proceso que sirve tanto para elegir a los que se incorporan para formarse como especialistas, como para tomar el relevo a los que se retiran. Como decía la canción de Julio Iglesias, “unos que vienen, otros que se van...”.

Este sistema de formación ha resultado muy eficiente y válido para la formación de futuros profesionales en los que depositar y confiar nuestra salud. También ha servido de base para otras profesiones, como psicólogos, y se ha postulado como posible método en docentes, etc.

Ese procedimiento fatigante y exigente reclama lo mejor de cada uno durante días, semanas, meses y, a veces, hasta años, para entregarlo todo de golpe en apenas unas horas de examen. Tras la evaluación y revisión vienen dos fases complejas, como es la elección de la especialidad, que determinará en buena medida el futuro laboral del profesional sanitario, y, según los casos, la asunción del resultado con mayor o menor entereza, tanto por la consecución de la especialidad, como por el destino logrado.Según la puntuación obtenida habrá de conciliarse áreas de conocimiento y lugar donde recibir la formación. Solo las mejores notas habilitan un equilibrio aceptable.

No es fácil capear con el fracaso, entender que el esfuerzo no ha sido suficiente

Como en toda fórmula selectiva hay hondas satisfacciones, pero también profundas decepciones y, dependiendo de cada persona, así son sus reacciones. Para la ocasión me voy a ocupar del segundo caso.

Hay quien lo encaja bien y continúa una evolución según el resultado logrado, pero también hay quien se rinde y opta por otras vías, otros caminos, que le alejan de la profesión.

Como los caminos de cada señor o señora son inescrutables, no seré yo quien los juzgue, así que retomo la vía de aquellos que no se rinden, aquellos que se decantan por volver a empezar, partir de cero, iniciar un nuevo ciclo de esfuerzo, de sacrificio, de entrega, dejando al lado toda clase de banalidades, para centrarse en el estudio pormenorizado de la materia médica a fin de volver a presentarse al cabo de un año y obtener una mejor plaza en todos los órdenes.

No es fácil capear con el fracaso, entender que el esfuerzo no ha sido suficiente. Siempre se pueden buscar lecturas positivas y afirmar que esa conducta refuerza nuestro ser, pero el objetivo realmente no se ha cumplido y hay que levantarse y volver a caminar, reemprender la marcha desde el punto de partida, porque el objetivo, la meta, es lo más importante y no los obstáculos que se hallan en el camino.

También hay que ser honestos y aceptar que debemos ajustar nuestras expectativas a nuestras posibilidades reales, que no siempre son infinitas. Eso no implica matar ambición alguna, pero sí hay que aceptar que no siempre se alcanzan los propósitos soñados, sino que hay que aprender a disfrutar de aquello que logramos, porque eso es lo que da la verdadera medida de nuestras opciones reales.

En este caso el proceso de selección es doble: por un lado, la especialidad y, por otro, el destino dónde ejercer el periodo de residencia. Naturalmente es más fácil sacrificar la segunda opción que la primera, pero lo que resulta más duro de encajar es cuando no logras el primer destino, la especialidad, y tienes que reabrir el abanico y buscar entre las posibilidades que quedan según el número de plaza que has obtenido. 

La crisis económica ha desolado el mercado laboral y destruido mucho empleo y a muchos trabajadores, muchos de los cuales han tenido que reinventarse para salir del atolladero

La oferta es mucho menor que la demanda, por tanto, el número de plaza condiciona tanto la primera como la segunda decisión y con ello el resto de la vida profesional, más o menos motivante y la personal más o menos agobiada.

Recuerdo de la biografía de un compañero, hoy buen amigo, que, tras realizar su residencia en una especialidad (no es trascendente el dato), no encontró trabajo y se vio abocado a formarse en otra con mayores opciones laborales, reemprendiendo el camino que un día ya transitó. Hoy digo con orgullo que es un profesional contrastado y al que no le falta trabajo.

Así que ya vemos que las decisiones en la carrera de un médico están salpimentadas de trabas, pero no mucho mayores que las que afrontan otros profesionales.

La crisis económica ha desolado el mercado laboral y destruido mucho empleo y a muchos trabajadores, muchos de los cuales han tenido que reinventarse para salir del atolladero. Es la capacidad de superación, de supervivencia, la que define esencialmente al ser humano de otros animales. Y los médicos sabemos mucho, pero mucho de supervivencia y de resiliencia.

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